Los millones de vidas que ha costado no combatir unidos la covid-19
La plataforma ACT-Accelerator nació como una supercoalición internacional para responder a la pandemia de forma coordinada y solidaria con los países menos desarrollados. Un año y más de tres millones de muertes después, la prioridad es llegar a una equidad mundial que aún no se ha logrado
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La pandemia de VIH aterrorizó al mundo hace ya 40 años, e hizo falta una década en conseguir que los antirretrovirales fuera accesibles para los más pobres. Después, el virus del HN1N1 también se convirtió en un problema pandémico y se inventaron vacunas con bastante rapidez, pero cuando llegaron a los países menos desarrollados, ya no hacían falta. Y, cuando hace un año irrumpió la covid-19, el panorama pintaba similar. Para no repetir errores del pasado, nueve agencias de salud internacionales decidieron formar una alianza filantrópica. La llamaron Access To Covid-19 Tools Accelerator (ACT-Accelerator), que en castellano significa Acelerador del Acceso a Herramientas contra la covid-19, y su objetivo era doble. El primero, apresurarse a encontrar buenos diagnósticos, fármacos y una vacuna eficaz. El segundo, una vez halladas esas herramientas, lograr un acceso justo para pobres y ricos. Esta alianza cumple ahora su primer año de vida y toca hacer balance.
Hoy sabemos que el nuevo coronavirus ha matado a más de tres millones de personas, que ha infectado a casi 150 millones, que ha empujado a la pobreza a otros 100 millones y que la economía global ha perdido nueve billones de dólares. ¿Ha servido para algo esta supercoalición? Para Françoise Vanni, directora de relaciones externas del Fondo Mundial de lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria, que es una de las organizaciones involucradas en el ACT-Accelerator, podía haber sido mucho peor. “Hay que recordar de dónde partimos. El año pasado no sabíamos nada del virus, no había mecanismos para actuar colectivamente, no había diagnósticos rápidos, no se sabía qué tipo de tratamientos podían funcionar, no había ni una sola vacuna...” recuerda. “Bastante se ha hecho, aunque no lo suficiente: la respuesta sigue siendo un poco dispersa, con intereses políticos y comerciales que han impedido trabajar más unidos” valora.
ACT-Accelerator está organizado en tres pilares: el de diagnóstico, el de tratamiento y el de inmunización. Cada uno de ellos está liderado por varias agencias internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef, la Fundación Gates, la Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores (FIND), la Alianza para las Vacunas (Gavi) y el propio Fondo Mundial, entre otras. En el informe de impacto recién publicado se pone de manifiesto todo lo bueno que se ha logrado, y también todo lo que no ha podido ser.
“Los mercados para la adquisición de diagnósticos estaban totalmente quebrados. Era como una guerra entre los países que tenían suficiente dinero para adquirir diagnósticos y los que casi no tenían nada. Sin un marco de colaboración, habría sido mucho peor”. Así recuerda las primeras semanas de la pandemia Sergio Carmona, director general en funciones de FIND. Ahora, la situación es distinta. En el campo diagnóstico, se ha logrado reservar 120 millones de test rápidos de antígenos para países de bajos y medios ingresos, de los que se han hecho llegar 32 millones, junto a otros 32 de pruebas PCR. Se ha impartido formación específica en covid-19 a más de 23.000 trabajadores sanitarios de 200 países.
La meta para 2021 es procurar un total de 900 millones de pruebas rápidas para las naciones menos desarrolladas. “Hace un año solo contábamos con los PCR, que son más caros y requieren tener un laboratorio y un técnico capacitado detrás. En ocho meses conseguimos lanzar los test rápidos de antígenos, ¡en lograr eso en la lucha contra el VIH tardamos cinco años!”, celebra la portavoz del Fondo Mundial, que forma parte de la coordinación de este primer pilar.
En 2020, menos de uno de cada cinco centros sanitarios de África tuvo acceso a pruebas diagnósticas de covid-19
Sin embargo, persiste un problema serio: que los países de ingresos bajos y medianos continúan teniendo muy poco acceso a estas pruebas para diagnosticar la covid-19, el primer paso para controlar la enfermedad. En 2020, de hecho, menos de uno de cada cinco centros sanitarios de África tuvo acceso a ellas. Al final, por cada test realizado en un país pobre, se hacen más de 80 en uno rico. “En estos países trabajan como si tuvieran los ojos tapados porque no pueden saber cómo va la pandemia, si son variantes o no... Esto es un problema para la seguridad de las personas, pero también para la seguridad sanitaria mundial: no saber lo que está pasando en un país es lo mismo que no saber lo que está pasando en el mundo”, advierte Vanni.
