Colombia rastrea entre sus archivos para restituir los tesoros de la memoria afrocolombiana
El país prepara la apertura en Cali, la segunda ciudad sudamericana con más población afro, del primer Museo Afro estatal, cuya sede estará lista este año, aunque no abrirá sus puertas hasta 2026
Técnicos del Museo Nacional de Colombia rebuscan, entre colecciones y archivos, los tesoros invisibilizados de la memoria afrocolombiana. Luego de ese diagnóstico de colecciones, comenzarán a buscar entre los acervos de los demás museos del Ministerio de las Culturas y de otras instituciones como la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación y otras instituciones del Ministerio de las Culturas para ver qué podría aportar y exponerse en el futuro Museo Afro, el primero en su tipo de iniciativa estatal en el país. Esta es apenas una de las tareas de un proyecto que comenzó en 2021 y que está por ver la luz en 2026 en Cali, la segunda ciudad sudamericana con mayor población afro, después de Salvador de Bahía, en Brasil. Aunque en Colombia hay más de 4,6 millones de personas afro —un 9,3% del censo nacional—, tienen poca o ninguna representación en la historia de la república y en algunas de sus instituciones culturales.
Liliana Angulo Cortés, la primera mujer afro en dirigir el Museo Nacional de Colombia, extiende sobre una mesa en su oficina en Bogotá los planos del recinto de la futura sede. Este año comenzarán las remodelaciones del edificio seis del antiguo complejo de la Licorera del Valle, que deberían terminar en diciembre. El Ministerio de las Culturas invertirá 15.000 millones de pesos (unos 3,36 millones de euros) para dejar lista una estructura que incluye un semisótano, un primer nivel y un mezanine donde se expondrán piezas y otras manifestaciones culturales de los pueblos afro. Estas vendrán inicialmente de los archivos de instituciones estatales, de préstamos de iniciativas comunitarias, de donaciones o adquisiciones.
“Si bien esta es una iniciativa estatal, el Museo Afro ha sido un reclamo histórico de las comunidades. Habían buscado un espacio para la memoria, la revisión histórica y la reparación en la lucha contra el racismo”, cuenta la también artista, curadora y gestora cultural. Antes de llegar a ocupar la dirección del museo en abril de 2024, Angulo había sido cocuradora del proyecto Museo Afro. También había dedicado parte de su carrera a investigar la representación de los pueblos afro en las colecciones de museos y archivos.
El Museo Afro ha sido un reclamo histórico de las comunidades. Habían buscado un espacio para la memoria, la revisión histórica y la reparación en la lucha contra el racismoLiliana Angulo Cortés, directora del Museo Nacional de Colombia
Por eso, sabe bien que antes de que el Gobierno empezara con el proyecto, en varios rincones de Colombia ya había iniciativas comunitarias para conservar la memoria de los primeros africanos que, durante la colonia, fueron secuestrados y traídos al puerto de Cartagena, al norte país, para ser comercializados como esclavos. El proyecto, explica Angulo, ha mapeado unos 83 museos, lugares de memoria o proyectos culturales en todos los rincones del territorio con los cuales se trabaja en un proceso participativo para crear el Museo Afro. Para eso, el equipo del Museo Afro viajó a una veintena de municipios con población afro e iniciativas museales, hicieron laboratorios de cocreación en varias ciudades y ahora, en diciembre, convocaron en Bogotá el Primer Encuentro de Iniciativas Afromuseológicas, una reunión con representantes de 33 proyectos comunitarios para trabajar en red. “Son personas que tienen el bicho de los museos y han trabajado porque la memoria no se pierda”, explica Angulo, aunque admite que algunas han salido adelante con dificultades.
