Las ‘start-ups’ africanas reclaman su sitio en el panorama de la innovación global

Las cifras de 2021 demuestran hasta qué punto las empresas emergentes en África han llamado la atención de los inversores globales y cómo pueden impulsar el desarrollo y el bienestar

El director general de Telkom Kenia, Mugo Kibati, utiliza su teléfono móvil para probar el internet de la tecnología Loon a través de una videollamada.JACKSON NJEHIA (Reuters)

El runrún comenzó durante el mes de diciembre de 2021. Varios analistas avanzaron que las cifras de inversiones en empresas emergentes africanas serían sorprendentes y se extendieron las especulaciones. Con el principio del año, llegó la publicación de diferentes informes de balance que ratificaron con datos las sospechas. Según las cifras de PartechPartners, que realiza uno de los estudios más respetados, la inversión en empresas emergentes o start-up africanas en 2021 estuvo a punto de cuadruplicar la cantidad del año anterior, concretamente se multiplicó por 3,7, hasta llegar a la cifra de 5.243 millones de dólares, 4.900 millones de euros, lo que supone que, prácticamente, se ha multiplicado por diez en cuatro años. Y el ritmo en 2022 es todavía más acelerado. El observatorio Africa: The big deal ha asegurado que en las siete primeras semanas del año, las empresas emergentes africanas ya habían alcanzado los mil millones de dólares de inversión, casi una cuarta parte de toda la de 2021.

Este tipo de financiación ha aumentado en todo el mundo, pero la proporción en la que lo ha hecho en África desborda esa dinámica general. Según los datos de Crunchbase, “la inversión de riesgo global el año pasado sumó 643.000 millones de dólares, en comparación con 335.000 millones de 2020, lo que marca un crecimiento del 92%”. Sin embargo, la proporción de crecimiento en África es sensiblemente superior. Diferentes consultoras ofrecen cifras ligeramente distintas, porque no utilizan la misma metodología, pero hay unanimidad en el despegue de 2021. Si Partech señala que la inversión de 2020 se ha multiplicado por 3,7; Briter Bridges sitúa esa cifra en 3,5; el informe de Disrupt-Africa refleja que se ha triplicado, y el de Africa: The Big Deal, que se ha multiplicado por 2,5.

Más allá de las diferencias, Iyinoluwa Aboyeji, responsable de Future Africa Fund, uno de los fondos que más intensamente invierte en el continente africano, explica que en 2021 han coincidido factores externos e internos que explican el aumento. “En 2021, hubo mucha agitación en torno a las inversiones en tecnología en China, así que probablemente una gran cantidad de firmas de inversión global pensó que era un buen momento para mover una parte de su dinero a África. Además, fue uno de los pocos territorios que no estaban completamente cerrados debido a la covid-19″, apunta. Pero no todo han sido casualidades para Aboyeji. “Lo más importante”, asegura, “es que el continente estaba preparado. Ha sido una revolución que se ha cocinado durante los últimos diez años porque ha habido mucha gente que ha estado invirtiendo en los ecosistemas desde 2010”.

Este experto inversor ha estado en el origen de dos de las start-ups más aplaudidas del continente: Flutterwave –que ofrece soluciones de pago y otros productos financieros orientados a las transacciones comerciales– y Andela –plataforma que conecta empresas con necesidades de soluciones tecnológicas con talento situado en países emergentes–. Son dos de los primeros unicornios africanos (empresas que alcanzan una valoración de mil millones de dólares). Aboyeji representa una nueva generación de inversores en los ecosistemas africanos: los emprendedores que han conducido al éxito a sus empresas y ahora financian otras iniciativas prometedoras.

De hecho, una de las novedades que observa el informe de Africa: The Big Deal de 2021 tiene que ver con el origen de los inversores. El mayor número de financiadores procede de Norteamérica, eso no ha cambiado, la diferencia es apenas perceptible. Se han registrado 290 inversores de América del Norte, frente a 222 de África y 176 de Europa. Además, los inversores más activos son africanos, concretamente 100 de ellos participaron en más de una operación, frente a 69 de los norteamericanos.

Iyinoluwa Aboyeji defiende que los inversores africanos han sido los que realmente “iniciaron la evolución actual”. “Durante los peores momentos de la covid-19, cuando todo el mundo estaba cerrando las plataformas de capital, estos tipos decidieron que iban a apoyar a las empresas africanas. Esa decisión ha cambiado completamente la vida de la gente”, sentencia, y recuerda que los inversores africanos han sido los primeros en “creer en los ecosistemas y apoyarlos para que después otros se uniesen”.

Otra de las novedades es la diversificación de los sectores en los que operan las start-ups financiadas. Es cierto que el ámbito de las tecnologías financieras se consolida como el más atractivo y acapara entre el 53% y el 62% de las inversiones en empresas emergentes del continente. Pero también es cierto que la lista de sectores se despliega y aparecen con fuerza ámbitos como el del comercio electrónico y el minorista o el de la logística. Y también otros como las tecnologías de la educación o de la salud, las de la agricultura o las conocidas como tecnologías limpias y el sector del transporte.

