El oasis marroquí acorralado, entre la falta de agua y el éxodo rural

‘Antes de que desaparezca’ es el título de la serie fotográfica con que el artista M’hammed Kilito quiere dejar testimonio de este patrimonio ancestral de la cultura nómada, amenazado por la sobreexplotación y la emergencia climática

Los restos de un dromedario muerto en el desierto, cerca del oasis Tighmert (Marruecos), en abril de 2020.©M'HAMMED KILITO (WWW.KILITO.COM / VII Mentor Program) (www.kilito.com)

El oasis es la barrera ecológica a la voracidad del desierto. Hábitat de hombres y mujeres que lo cultivaron a través de milenios, hoy resulta uno de los espacios naturales más amenazados del planeta, debido a la erosión provocada por las prácticas extractivas contemporáneas y el cambio climático.

Desde tiempos lejanos, en las regiones saharianas y presaharianas de Marruecos abundan estos ecosistemas sustentados en la sombra de las palmeras datileras, que protegen del sol inclemente a los suelos fértiles que, de esta manera, pueden conservar la humedad. El dátil, símbolo del oasis histórico, también es un pilar importante de la economía de las poblaciones de las zonas áridas.

Dentro del patrimonio inmaterial ancestral de la cultura nómada, estos escenarios de biodiversidad que se erigieron en torno a fuentes de agua, acuíferos permanentes (como el de la planicie de Tafilalet y el palmeral de Guelmim) o en valles contorneados por el río Draa y el Ziz, en décadas recientes han perdido su equilibrio original. Por un lado, hubo en el último siglo una disminución de árboles (en la pasada centuria habrían desaparecido nada menos que dos tercios de sus 14 millones de palmeras, según cifras oficiales) y, por otro, una merma en la productividad de las datileras.

A las largas sequías que provoca el calentamiento global se ha sumado el agotamiento de algunos manantiales debido a la sobreexplotación de las aguas subterráneas, la sobrecarga territorial, el pastoreo intensivo y el cultivo de especies incompatibles entre sí. De ahí que, en una de estas regiones, en Zagora, la población —que ya venía sufriendo importantes perjuicios económicos en los últimos años— protagonizara, en 2017, las llamadas manifestaciones de la sed.

Rivalidades entre los cultivos

La palmera datilera requiere de poca agua y florece en suelos arenosos junto a las zonas de cultivo de ciertos cereales, de la henna o el azafrán, pero compite en desventaja con la sandía, que le ha ido ganando terreno y humedad, porque su planta necesita demasiado riego para la disponibilidad hídrica que hay en esas regiones. Lo que suele suceder allí es que las capas freáticas se salinizan o se secan porque, además de la agroindustria, hay otros grandes requerimientos de agua provenientes de infraestructuras turísticas o de instalaciones de energía solar.

Por eso resulta vital registrar lo que aún queda del oasis.

Before it’s gone (antes de que se haya ido) es, pues, el título de este proyecto fotográfico a largo plazo, que destaca el complejo y multidimensional problema de la degradación de los suelos y su impacto en sus habitantes. En los últimos años, el fotógrafo marroquí M’hammed Kilito (VII Mentor Program) recorrió los oasis del sur de Marruecos y constató que el avance de la desertificación y los cambios en las prácticas agrícolas ocurrían en paralelo a un éxodo rural continuado.

Con el oasis en serio riesgo de extinción, esta investigación gráfica se propone una mejor comprensión de las prácticas, las fortalezas y las dificultades a que se enfrenta, a fin de revalorizar estos espacios patrimoniales y aportar visibilidad para su mejor conservación. En estos sitios emblemáticos, en los que los caravaneros calmaron la sed e intercambiaron libros, saberes y mercancías, la sostenibilidad aún es posible.

