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La vida de las afganas después de más de 1.000 días sin educación: “Les ruego que dejen que estudiemos”

Han pasado más de tres años desde que los talibanes prohibiesen la educación para las mujeres en Afganistán. Muchas adolescentes se han visto obligadas a casarse o quedarse en casa, a cargo de las tareas domésticas. Esta muestra fotográfica de Unicef recupera los testimonios de las víctimas que a las que han arrebatado su derecho a formarse

Han pasado más de 1.000 días desde que se prohibió oficialmente a las niñas afganas asistir a la escuela secundaria (que suele ser para alumnas a partir de los 12 años). Desde aquel 23 de marzo de 2022 ha pasado el tiempo equivalente a 3.000 millones de horas de aprendizaje. La prohibición afecta a un millón y medio de niñas. Esta exclusión sistemática no solo vulnera su derecho a la educación, sino que también conlleva oportunidades perdidas y un deterioro de su salud mental. Una adolescente víctima del matrimonio infantil en Afganistán cuenta que cada vez más familias casan a sus hijas temprano. “Es lo que me pasó a mí. Cuando me casé a finales del año pasado, tenía 17 años”. El sueño "destrozado" de esta adolescente era ser doctora. Mark Naftalin/UNICEF
Desde que se casó, su esposo le prohíbe salir y estudiar. “No quiero quedarme en casa todo el tiempo y no hacer nada. Espero que ninguna otra niña tenga que pasar por esto y que todas podamos recibir una educación. Les ruego que dejen que estudiemos”, reclama esta víctima. La educación, además de ofrecer oportunidades a las mujeres, las protege del matrimonio precoz, las hace más resilientes frente a la desnutrición y otros problemas de salud y les da más herramientas para afrontar desastres como las inundaciones, las sequías y los terremotos que a menudo azotan el país. Las consecuencias de la prohibición no solo les afectan a ellas, sino que afectan a la sociedad afgana en su conjunto, al agravar la crisis humanitaria actual y repercutir gravemente en la economía y la trayectoria de desarrollo del país.Mark Naftalin/UNICEF
En la fotografía, Bibi Gul —nombre ficticio por temor a las represalias—, afgana de 17 años, frente a un espejo de su casa el 8 de junio. Lleva puesto su anillo de compromiso. La sacaron de la escuela cuando estaba en octavo grado (en el que estudian chicas de entre 14 y 16 años) y sintió que su infancia había terminado, que ya era una adulta. “Recientemente me comprometí y lo peor es que mis padres ni siquiera me obligaron, simplemente perdí la esperanza y no pensé que tendría la oportunidad de hacer realidad mis sueños. Acepté la propuesta de matrimonio aunque mi prometido es mucho mayor que yo. No habría aceptado casarme si pudiera ir a la escuela”, explica. Los nuevos datos sobre hogares de la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS) de Unicef demuestran que, cuanto mejor educada esté una niña, más probabilidades tendrán ella y sus hijos de sobrevivir y prosperar en Afganistán, especialmente si termina la educación secundaria. AMIN MEERZAD / Unicef
Meher Afarin Zariq, de 16 años, iba a empezar el undécimo grado en la Escuela Secundaria Rabia Balkhi en Kabul, la capital de Afganistán, cuando los talibanes prohibieron a las mujeres estudiar Secundaria. Zariq vive con sus padres, tres hermanas y dos hermanos en el distrito de Nawabad, en el centro del país. Está muy molesta porque ya no se le permite ir a la escuela, mientras que a sus hermanos sí. Extraña mucho a sus amigas de clase. Le encantaban las matemáticas y la química, y era la mejor de su clase. Hoy todavía sigue las lecciones que se dan en la televisión. “Quiero ser doctora. Desearía que la escuela reabriera para poder volver a estudiar y lograr mis metas”, dice.MOHAMMAD HAYA BURHAN / Unicef
