Un brote de cólera pone en peligro la vida de los niños de Siria
World Vision y Unicef alertan de que los daños estructurales en las redes de agua causados por el conflicto y la crisis económica impiden el acceso a agua limpia. Desde el 10 de septiembre se han registrado más de 2.500 infecciones en el norte del país
Ferial Salim es madre de cuatro hijos, con los que malvive en el asentamiento informal de Yawnani, en la ciudad de Raqqa, al noreste de Siria. “Uno de ellos estuvo enfermo durante tres días, con diarrea. Yo no sabía qué tenía”, lamenta esta mujer de 30 años en declaraciones recogidas por Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Lo que tiene su hijo es cólera. Y la suya es una de los miles de vidas de niños que penden de un hilo en Siria, según ha alertado recientemente la organización internacional de ayuda humanitaria World Vision y ha confirmado Unicef. Los casos de esta enfermedad se han casi duplicado desde que el Ministerio de Salud declaró el brote el 10 de septiembre.
Hasta ahora, se han infectado más de 2.500 personas en el norte del país, de las cuales 611 son menores de cinco años, según la ONG. Los niños, sobre todo los que padecen desnutrición crónica y aguda, corren un alto riesgo de desarrollar síntomas graves o incluso de morir. Sin tratamiento oportuno, el cólera puede provocar la muerte en cuestión de horas a entre un 25% y un 50% de los casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Eloisa Molina, portavoz de World Vision, añade: “Una diarrea como la producida por el cólera, tratada inmediatamente, puede reducir al 1% las cifras de fallecimientos. Pero puede acabar con la vida de un menor desnutrido en muy poco tiempo y más en un país como Siria, donde después de diez años de conflicto el acceso a medicamentos y la asistencia sanitaria no están garantizados”.
Ahora, gracias a la información que le han proporcionado los voluntarios en Yawnani, Salim ya sabe que el cólera es una enfermedad bacteriana causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados y que provoca diarrea acuosa aguda y vómitos que conducen a la deshidratación. Los casos más leves, se tratan con sales de rehidratación oral. Sin embargo, los graves requieren de líquidos intravenosos y antibióticos rápidamente, según la OMS. Además, acceder a un suministro de agua segura es imprescindible para frenar la propagación. Pese a conocer todo esto, Salim no tiene muchas opciones. “La mayor parte del tiempo, cuando no hay agua en este sitio, la traemos del río. No está limpio, pero esta es la única fuente que tenemos”, lamenta. Según World Vision, solo el 22% de las personas que viven en asentamientos informales disponen de recursos hídricos suficientes en las zonas afectadas, y la gran mayoría de los desplazados internos (95%) no pueden permitirse el tratamiento para esta dolencia. “Incluso cuando cuentan con instalaciones de salud públicas. La urgencia de la situación no puede ser más grave”, afirma el director de respuesta de la ONG.
¿Por qué ahora?
En Siria, no se registraba un brote de cólera así desde 2009. Molina aclara lo que está pasando ahora: “Se juntan una serie de casuísticas que hacen que la situación sea horrible. Primero, diez años de conflicto han destruido la infraestructura nacional de agua, por lo que en este momento la población está accediendo a ella de la forma más rudimentaria, a través del Éufrates o de perforaciones creadas por las propias comunidades, que pueden estar contaminados de cólera. Segundo, el noreste del país sufre la peor sequía de los últimos 70 años, según la ONU. No es que no haya agua potable, es que no hay agua. Ni subterránea ni en el río. Si lloviera, al menos se podrían producir embalses u otros mecanismos de retención de aguas. Y tercero, esta sequía, junto con la subida del trigo por el conflicto en Ucrania, han provocado una escasez de alimentos brutal”.
Diez años de conflicto han destruido la infraestructura nacional de agua. En este momento la población está accediendo al agua de la forma rudimentaria, a través de perforaciones realizadas por las propias comunidades
Por todo esto, es inminente un aumento dramático de la mortalidad en las próximas semanas, avisan desde World Vision, que ha estado entregando suministros de emergencia de agua y saneamiento a las comunidades desplazadas y de acogida en Siria desde 2013. “En 2009, la situación en el país no era tan dramática. Ahora, el sistema de salud está diezmado, y el tratamiento médico y las capacidades para responder al brote son escasas”, lamenta Molina. Y hace un llamamiento: “Pedimos a todos los gobiernos y donantes internacionales que agilicen el apoyo con fondos adicionales para materiales de desinfección del agua, medicamentos sanitarios y equipos para el tratamiento del cólera. En definitiva, que el mundo incluya a Siria entre sus prioridades”.
Los fondos requeridos para el plan de tres meses de respuesta a este brote ascienden a 34,2 millones de dólares, según la solicitud de la OMS a finales de septiembre.
Los ataques al agua y el saneamiento son ataques a los niños
Blanca Carazo, responsable de Programas de Unicef España, explica que el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia también está trabajando en varios ámbitos para tratar de ayudar, en una respuesta coordinada con la OMS, el Ministerio de Salud sirio y socios sobre el terreno. “Se están intensificando las actividades de cloración para desinfectar el agua y se están incrementando las tasas de dosificación en comunidades frágiles y altamente vulnerables para frenar la propagación de la enfermedad. También se está transportando agua limpia a los lugares afectados. Además, se han movilizado líderes religiosos, jefes comunitarios y voluntarios locales, así como organizaciones para fomentar las buenas prácticas de higiene y ayudar a derivar los casos sospechosos a los centros de salud”, detalla.
Para terminar, Carazo sentencia: “Los ataques al agua y el saneamiento son ataques a los niños”. Porque cuando se corta el suministro de este recurso de una comunidad, los menores y sus familias se ven obligados a depender de agua insalubre o abandonar sus hogares en busca de una nueva fuente. Esto puede significar, unas veces, que tengan que reducir o racionar sus suministros, y otras, que tengan que beber agua que está claramente contaminada y es peligrosa. “Para los niños, las consecuencias pueden ser mortales”, acaba, no sin antes recordar que los menores sirios no han conocido otra cosa que el conflicto.
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