Lo que queda del oasis de Tanseest, a 15 kilómetros de la ciudad de Assa, es este grupo de palmeras que un día fueron la promesa del agua en el desierto. El verde de sus hojas anunciaba vida. La foto data de abril de 2020. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
El encuentro con Hicham, en el oasis Tighmert, en abril de 2020, ayuda a comprender el abandono de esas regiones áridas y empobrecidas por parte de los jóvenes que emigran a Europa. Hicham logró llegar a Francia y permaneció allí, entre trabajos precarios y dificultades de todo tipo, durante un año. Cuando decidió volver a Marruecos, nadie compartió su decisión ni lo animó, ni siquiera su propia familia. Hoy vive en Agadir y trabaja en una asociación que ayuda a la integración de niños en situación de calle. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Esta es la única fuente de agua en el oasis Tighmert. Estos pozos representan una innovación que ha hecho posible recuperar áreas desertificadas para su cultivo. Aquí se consume agua a demanda, como si fuese un recurso infinito, lo que ha hecho que, en los últimos cinco años, la disponibilidad de agua en ese oasis próximo a la ciudad de Guelmim caiga drásticamente. Agosto de 2020. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
La familia de Mohammed es una de las cuatro que todavía viven en la localidad de Ait M’hanned, cerca del oasis Tighmert. Hubo un tiempo en que en esa aldea había unos cien hogares. Él explica que por el cambio climático y la falta de trabajo en la región, muchos de sus habitantes han tenido que mudarse a ciudades como Guelmim y Agadir. Abril de 2020.©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Chilabas, una bandeja para servir el té, una guirnalda olvidada y la foto del familiar que ya no está componen la escena, en la que también hay una radio, que constituye el vínculo de siempre con lo que sucede más allá de las dunas. Es el interior de una casa en Zagora. Abril de 2022. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Sistema tradicional de distribución de agua en el oasis de Figuig. El agua compartida se hereda y se traspasa, a través de su venta o de otros acuerdos, como puede ser una boda. Diciembre de 2021.
Hamdani es un granjero en el oasis de Zagora, un lugar ferozmente afectado por la escasez de agua. Hamdani le dijo al fotógrafo que agradece a la 'baraka' (buena suerte o bendición) de Dios poder regar sus cultivos cada día”. Abril de 2022. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Oasis de M’hamid El Ghizlane, en abril de 2022. La pastura y las últimas palmeras antes del desierto. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Aquí todos recuerdan el declive de la población de abejas de los años 80 y 90, debido al uso de insecticidas. El oasis Skoura es un lugar que podría desaparecer por la extinción de las abejas. De ahí que Zakia, la apicultora, las proteja con esmero. Abril de 2022.
Las torres de agua se construyen con la aportación de asociaciones y familias que necesitan regar sus cultivos en las zonas áridas. Marzo de 2022.
Una pared de adobe en el oasis Tighmert. Un material ecológico al que el arquitecto Hassan Fathy (Alejandría, 1900-El Cairo, 1989) describiría con una funcionalidad de “cuando éramos nosotros mismos”. Interactuar amablemente con el paisaje puede significar levantar una pared con bloques cuyo armazón es una mezcla de barro con hierbas y ramas secas. El adobe (y no el cemento) es el fruto de “la belleza innata que nos rodea”, en palabras de Fathy.©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Oasis de Merzouga, en abril de 2022. Un hombre se asoma al pozo en el que quizá se refleje, intentando calcular el nivel de agua disponible.©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
La desertificación se consuma. En el oasis de M’hamid El Ghizlane, las dunas se mueven y degluten todo a su paso. Abril de 2022. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
No es una escena decorativa del oasis de Skoura: hay que recolectar sarmientos y las ramas para avivar el fuego que permitirá cocer la cerámica. Es un domingo por la mañana de abril de 2022.©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Palmeras secas en los confines del oasis de M’hamid El Ghizlane. Abril de 2022. ©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Según le cuenta un habitante del oasis Tighmert al fotógrafo, este es un dromedario que se perdió en el desierto y murió de sed. Agosto de 2020. ©M'HAMMED KILITO (WWW.KILITO.COM / VII Mentor Program) (www.kilito.com)
Entre los vestigios del futuro del oasis Tighmert, se contarán los coches, las casas y los jardines que quemó el fuego, en agosto de 2020. Los incendios se hacen cada día más frecuentes en regiones donde la vegetación se ha secado.©M'hammed Kilito (www.kilito.com)
Mohammed y su hermano siguen practicando el trueque con los habitantes del oasis Skoura, salvo cuando hay sequía y los granos son escasos (eso es lo que para ellos significa el concepto "cambio climático"), porque entonces los pobladores no tienen nada que intercambiar ni cómo pagar la vajilla de cerámica que ellos venden. Abril de 2022.©M'hammed Kilito (www.kilito.com)


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