Sharifa, de 15 años, ayuda con los estudios a su hermana Madina, de 13—ambos nombres son ficticios—. Ambas han estado fuera de la escuela durante casi tres años. “Todas teníamos muchos sueños, como cursar una carrera. Me siento muy desmotivada y rara vez disfruto las cosas que solía disfrutar antes. Algunos días siento una profunda tristeza y lloro cuando recuerdo que mi única oportunidad de tener un futuro estable me ha sido arrebatada”, resume Sharifa. Esta afgana también lamenta haber perdido el contacto con sus compañeras de clase, a las que no ha visto en mucho tiempo. Unicef, que provee estas imágenes, ofreció educación a 686.000 niños afganos (el 60% de ellos, niñas) a través de 21.355 clases en 2021.AMIN MEERZAD / Unicef
Lateefa, de 42 años, consolando a su hija Zainab —los dos nombres son ficticios— el 8 de junio. La niña llora al hablar sobre sus tres años fuera de la escuela. “Al igual que mi hija, yo tenía muchos sueños, y tampoco pude hacerlos realidad. Nuestra familia huyó de Afganistán después de la toma del poder por parte de los talibanes en 1996 y tuve que dejar la escuela cuando estaba en sexto grado”, denuncia Lateefa, que tiene dos hijos y tres hijas. Añade que Zainab está muy deprimida por no ir al colegio. “Estoy muy preocupada por su bienestar, ya que se siente muy sola por no ver a sus amigos”. Lateefa insiste en que una vida sin educación se hace muy difícil. “Ni siquiera puedo ayudar a mis propios hijos con sus estudios y eso me duele profundamente”, lamenta. AMIN MEERZAD / Unicef
Zainab estudiando inglés en casa. “Pasaba la mitad de mi día en la escuela y el resto del tiempo estudiaba en casa", recuerda de su vida anterior al cierre de los colegios para niñas. "Ahora, simplemente, hago tareas domésticas y solo asisto a un curso de inglés”, comenta Zainab. La joven llora cuando ve sus libros y se da cuenta de cuánto extraña ir a la escuela y estar con sus amigos y profesores. “Conozco a chicas de mi clase que se casaron este año porque dejaron de creer que tendrían la oportunidad de hacer realidad sus sueños. Les ruego que no se rindan. Es difícil mantener la esperanza, pero es la única forma que tenemos de sobrevivir”, reivindica. AMIN MEERZAD / Unicef
Dos niños en Afganistán pasan junto a un mural dañado en el que aparece una niña afgana. El texto de la pared (a la derecha) habla de las virtudes de la educación de las niñas. Según datos de Unicef de 2021, el 28% de las afganas entre 15 y 49 años se habían casado antes de cumplir los 18. Los talibanes decretaron a finales de ese año que las mujeres no debían ser consideradas "propiedad" y que tenían que consentir el matrimonio, pero organizaciones de derechos humanos denuncian que los matrimonios infantiles se han disparado debido a la pobreza y la falta de oportunidades.Mark Naftalin/UNICEF
Ferzana —nombre ficticio—, de 13 años, mira por la ventana de su casa. Ha estado fuera de la escuela durante el último año después de terminar el sexto grado, el último que los talibanes permiten cursar a las chicas. “A veces desearía ser un niño para poder seguir yendo a la escuela, estudiar y jugar con mis amigos”. Esta adolescente cree que las mujeres están condenadas a permanecer analfabetas en Afganistán por el resto de sus vidas y “enfrentarán muchos desafíos”. Cuando Ferzana se despierta por la mañana, se queda en casa y ayuda a su madre con las tareas del hogar.AMIN MEERZAD / Unicef
Dos adolescentes caminan junto a una escuela que tiene agujeros en la fachada por disparos en Afganistán. Cientos de escuelas resultaron dañadas o fueron destruidas durante los años de conflicto en el país, privando a decenas de miles de niños de la posibilidad de acceder a una educación.Mark Naftalin/UNICEF