Las agresiones sexuales se disparan en República Democrática del Congo: “Me maltrataron, me arrancaron la ropa y me violaron”
El conflicto que atraviesa el país africano y los desplazamientos de cientos de miles de personas contribuyen a que se multipliquen las violaciones de mujeres, según los datos de Médicos Sin Fronteras
Laurianne, con 17 años, es superviviente de dos violaciones múltiples. Vive en SamSam, un campamento de desplazados en Goma, en la provincia Kivu Norte, en el noreste de República Democrática del Congo (RDC). Se refugió allí tras la reanudación de las hostilidades entre el grupo armado Movimiento 23 de Marzo (M23) y el Ejército regular de la RDC, en junio de 2022, que ha abocado al país a una profunda crisis humanitaria. “Cuando huíamos de la guerra, una bomba alcanzó a mi madre. Nos fuimos sin poder enterrarla ni ver su cuerpo. Llegamos al campamento, pero no teníamos nada que llevarnos a la boca. A mi padre lo mataron en Saké cuando fue a buscar alimentos para nosotros. Le dispararon en la cabeza”. Huérfana y al cargo de sus dos hermanos, “mendigaba” comida y muchas veces dormía “con el estómago vacío”. Sufrió la primera agresión sexual cuando buscaba alimentos para su familia.
“Unos vecinos del campamento me propusieron ir con ellos al bosque a cortar leña, venderla y así ganar lo suficiente para comprar comida. Era viernes, hacia la una de la tarde, aparecieron unos atacantes y nos tiraron a todos al suelo. Los que estaban conmigo huyeron y me dejaron sola. Aquellos hombres me violaron. Cuando volví, se lo conté todo a mis vecinos y me aconsejaron que acudiera a Médicos Sin Fronteras (MSF). Llegué cinco días después de la violación. Los médicos me pusieron un tratamiento y me sentí mejor. En ese momento, no sabía que me había quedado embarazada”, cuenta con lágrimas en los ojos.
El conflicto en la RDC ha agravado la violencia sexual contra mujeres y niñas, según certifica el reciente informe de MSF, que denuncia un recrudecimiento de las agresiones sexuales tanto en los propios campamentos de refugiados como durante los desplazamientos diarios de las mujeres en busca de recursos vitales. Solo en 2023, los equipos de MSF trataron a 25.166 mujeres víctimas de una violación en todo el país, es decir, más de dos por hora. Es la cifra más elevada que ha registrado la organización en RDC y supone un incremento de casi el 152% respecto a otros años, cuando los equipos trataron a una media de 10.000 pacientes al año. Entre enero y mayo de 2024, solo en la provincia de Kivu Norte, atendieron a 17.363 mujeres, lo que representa el 69% del total de víctimas atendidas en 2023.
El conflicto actual ha provocado desplazamientos masivos. Más de 600.000 personas viven en condiciones inhumanas y carecen de alimentos, cobijo y servicios básicosVirginie Napolitano, coordinadora de emergencias de MSF
“El conflicto actual ha provocado desplazamientos masivos. Más de 600.000 personas viven en condiciones inhumanas y carecen de alimentos, cobijo y servicios básicos”, alerta Virginie Napolitano, coordinadora de emergencias de MSF. Estas condiciones de vida insalubres agravan la vulnerabilidad de las mujeres, que se ven obligadas a aventurarse fuera de los campamentos para buscar leña u otros medios de subsistencia para sus familias. Los atacantes se aprovechan de estas situaciones precarias. “Los agresores están en todas partes”, reitera Napolitano. “Ya sea en los campos, en los bosques o en los propios campamentos, estas mujeres están constantemente expuestas a la violencia sexual”.
Laurianne la volvió a sufrir. Seis meses después de ser víctima de una violación, sintió “un cuerpo extraño” en su vientre. “Decidí volver a ver al médico de MSF para saber qué tenía. Por desgracia, estaba embarazada de seis meses. Quería abortar, pero era difícil porque el embarazo ya estaba avanzado. Al final di a luz y tuve que ocuparme de tres niños en lugar de dos”. Ante esa situación, se vio obligada a regresar al bosque para cortar leña, venderla y encontrar una forma de ganar dinero. “Cuando llegué, me encontré con tres hombres armados y me violaron de nuevo. Empecé a sangrar profusamente y volví a que me trataran. Hoy me encuentro mejor y recibo consejos de los médicos”, recuerda Laurianne, aunque no se olvida de que aquel día “murió por dentro”.
La urgencia de buscar ayuda
El 75% de las supervivientes de violencia sexual en RDC acuden a MSF en las 72 horas siguientes a la agresión, según fuentes de la organización. “Nuestros servicios son relativamente conocidos y aceptados por la comunidad”, afirma Napolitano. Y continúa: “Nuestra misión es proporcionar apoyo médico y psicológico inmediato; distribuimos medicamentos posexposición para prevenir el VIH y otras infecciones de transmisión sexual, y ofrecemos vacunas contra la hepatitis B y el tétanos. También ofrecemos anticonceptivos de emergencia y practicamos abortos cuando es necesario”.
Anifa (nombre ficticio) es otra de las miles de mujeres violadas en RDC. Las lágrimas ruedan por su rostro mientras intenta encontrar las palabras para describir lo que ha soportado desde que vive refugiada en un campamento de desplazados cerca de Goma, la capital de Kivu Norte. “Mi marido murió hace poco en un naufragio en el lago Kivu. Él era quien nos traía comida. Mis amigos me animaron a que buscara alimentos para mis hijos, y por eso fui al monte”, cuenta, en un relato que tiene muchas similitudes con el de Laurianne. “Cuando llegamos al campo, empezó a llover. Mis amigos me dijeron que como se hacía de noche y yo caminaba despacio, tenían que marcharse sin mí”. “Luego vi a unos hombres con armas blancas. Me agarraron cuando intenté escapar. Me preguntaron qué hacía allí. Les dije que había ido a buscar comida para mis hijos. Me dijeron que si me iba, me mataban. Me maltrataron, me arrancaron la ropa y me violaron. Nadie me ayudó. Eran cuatro. Después de aquello, no tuve fuerzas para levantarme y volver al campo. Me quedé tumbada en el suelo, llorando”.
Uno de los mayores obstáculos para atender a las supervivientes es el tabú que rodea a la violencia sexual. “A menudo se estigmatiza a las víctimas”, explica Napolitano. “Temen ser rechazadas por sus familias y comunidades. El silencio impide a muchas mujeres buscar ayuda”. Además, los costes del transporte desde los campamentos y las condiciones de seguridad complican el acceso a los servicios sanitarios.
“Hay que mejorar las condiciones de vida en los campamentos, garantizar una distribución regular de alimentos y desarrollar actividades generadoras de ingresos para reducir la dependencia de la explotación sexual”, enumera Napolitano. También subraya la importancia de reforzar la prevención y sensibilizar sobre la masculinidad positiva, así como de trabajar con las autoridades para combatir la impunidad de los agresores. “Es esencial romper el ciclo de impunidad y hacer justicia a estas mujeres”, afirma con contundencia.
Mientras, mujeres como Anifa y Laurianne intentan reconstruir su vida. “Lo único que quiero es vivir en paz”, concluye Anifa, con la mirada baja y manos temblorosas. “Quiero olvidar. Pero nunca olvidaré”.