Un proyecto colectivo
El Museo Simankongo, ubicado en el corregimiento de San Basilio de Palenque (Bolívar), en el Caribe, estuvo a punto de quedarse sin una sede física tras más de 20 años de trabajo. Simankongo comenzó en 1999 cuando Antonia Cassiani, que trabajaba en el sector de la salud y hacía visitas domiciliarias a pacientes mayores, fue alertada por los ancianos de que algunos de los objetos típicos de su cultura terminaban en la basura. “Me contaban que se estaba transformando Palenque, que les estaban derrumbando sus casas y les estaban botando sus chécheres”, relata Cassiani por teléfono desde San Basilio de Palenque, considerado el primer pueblo de africanos libres en América. Cassiani comenzó a recibir los objetos de sus pacientes y a guardarlos en el patio de su casa. Coleccionó un enorme pilón artesanal usado para descascarar semillas y granos, tinajas, vajillas de totumo, camas de lienzo y esteras, vestigios del pasado de su pueblo fundado por cimarrones que se habían rebelado contra el sistema esclavista.
Quería que cuando mis hijos nacieran, pudieran conocer todos los saberes ancestralesAntonia Cassiani, impulsora del Museo Simankongo
“Quería que cuando mis hijos nacieran, pudieran conocer todos los saberes ancestrales”, afirma Cassiani. En 2019, ganó una beca que le permitió abrir el museo en una casa típica palenquera, con paredes de bahareque —una estructura de caña recubierta de barro— y techo de palma. Sin embargo, hace un año, los dueños de la casa les reclamaron el alquiler y se quedaron sin sede. Cassiani encontró otra casa tradicional, algo más pequeña, y a finales de diciembre reactivó el proyecto. “Aquí le hablo, desde la puerta del museo, en el barrio Arriba, esperando por si pasa alguien”, indica Cassiani, que ahora batalla por posicionar la nueva sede en el mapa de los guías turísticos de Palenque. “¿Y el Museo Afro de Cali? Yo me lo imagino con secciones o espacios que representen cada una de sus poblaciones afro, con sus saberes”, dice Cassiani.
“Si esto no lo hacemos colectivamente, no resulta”, sentencia María Yovadis Londoño, también por llamada telefónica, desde Montería (Córdoba) antes de salir rumbo al municipio de San José de Uré, donde hace 30 años levantó el Museo Etnopedagógico Comunitario del Alto San Jorge. “Las comunidades tenemos que ser dueñas y parte del proceso, porque no es entregar un saber allá y que otros lo manejen”, agrega la profesora de la Institución Etnoeducativa San José de Uré, otro territorio palenquero fundado por afrodescendientes rebelados contra la esclavitud. En ese colegio, en 1995, comenzó un cambio de currículo escolar para acercar a los niños a su identidad africana.
Tanto entusiasmo hubo entre la comunidad que los abuelos comenzaron a llevar objetos típicos con los que explicaban a los pequeños los saberes ancestrales del canto, el baile y la medicina tradicional. Todo se guardó en un aula hasta que lograron crear un pequeño museo. Hay tal cantidad que se pueden organizar seis exposiciones temporales al año y mantener dos muestras permanentes, según cuenta Londoño.
Desde Bogotá, la directora del Museo Nacional asegura que el futuro Museo Afro se articulará con las iniciativas comunitarias. “No competimos con ellos. Por el contrario, la idea es visibilizarlos y fortalecerlos”, afirma Angulo y advierte de que, una vez llegue la etapa de adquisición de piezas y colecciones, se trabajará porque sea un proceso “respetuoso y ético” que involucre a las comunidades. “Planteamos que los acervos del Museo Afro se construyan progresivamente a partir del trasegar y desarrollo propio del Museo en el diálogo y en un esfuerzo conjunto con las diferentes comunidades negras, afrocolombianas, raizales [pueblo afrocaribeño] y palenqueras en el país”, afirma Angulo.
Mientras llega ese momento, desde el Gobierno Nacional hacen cuentas porque el presupuesto para 2025 de 523 billones de pesos (unos 115.000 millones de euros), presentado por el Ejecutivo del presidente Gustavo Petro, fue tumbado por el Congreso. Como las cuentas no dan, se prevén recortes en varios Ministerios, entre ellos el de las Culturas. Aunque el Museo Afro ya tiene asegurados los recursos de la remodelación de la sede en Cali, aún es incierto con cuánto dinero contará para el resto del proyecto. “Puede cambiar el alcance de lo que podemos lograr. Todas las instituciones del sector cultural pasamos por un momento crítico”, reconoce la directora del Museo Nacional.