De los pocos médicos que hay en África subsahariana, muchos optan por trabajar en el extranjero
La fuga de cerebros del sur del Sáhara y el Sahel pone en peligro la salud de miles de habitantes. Según datos de la OMS, se necesitan 23 médicos por 10.000 personas para poder atender con calidad a la población. En la región africana solo hay tres
La Unión Europea cuenta con 43 doctores y 99 enfermeros por cada 10.000 habitantes. En África subsahariana, las cifras distan mucho: tiene 3 y 18 respectivamente. Así lo destaca el informe La movilidad laboral como oportunidad para la salud global. Una perspectiva africana, presentado a principios de diciembre en la sala BBK Kuna de Bilbao y elaborado por las fundaciones Anesvad y PorCausa. Se necesitan alrededor de 23 médicos, enfermeras y matronas por cada 10.000 habitantes para brindar servicios esenciales a la población, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los autores del informe destacan dos preocupaciones claves: hay una evidente carencia de sanitarios en los países al sur del Sahara y, de los que hay, muchos deciden marcharse al extranjero.
Esta carencia de facultativos tiene un impacto directo en la salud de las personas. El concepto de “escasez crítica de trabajadores de la salud” fue establecido en 2006 por la OMS y actualmente, al tener en cuenta este criterio, 47 países se encuentran en tal situación, de los cuales 32 (68%), corresponden a países del Sahel y al sur del Sáhara. Y desde 2020, la pandemia absorbió recursos que ya eran escasos, dejando la lucha contra enfermedades como el VIH, la malaria o la tuberculosis —con elevadas prevalencias en esta región— aún más desatendida.
Entre otras variables, la falta de personal está relacionada con el aumento de los casos de malaria entre 2019 y 2020, que según datos de la OMS llegaron a los 14 millones de infectados y las 69.00 muertes ese año. En el campo de la tuberculosis, las pruebas de detección cayeron en un 59% respecto al año anterior y el número de tests realizados de VIH decreció en un 41% en 2020, según datos del Fondo Mundial. En el caso de las llamadas dolencias olvidadas, que afectan a unos 1.700 millones de personas cada año, el quebranto es aún mayor. “Sufren un doble abandono. Por un lado, debido al lugar en el que han nacido y por otro, por padecer una enfermedad tropical”, abunda el documento.
Fátima Djara de Almeida Sania, presidenta de la Asociación Dunia Musso, lamenta profundamente la situación del sector sanitario en Guinea-Bisáu, su país de origen. Según datos del Banco Mundial, por cada 100.000 nacidos vivos en 2017 —los últimos datos actualizados— la tasa de mortalidad materna era 667. Aunque ha habido una mejora desde que comenzaron a registrarse los datos en el año 2000 (1.210) los números son altos. En España, en 2017 solamente hubo cuatro madres fallecidas durante el parto. Este vacío de profesionales también afecta a la esperanza de vida. En el país africano, en 2020 era de 59 años, mientras que en España era de 83, según datos del Banco Mundial y la OMS.
La fuga de cerebros en el África subsahariana
Según Djara, el material médico de Guinea-Bisáu no parece propio del siglo XXI. Y añadió que en su país “no hay voluntad política” para mejorar las condiciones laborales de este colectivo, por lo que “sin dinero, buscan opciones en otros lugares”. Esta precarización del sector ha provocado, se aprecia en el documento, el desplazamiento de profesionales de regiones de ingresos bajos a otros de rentas más altas, lo que implica una “fuga de cerebros, que descapitaliza sectores fundamentales para el normal desarrollo de los países”.
Ejemplo de ello son Esther y Gideon. Esta pareja de ugandeses, directores del Centro Médico Paul & Martha, no descarta migrar si se les presenta una oportunidad. “En el ámbito sanitario, en cualquier otra parte, ganas más dinero, progresas y asciendes más rápido”, narra Gideon a los entrevistadores del estudio de Anesvad y PorCausa, quien se ha quedado a trabajar en su país a pesar de que supone un sacrificio laboral para él. Ella está de acuerdo: “Me gustaría irme si tuviera una oportunidad profesional, porque con lo que gano aquí, es muy poco para mantener el proyecto y todo en general. Si me dieran la opción de irme para trabajar a otro lugar, me iría”.
¿Cómo vas a volver a un país en el que no hay material [sanitario], que tiene a sus trabajadores sin un salario? Podemos tener conciencia, pero si no cobro, no trabajoFátima Djara de Almeida Sania, presidenta de la Asociación Dunia Musso
“Muchos se van a Canadá y otros países del norte, porque es verdad que cuando van allí tienen mejores salarios y no son infravalorados como en Uganda”, explica Gideon. El salario de un doctor en el país africano oscila entre los 147 y los 508 euros al mes, según los datos ofrecidos por Paylab, una plataforma internacional que recopila información sobre los ingresos de los empleados en distintos puestos. El sueldo de un médico canadiense está entre los 1.814 y los 5.019 euros, de acuerdo con la misma plataforma. Djara, que con los fondos de la asociación que dirige planea crear una Casa de la Mujer, ha trabajado mucho en Guinea-Bisáu y ha visto cómo los profesionales sanitarios (y no solamente) llevan años sin cobrar, mientras que “el Presidente se alquila un avión y se dedica a volar por todos lados”, denuncia.
El 6% de los flujos migratorios médicos en Europa proceden de África subsahariana
Entre el público que asistió a la presentación estaba Elvis Gori Molubela, un joven migrante originario de República Democrática del Congo y que ahora cursa un máster en Bilbao. Para él, el problema de la fuga de cerebros radica en una falta de voluntad por parte de los empleados. En su opinión, lo que tendría que hacer la población subsahariana es volver al continente a trabajar. Djara está taxativamente en contra de tal pensamiento: “¿Cómo vas a volver a un país en el que no hay material [sanitario], que tiene a sus trabajadores sin un salario? Podemos tener conciencia, pero si no cobro, no trabajo”.
Aunque existe una amenaza a la sostenibilidad de los sistemas de salud de los países que exportan médicos, “la experiencia ha demostrado que normalmente la migración laboral implica beneficios a largo plazo”, relata el informe. De acuerdo con el documento, las políticas migratorias pueden incentivar la circularidad del talento para optimizar sus beneficios en el desarrollo. Es decir, que puedan salir a formarse o trabajar en el extranjero, pero también puedan quedarse o regresar en condiciones dignas.
El 6% de los sanitarios extranjeros que ejercen en Europa proceden de África subsahariana, según los datos del informe. Para generar un balance más equitativo entre países de origen y destino, y que esta movilidad no deje un vacío de profesionales donde ya son escasos, Anesvad y PorCausa sugieren varias claves a la hora de cooperar en materia sanitaria. La formación es una de ellas. En ello se centra un reciente acuerdo entre la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo y Guinea-Bisáu, y que tendrá una duración de cuatro años. El objetivo es que un equipo de facultativos de Euskadi acompañe de forma continuada el trabajo de las áreas de medicina, cirugía y maternidad del Hospital Nacional Simão Mendes, referencia del país africano, mientras se refuerzan los servicios de diagnóstico (laboratorio y radiología) y la gestión hospitalaria. Con ello, se pretende aumentar la cantidad de especialistas, que son escasos, según explicó Paul Ortega, director de la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo, a excepción de unos pocos formados en Venezuela, Cuba o Brasil.
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