EL PAÍS

Una ola de calor extremo en Asia deja a millones de niños sin colegio y pone en riesgo su salud

Temperaturas por encima de los 40 grados obligan a las autoridades a suspender las clases presenciales en Bangladés, Filipinas y partes de India. Deshidratación, enfermedades cardiovasculares, falta de juego y cortes de luz, empeoran la calidad de vida de los menores

Un niño hacía los deberes el viernes en su casa en Manila (Filipinas), tras la suspensión de las clases presenciales
Un niño hacía los deberes el viernes en su casa en Manila (Filipinas), tras la suspensión de las clases presencialesLisa Marie David (REUTERS)

Demasiado calor para concentrarse en la escuela, pero también para jugar en la calle o permanecer en casas pequeñas, sin ventiladores o aire acondicionado, y con cortes de electricidad frecuentes por el aumento de la demanda. Es la situación que están afrontando millones de niños en el sur y sudeste de Asia, abrasada en las últimas semanas por olas de calor extremo, con temperaturas que superan los 40 grados Celsius, y una sensación térmica que puede ser cinco o seis grados mayor por el nivel de humedad.

Bangladés ha decretado una segunda semana de cierre de los colegios de primaria y secundaria, que afecta a unos 33 millones de alumnos. En Filipinas, la enseñanza presencial se suspende o recorta en función del nivel de alerta y se alterna con una enseñanza online que difícilmente llega a todos. En la India, las vacaciones escolares se han adelantado en algunos Estados, mientras que en otros las clases comienzan antes y acaban sobre las diez y media de la mañana. “A veces el calor se puede soportar, pero otras, es como si no hubiera suficiente aire, como si tuvieras que boquear para respirar, especialmente en la costa, donde se han registrado 49º”, describe Gemma Castillo-Goliat, directora de la ONG Educo en Filipinas, a través de videollamada.

Abril suele ser un mes más caluroso en las regiones de Asia meridional y sudoriental, pero El Niño y el cambio climático están llevando este año las temperaturas a niveles particularmente elevados, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que la semana pasada publicó un informe sobre el estado del clima en el continente en 2023 que alertaba de que este se está calentando más rápido que la media mundial. “Muchos países de la región experimentaron en 2023 su año más caluroso jamás registrado, junto con un aluvión de condiciones extremas, desde sequías y olas de calor hasta inundaciones y tormentas. El cambio climático exacerbó la frecuencia y la gravedad de esos fenómenos”, afirmó Celeste Saulo, secretaria general del organismo de la ONU.

Dos niños se protegían del sol con trozos de poliespán en Daca (Bangladés), el domingo.Mohammad Ponir Hossain (REUTERS)

En lo que va de 2024, las condiciones extremas registradas en Asia siguen las tendencias señaladas en el informe, según Ko Barrett, secretaria general adjunta de la OMM, que en la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico, reunida el 23 de abril, afirmó que “el calor extremo se está convirtiendo cada vez más en el gran asesino silencioso”. “La mortalidad relacionada con el calor está muy infradeclarada, por lo que la verdadera magnitud de las muertes prematuras y los costes económicos, en términos de reducción de la productividad laboral, pérdidas agrícolas y tensión en la red eléctrica, no se refleja con exactitud en las estadísticas”, advirtió. En Tailandia, se habían registrado a mediados de abril 30 muertos por calor, frente a los 37 en todo 2023, según el Ministerio de Sanidad. Países como Myanmar, Vietnam o Laos están batiendo récords de temperatura. El reputado meteorólogo Scott Duncan resumía la situación en este hilo en X:

Bangladés es uno de los países donde el cambio climático es más palpable: olas de calor, inundaciones, sequías. Ahora mismo [a las diez de la noche], estamos a 39 grados con 70% de humedad. La mayoría de las escuelas y edificios públicos no están adaptados”, cuenta en conversación telefónica Miguel Mateos Muñoz, jefe de comunicación de Unicef en este país. “Estamos viendo cómo se está ampliando la brecha educativa. Llevábamos ya tres semanas de parón por el Eid-al-Fitr, la fiesta del fin del Ramadán, y si le sumas 10 días más sin clase, el curso se acorta, pero la materia es la misma. Alguien en un colegio privado puede seguir métodos online, pero en los públicos, la mayoría de los niños no tienen esa posibilidad. No pueden aprender en casa, porque no tienen materiales, y el calor es insufrible”, añade.

“En el típico pueblo rural en Bangladés, muchas casas tienen techos de zinc, así que cuando hay sol, se convierten en un infierno. El problema es que cuando se cierra la escuela, los niños vuelven a esas casas”, describe Abdul Hamid, director de Educo en este país al este de la India. Durante los días sin clase, cuenta en videollamada, algunos profesores dejan tareas para que los niños hagan en casa, pero la mayoría de los niños, un 80%, no tienen acceso a internet.

