El calvario de los apátridas: vivir cuando no existes oficialmente ni tienes derechos
Millones de personas no pueden casarse, conseguir un empleo, tener una cuenta en el banco ni recibir servicios básicos. La solución es viable: otorgarles una nacionalidad
¿Qué harías si, de pronto, te dieras cuenta de que tu identidad ha sido borrada? ¿Qué harías si descubrieras que ya no tienes pasaporte, licencia de conducir, tarjetas bancarias, certificado de nacimiento ni ningún otro documento que acredite tu existencia o tu ciudadanía?
Oficialmente no existes, así que no puedes conseguir un empleo, tener una cuenta en el banco ni recibir servicios básicos. Aun así, tu familia necesita comer, de manera que aceptas cualquier trabajo, sin importar que sea en el sector informal, que te paguen poco ni que sea peligroso. Quizás pienses en llamar a alguien de tu familia para pedir ayuda, pero tu teléfono no funciona porque la tarjeta SIM también se esfumó. Además, te percatas de que no hay registros de tu hija en ninguna escuela, así que no se puede matricular y no puede asistir a clases.
¿Acabas de conocer al amor de tu vida? Es probable que ni siquiera podáis contraer matrimonio. Tu expediente médico no existe, por tanto, si enfermas o te lesionas, nadie podrá asistirte. Al no tener una nacionalidad ni gozar de los derechos que la acompañan, vives con miedo de sufrir abusos, de que te arresten o detengan, incluso de que te expulsen de tu propio país.
Al no tener una nacionalidad ni gozar de los derechos que la acompañan, vives con miedo de sufrir abusos, de que te arresten o detengan, incluso de que te expulsen de tu propio país
Esto es apenas un asomo a la realidad de las personas apátridas (aunque en muchos casos la apatridia no se presenta de un momento a otro, sino que las personas padecen sus consecuencias desde que nacen).
Quizás el calvario por el que pasó Tebogo te ayude a comprender aún más. Tebogo nunca conoció a su padre; su madre murió a causa de una enfermedad; y ninguno de sus abuelos contaba con documentos de identidad porque el antiguo régimen de apartheid en Sudáfrica consideraba que las personas no blancas no los necesitaban. Tebogo libró una batalla que duró 10 años para obtener un certificado de nacimiento con el que, en 2023 (cuando tenía 25 años), finalmente logró acreditar su nacionalidad sudafricana.
O también la historia de Meepia, en el norte de Tailandia, quien fue abandonada cuando era una bebé y fue criada por familiares que también eran apátridas. Durante años, para ella fue muy difícil conseguir un empleo, gozar de derechos básicos y recibir servicios. Meepia finalmente logró obtener la ciudadanía tailandesa a los 34 años.
Estas son tan solo dos historias que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, puso de relieve recientemente. Meepia y Tebogo son solo dos de los más de 4,4 millones de personas cuya nacionalidad se desconoce, o bien han sido reportados como apátridas. Es muy probable que la cifra real sea mucho más elevada: cuando una persona es invisible, no se le considera en las estimaciones; además, los datos disponibles abarcan apenas la mitad de los países que hay en el mundo.
Las personas apátridas se sienten en un limbo, como si vivieran en las sombras, sin un sentido de pertenencia. El problema persiste aunque la solución es viable: otorgarles una nacionalidad
La apatridia causa estragos. Las personas apátridas se sienten en un limbo, como si vivieran en las sombras, sin un sentido de pertenencia. El problema persiste aunque la solución es viable: otorgarles una nacionalidad. En un mundo en el que casi todo depende de que se nos reconozca la ciudadanía, esta injusticia es tremenda.
Para afrontar este desafío, ACNUR ha estado al frente de la campaña #IBelong [”pertenezco”, en inglés] los últimos 10 años. En ese lapso, más de 565.900 personas apátridas han adquirido la nacionalidad. Por ejemplo, hace un par de años, Kenia le otorgó la nacionalidad a miembros de los pueblos makonde, shona y pemba. Kirguistán, por su parte, es el primer país que resolvió todos los casos de apatridia de los que se tenía conocimiento.
Turkmenistán es el segundo país que acabó con la apatridia; y muchos Estados en Asia central están siguiendo su ejemplo. Vietnam ha estado combatiendo la apatridia que aqueja a antiguos refugiados de Camboya y a otros grupos étnicos minoritarios. Muchos otros países han adoptado leyes para evitar que niñas y niños nazcan siendo apátridas.
No obstante, la apatridia persiste. En ocasiones, es el resultado de actos de discriminación por motivos de identidad étnica o racial, religión, lengua o género. En algunos países, la propia ley les ha arrebatado la nacionalidad a grupos que son objeto de persecución, sin importar que hayan habitado el territorio por generaciones. El pueblo rohinyá, por ejemplo, es uno de los grupos más afectados, pues quienes a él pertenecen son apátridas dentro y fuera de Myanmar: la ley de ciudadanía del país es discriminatoria y las personas rohinyá fuera de Myanmar son apátridas y refugiadas.
Veinticuatro países aún no permiten que las mujeres transmitan la nacionalidad a sus hijas e hijos. En consecuencia, si el padre es apátrida, si no se sabe quién es, si se encuentra desaparecido o si ha muerto, niñas y niños se convierten en apátridas
Veinticuatro países aún no permiten que, en igualdad de derechos con los hombres, las mujeres transmitan la nacionalidad a sus hijas e hijos. En consecuencia, si el padre es apátrida, si no se sabe quién es, si se encuentra desaparecido o si ha muerto, niñas y niños se convierten en apátridas, lo cual se traduce en otra injusticia que se combina con la discriminación por razones de género.
A veces, las causas de la apatridia no son tan perniciosas: cabe la posibilidad de que las leyes de nacionalidad de un país no sean capaces de evitar que las personas se conviertan en apátridas, o quizás existen obstáculos burocráticos que impiden o dificultan la adquisición o la acreditación de la ciudadanía o el registro de los nacimientos.
Es necesario emprender acciones concretas. Muchos países no han llevado a cabo reformas que otorguen la nacionalidad a las personas apátridas y prevengan la apatridia infantil. Por otra parte, si bien varios países se adhirieron recientemente a las convenciones de 1954 y de 1961 sobre apatridia, menos de la mitad de los Estados miembros de la ONU son signatarios de estos instrumentos. Además, no se están registrando millones de nacimientos en el mundo, lo cual aumenta el riesgo de apatridia.
Nunca antes había sido tan urgente hacer algo al respecto. Por este motivo, ACNUR ha creado la Alianza Global para acabar con la Apatridia. En ella convergen Estados, agencias de la ONU, representantes de la sociedad civil, organizaciones dirigidas por personas apátridas y muchas otras partes interesadas con el propósito de colaborar, compartir buenas prácticas, replicar los esfuerzos por prevenir y acabar con la apatridia, impulsar reformas en políticas y legislación, y escuchar la voz de las personas apátridas.
Este esfuerzo va mucho más allá de las necesidades cotidianas. Se trata de la necesidad humana de pertenecer, de no ser ignorado, de gozar de derechos plenos, como lo hace el resto de la ciudadanía. No hay justificación para que exista la apatridia, y las soluciones están al nuestro alcance. La apatridia es un problema causado por el hombre que debemos erradicar de una vez por todas.