La odisea de los pacientes con cáncer para conseguir tratamientos y medicamentos en Líbano
Los costos hospitalarios disparados y el éxodo de trabajadores médicos amenazan la supervivencia de los enfermos libaneses
En casa de Wael Trablousi se respira una mezcla de miedo e indignación. Este joven libanés de 36 años no solo lucha contra un cáncer de colon en estado avanzado, sino que, además, se enfrenta a la búsqueda desesperada de medicamentos para recibir su tratamiento. “A este Gobierno le da igual la salud de la gente. Vas al ministerio y tienes que tener un enchufe importante para que te den las medicinas. Si no, te quedas sin ellas”, denuncia desde el piso en el que vive junto a su madre, su mujer y sus hijos en Beirut, la capital del país.
La corrupción endémica del Gobierno de Líbano ha sumergido a la república en una crisis económica, política y social sin precedentes. Esto ha desembocado en una grave escasez general de suministros, incluida la de los medicamentos. Además, ha aumentado estrepitosamente los costes de la atención médica. Antes de esta última crisis, la república árabe tenía una de las tasas más altas de gasto farmacéutico de la región; dedicaba el 50% del gasto sanitario y en torno al 3,5% del Producto Interior Bruto (PIB) a la compra de medicamentos, según el informe del banco Bank Med.
El 80% de los medicamentos importados por el Gobierno libanés se hace en moneda extranjera, y a medida que la libra libanesa se vuelve más inestable (ha perdido el 95% de su valor en el último año), el banco central no ha podido continuar el subsidio de las importaciones de medicamentos.
Wael Trablousi, enfermo de cáncer libanés“Vas al ministerio y tienes que tener un enchufe importante para que te den las medicinas. Si no, te quedas sin ellas”
El pasado noviembre, el Ministerio de Salud recortó los subsidios médicos de 130 millones de dólares al mes (algo más de 128 millones euros) a unos 35 millones de dólares (34,5 millones de euros), elevando así hasta cuatro veces el precio de una amplia gama de medicamentos. Esto afecta especialmente a los pacientes con cáncer, que luchan por cubrir los costes de los tratamientos, a la vez que les resulta casi imposible encontrar sus medicamentos en farmacias locales.
El joven Wael Trablousi se mueve con lentitud hacia su habitación debido a la enfermedad que lo ha dejado casi sin fuerzas para caminar. Vuelve con dos de las seis medicinas que toma para intentar frenar el cáncer. Para conseguirlas recorre cada día un camino lleno de obstáculos. “Algunas las encontré en el mercado negro y otras las traje de Turquía. También he tenido que rogar a gente de mi entorno para que me ayudara”, asegura.
El libanés trabajaba como diseñador de interiores hasta hace ocho meses, cuando le detectaron la enfermedad. Sus ahorros le han permitido pagar las medicinas y las sesiones de quimioterapia, aunque le da miedo pensar en el momento en el que ese dinero se agote. Se siente agradecido de que su situación no sea aún más grave. “Hay gente que está muriendo en silencio en sus casas por la falta de medicinas”, afirma con rotundidad.
Las medicinas en Líbano se importan, en su mayoría, de otros países, según el Ministerio de Salud, y están en gran parte subvencionadas por el Estado, pese a los últimos recortes. El problema es que, actualmente, un dólar (0,99 euros) equivale a unas 30.000 liras (19,59 euros) debido a la devaluación de la moneda libanesa.
Trablousi denuncia incluso supuestos casos de empresas que sacan un beneficio económico a la situación desesperante de los enfermos. “Algunas se guardan las medicinas y no las venden aunque que las tengan (…) Fuera, al venderse en dólares, pueden sacarles mucho más dinero”, remata indignado.
Éxodo de profesionales sanitarios
A esta situación de colapso y de escasez de medicinas hay que añadir el éxodo masivo de doctores que buscan mejores condiciones de trabajo en el extranjero y que, antes de la crisis, estaban considerados un referente en la región. Casi el 40% de los médicos y el 30% de las enfermeras habían abandonado el país desde octubre de 2019, según publicó la Organización Mundial de la Salud en septiembre de 2021. Los trabajadores sanitarios que quedan se enfrentan a ejercer su trabajo sin recursos, incluso sin electricidad.
El doctor Fady Nassar, especialista en oncología y hematología, señala que, de los casi 30 millones de dólares que se necesitan para los medicamentos de los enfermos con cáncer, el Gobierno está pagando entre 10 y 20 millones. Según Nassar, que dirige su propia clínica privada, HDF, en el barrio de Asrafiyeh, en Beirut, por algunos tratamientos los pacientes tienen que pagar entre 1.000 dólares (986 euros) y 10.000 dólares (9.865 euros) al mes, en un país en el que los sueldos han bajado un 84% en el último año, según cifras oficiales.