Las ‘start-up’ están creando desarrollo económico al dar a la gente una oportunidad de construir negocios, involucrar a la población y hacer su vida mejor

“Las start-ups están creando desarrollo económico”, afirma Iyinoluwa Aboyeji, “al dar a la gente una oportunidad de construir negocios, involucrar a la población y hacer su vida mejor, ya sea mejorando las formas de pago para los comerciantes minoristas, proporcionando puestos de trabajo para los jóvenes, mejorando los medios de comunicación u ofreciendo plataformas de financiación que permite a las empresas entrar en el mercado global. Todo esto contribuye al desarrollo económico del continente”. El responsable del Future Africa Fund tiene claro cuál es el papel de esas iniciativas empresariales: “Están empezando a cambiar la vida de la gente, aumentando sus ingresos y a ayudarles a vivir mejor. Obviamente, el enfoque es cómo ayudamos a la gente progresar mediante el uso de la tecnología”.

En ese mismo sentido, Samir Abdelkrim, investigador especializado en ecosistemas africanos de innovación tecnológica, recuerda las experiencias previas en este ámbito, como la aparición del dinero móvil en Kenia: “Los kenianos más pobres, la base de la pirámide, estaba generando una moneda de intercambio con su teléfono móvil. Es lo que se llama innovación orgánica. Eran personas que no tenían acceso al sistema bancario, eran los excluidos del sistema y estaban pirateando la tecnología para esquivar esa exclusión. La población más pobre había creado una alternativa, su propio banco, a través de su teléfono”. Y recuerda que en todo este proceso “lo fundamental es el empleo que se da a la tecnología”. “No es la tecnología la que produce desarrollo inclusivo y social”, advierte Abdelkrim, “sino la utilización de esa tecnología. El mismo teléfono móvil que en Estados Unidos o en Europa se usa para jugar o ver Netflix, se estaba aprovechando para enviar dinero o recibir información agrícola. Es el uso lo que convierte una herramienta digital en un útil social”.

La última de las novedades es el aumento del alcance geográfico de este sector. Por un lado, los conocidos como “big four”, los cuatro grandes mercados del continente, se consolidan y Nigeria afianza un liderazgo, con prácticamente un tercio de toda la inversión, seguida por Sudáfrica, Egipto y Kenia. Los datos de Africa: The Big Deal señalan que estos cuatro países acaparan el 81% de la financiación.

Samir Abdelkrim hace la radiografía de estos mercados: “Históricamente, Kenia es uno de los ecosistemas más innovadores. Todo empezó en Nairobi, así que Kenia es importante por la fuerza y el dinamismo de su comunidad. Sudáfrica tiene las mejores infraestructuras. En Nigeria encontramos los grandes números, la demografía, la enorme población de Lagos... Egipto ofrece una interesante combinación de grandes cifras, un cruce de caminos entre África, el Mediterráneo y Oriente Medio, un gran talento, una buena infraestructura y facilidades para iniciar una start-up”.

Pero este experto amplía la mirada: “Y después nos encontramos con el África francófona, con Senegal, Costa de Marfil, Mali, Marruecos, Argelia o Túnez, que representan ecosistemas en plena formación”. Los informes coinciden en que Senegal y Ghana llaman a la puerta del selecto grupo de potencias innovadoras y la lista de países en los que surgen start-ups atractivas se extiende con países como Tanzania, Argelia, Mauricio y Túnez que completan el top 10. Y así hasta llegar a 30 países en los que se han firmado acuerdos de más de 100.000 dólares para impulsar estas empresas emergentes y para reforzar estos ecosistemas.

La alianza estratégica entre Europa y África

Ante la consolidación de la innovación africana, Samir Abdelkrim reclama la colaboración de Europa, precisamente para fortalecer la posición de ambos continentes y generar un contrapeso a las GAFAM estadounidenses (acrónimo con el que se conoce a las empresas del sector tecnológico por la contracción de Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) y a las grandes tecnológicas asiáticas.

“Los actores africanos pueden estar generando cierta dependencia de estas empresas, pero lo que nos dicen es que, en realidad, ellos necesitan a los GAFAM. Debería haber un referente africano de la soberanía digital que todavía no existe. Por otro lado, tendría que haber mucha más colaboración para innovación entre África y Europa. Europa también es un rehén de los GAFAM, así que tienes dos continentes débiles, que deberían trabajar juntos porque, en realidad, son víctimas de la misma situación”, advierte Abdelkrim. “Debemos desarrollar una alternativa juntos. Y eso, sin perder de vista a Huawei o las grandes empresas asiáticas”, sentencia el experto.

Este trotamundos de los ecosistemas de innovación africanos apunta una solución para garantizar la soberanía digital de África y Europa: “Debemos pensar cómo crear centros de excelencia en innovación tecnológica euroafricanos, cómo hacemos una verdadera cooperación científica y cómo compartimos la investigación. Es el momento de reconocer la debilidad de Europa para poder reaccionar; y buscar cómplices y aliados. Y creo que la única oportunidad de Europa es África y, al mismo tiempo, la única oportunidad de África es Europa”.

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