Menos horas de clase

El aprendizaje remoto que muchos países implantaron durante la pandemia de covid está sirviendo en Filipinas como alternativa. Cuando los índices de calor previstos alcanzan niveles peligrosos, el Departamento de Educación, en colaboración con los gobiernos locales, reduce las horas de clase a entre dos y cuatro horas diarias, frente a las ocho habituales, o decreta el llamado Modo Alternativo de Enseñanza, que puede ser online o con módulos de aprendizaje que se distribuyen a los estudiantes. Estas medidas suelen producirse dos o tres veces por semana, y afectan a 3,6 millones de alumnos en 5.000 escuelas del país, según los datos de Educación.

Desde la covid, la idea es que en todos los hogares haya al menos un teléfono para que los niños lo utilicen. “Si hay un solo móvil, se turnan. Los padres han de guiar o estar con sus hijos cuando hacen clases en línea, así que si están trabajando, puede ser muy difícil. Le puede tocar a cualquier pariente, o incluso a los hermanos mayores”, explica Castillo-Goliat. Pero “hay comunidades que ni siquiera están conectadas a la red eléctrica. Entonces, ¿qué hacen?”, se pregunta.

Acudir al colegio con estas temperaturas también tiene repercusiones. Castillo-Goliat cuenta que muchos de los alumnos de las escuelas públicas caminan kilómetros para llegar. “Cuando empiezan las clases, ya están cansados o deshidratados, en centros donde no hay la ventilación adecuada”, lo que provoca “dolor de cabeza, agotamiento, incluso desmayos”.

“El malestar relacionado con el calor y la deshidratación pueden afectar a la capacidad de los niños para concentrarse y aprender, especialmente en entornos escolares sin sistemas de refrigeración o ventilación adecuados. Esto puede afectar al rendimiento académico y a la función cognitiva de los niños”, confirma por escrito Salwa Aleryani, especialista en Salud en la oficina regional del Este de Asia y Pacífico de Unicef.

Falta de sueño y depresión

“La exposición de los niños a las olas de calor provoca un estrés térmico que va desde problemas de salud leves, como deshidratación y aumento de la temperatura corporal, hasta graves, como enfermedades cardiovasculares, insuficiencia orgánica, disfunción muscular y nerviosa, e incluso la muerte. Pueden agravar problemas respiratorios como el asma”, detalla Aleryani. Las olas de calor también “están relacionadas con un aumento de los problemas de salud mental en niños y adolescentes, como estrés, ansiedad, falta de sueño y desencadenamiento de episodios de depresión”.

La experta advierte de que “es probable que la exposición al calor, el retraso del crecimiento y la emaciación [adelgazamiento patológico] estén relacionados, y que haya graves repercusiones en la nutrición infantil debido a la inseguridad alimentaria” causada por las sequías y la pérdida de cosechas.

La menor asistencia escolar y el cierre de escuelas provocan además “aislamiento social y falta de actividades físicas”, según Aleryani. Una consecuencia, en países como Bangladés, es que “se deja de controlar que las niñas vayan a clase, y están más expuestas a la violencia e incluso al matrimonio infantil”, advierte Mateos Muñoz.

Los efectos del calor extremo van más allá del aprendizaje y la salud. “Afecta a la calidad de vida de los niños, incluso a su derecho a jugar”, recuerda Gurupradad Rao, director de Educo en la India. En muchos Estados de este país, las vacaciones comienzan en abril. En los que había clases hasta mayo, en algunos casos han adelantado el descanso, mientras que en otros, se han concentrado las clases en las primeras horas de la mañana. Se calcula que la medida ha afectado a unas 70.000 escuelas, aunque es difícil obtener datos precisos por la variedad de sistemas.

Rao explica que este periodo vacacional se suele aprovechar para realizar “viajes espirituales o reuniones familiares. Debido al calor, esas actividades se reducirán, y en particular el que los niños jueguen fuera de casa, con sus amigos y vecinos. Los niños necesitan jugar para su desarrollo integral”.

Financiación para los países vulnerables

Ante unas perspectivas nada halagüeñas, de calentamiento y fenómenos extremos, Ida Strømsø, asesora en cambio climático para Save the Children, llama a que los políticos “tomen medidas urgentes” para limitar a 1,5 grados el calentamiento sobre los niveles preindustriales. “Necesitamos reducir las emisiones y garantizar una transición justa y verde en cada país a una velocidad mucho mayor”, afirma en videollamada.

También pide que “mucha más financiación para el clima vaya de los países ricos a los más pobres y vulnerables”. Y que esta tenga en cuenta “las consecuencias específicas sobre los niños”. Así, Strømsø aboga por que “la financiación se destine directamente a apoyar la forma en que los niños se ven afectados por la crisis climática, por ejemplo, para aumentar la resiliencia de las escuelas” cuando hay inundaciones.

Salwa Aleryani recomienda “proteger a los niños adaptando los servicios sociales esenciales, como la sanidad, el agua y el saneamiento y la educación, para que resistan las olas de calor y otras perturbaciones. Es necesario equipar las escuelas (persianas, instalaciones de refrigeración, agua) y formar a los profesores sobre la prevención y el tratamiento de las enfermedades leves relacionadas con el calor”.

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