Casi el 40% de los médicos y el 30% de las enfermeras habían abandonado el país desde octubre de 2019 hasta septiembre de 2021, según la OMS
Esta situación ha desembocado en que muchos de estos enfermos han dejado de tratarse, parcialmente o por completo. El médico pone el ejemplo de uno de sus pacientes: “Tiene una enfermedad muy grave, hizo una terapia y respondió muy bien al tratamiento (…), pero el problema es que el medicamento que necesita no está disponible ahora en Líbano y si lo tiene que traer de fuera, tiene que pagar más de 7. 000 dólares (6.905 euros) “, asegura.
El ejemplo de Bárbara Nassar
Hani Nassar es el director de la asociación Barbara Nassar, que da apoyo a pacientes adultos con cáncer. El nombre de la ONG hace honor a su esposa, que en 2009 fue diagnosticada con un cáncer de mama con metástasis. Los médicos le dieron una esperanza de vida de máximo un año. Transcurrido este tiempo seguía viva, así que, durante el verano de 2011, la pareja y sus dos hijos, Leonie y Leonard, emprendieron el “viaje de la bandera libanesa”. Consistía en recorrer el país en una caravana para visitar más de 1.655 pueblos y ciudades, recogiendo las firmas de los alcaldes en una bandera de tela de unos 100 metros cuadrados. Al final del recorrido se la entregaron al presidente de la república (Michel Sleiman en aquel momento) para ejercer presión en la esfera política y conseguir bajar los elevados costes de los tratamientos contra el cáncer.
Esta aventura duró 80 días en los que la familia hacía vida en la caravana y en las casas de la gente de los pueblos y ciudades que visitaban. El viaje tenía además otros dos propósitos. Por un lado, disfrutar juntos del tiempo de vida de Bárbara Nassar y, por otro, concienciar a los enfermos con cáncer de todo el país para que “lucharan contra su enfermedad y vencieran el miedo”, cuenta Hani Nassar.
El 4 de febrero de 2014, Bárbara Nassar presenció el nacimiento legal de su ONG y unas semanas después, falleció. Actualmente, su marido es quien se encarga de gestionar esta asociación que se dedica a brindar apoyo económico y moral a los enfermos. “Cuando llega alguien que necesita un medicamento no le puedo dar la caja entera. La reparto con otros pacientes para que nadie se quede sin recibir nada, esperando que pronto consigamos más”, cuenta desde la sala en la que guarda en estanterías las medicinas que ha ido consiguiendo en los últimos meses.
A la asociación llegan todo tipo de enfermos y de todas las edades. Uno es Nigo Ghosian, de 70 años, que llevaba cinco meses sin tomar cierto medicamento porque no lo encontraba en Beirut. Paradójicamente, él es el dueño de una farmacia en la capital, pero prácticamente no dispone de medicamentos y ya no puede importarlos debido a la crisis. Otras beneficiarias son Basma y Nour (nombres ficticios), que hace cinco años escaparon de la guerra que desangra a Siria desde 2011 y que ahora viven en una habitación junto a toda su familia en Beirut. El padre, de 50 años, padece un cáncer de colon y, además de medicinas, necesita bolsas de ostomía para recolectar las heces. Como no se encuentran en las farmacias, tiene que reutilizarlas.
Cada año se diagnostican de media unos 8.000 nuevos casos de cáncer en Líbano, según cuenta el doctor Nassar. Los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud arrojan cifras aún mayores: en 2020 se registraron 11.589 nuevos casos, 6.438 personas murieron de cáncer y más de 28.000 pacientes llevan más de cinco años en tratamiento. En un país con una población de algo más de 6,8 millones, estas cifras sitúan a Líbano entre los países con la ratio más alta de población con cáncer de la región, según cifras de la OMS.
El oncólogo Fady Nassar habla de ello como una verdadera “catástrofe”, que sitúa al personal sanitario en el dilema continuo de tener que elegir a quién tratar. “Si tuviera la medicación, trataría a los pacientes en paliativos, porque, aunque sé que no se pueden curar, al menos podría ayudarles a mejorar su calidad de vida. Pero si no tengo las medicinas, mi prioridad son los jóvenes (…). Para los demás, solo podemos esperar a que la medicación esté disponible, o que tengan los recursos para conseguirlas por sí mismos”.
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