En el ámbito terapéutico, se procuraron 2,9 millones de dosis de dexametasona, el único tratamiento contra la covid-19 aprobado por la OMS; se han apoyado 15 ensayos clínicos, y se han investigado 21 terapias en 47 países con 85.000 pacientes involucrados. Para diciembre de 2021 se espera haber podido dar 245 millones de tratamientos. El desafío, ahora, es dar con el fármaco definitivo. “A estas alturas aún estamos un poco en el despertar; tenemos dexametasona y protocolos clínicos más acertados, sabemos usar mucho mejor el oxígeno... Pero no tenemos un remedio como tal”, resume la representante del Fondo Mundial.
Las codiciadas vacunas
En cuanto a la inmunización, el ACT-A y su labor diplomática contribuyeron a que ya 190 países se hayan adherido al mecanismo Covax, la iniciativa liderada por la OMS, Naciones Unidas y Gavi para garantizar el acceso a la vacuna a países en desarrollo. Hasta la fecha, ha propiciado el envío de 40 millones de dosis a más de cien economías, y el objetivo para finales de año es haber entregado 2.500 millones. No obstante, está aún lejos de cumplirse, tal y como advirtió el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Si bien la meta era iniciar la inmunización contra el coronavirus en 220 países en los primeros 100 días de 2021, a mediados de abril no se había logrado ni se habían distribuido tampoco los 200 millones de dosis prometidas: mientras que el 87% de los vacunados son de países ricos, en los menos desarrollados apenas se ha llegado al 0,2% de la población. “Existe un problema de equidad grave, pero también hay un problema de stocks”, advierte Vanni. “Hay países donde las vacunas no se están usando, o no se usan con la rapidez que requieren, y podrían compartir las dosis. El presidente del Gobierno de España ya se ha comprometido a ello y otros países como Francia y Estados Unidos también”, recuerda.
La descentralización puede ser una de las soluciones. Carmona explica que en el campo de los diagnósticos se está trabajando ya para apoyar iniciativas así. “Tenemos inversiones en Senegal y Sudáfrica, y posiblemente en otros países que estamos aún evaluando, podría ser Kenia”, avanza.
Mientras, son muchas las voces que se han alzado, sobre todo desde el sur global, pidiendo la liberalización de las patentes para facilitar un acceso más equitativo a las inmunizaciones. En los últimos días, de hecho, se han dado pasos importantes. India y Sudáfrica anunciaron esta semana que presentarán una nueva propuesta ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) a la que se han sumado más de 60 países. Entre ellos, Estados Unidos, que decidió este miércoles apoyar la iniciativa mientras dure la pandemia. Horas después, España ha secundado la proposición, mientras que la Unión Europea ha manifestado que está dispuesta a negociar.
Desde ACT Accelerator, la aportación ha sido poner en marcha la Covid-19 Technology Access Pool, es decir, una plataforma de acceso libre donde compartir, siempre de manera voluntaria, información, datos y conocimientos generados en torno al nuevo coronavirus con el fin de acelerar el desarrollo de nuevos productos.
La crisis en India recuerda que estamos en una crisis aún y necesitamos escalar los esfuerzos, la coordinación, la innovación y la financiación
Además, existe un cuarto brazo en esta estrategia que es transversal a los tres anteriores: el que tiene que ver con los sistemas de salud. Aportar herramientas a cualquier país no sirve para nada si no hay un sistema que las pueda recibir y desplegar de manera equitativa y eficiente. Los sistemas son las personas: sanitarios, trabajadores comunitarios... Sobre todo, los de primera línea. Pensando en ellos, lo que hizo el ACT-Accelerator en 2020 ha sido adquirir y distribuir equipos de protección personal (EPI) por valor de 500 millones de dólares (más de 413 millones de euros), o realizar encuestas en 129 países para evaluar los obstáculos que el personal sanitario estaba encontrando, entre otras iniciativas.
Pero queda un largo camino, a juicio de Vanni. “Durante los primeros meses tal vez no se les dio la suficiente importancia, y tampoco a los sistemas de laboratorios, las cadenas de suministro, los sistemas de datos par a monitorear la epidemia… Es muy importante apoyar a los trabajadores locales y aportar las herramientas de manera rápida, pero falta mucho por hacer y lo estamos viendo ahora en el caso dramático de la India, que nos recuerda que estamos en una crisis aún y necesitamos escalar los esfuerzos, la coordinación, la innovación y la financiación que nos hace falta”.
Hablando de financiación, cuando la plataforma nació se hizo un plan de inversión inicial y recibió fondos para los distintos pilares y herramientas por un total de 14.000 millones de dólares. Un año después, y tras reevaluar las necesidades, el ACT-A tiene ahora una brecha de financiación de 19.000 millones más para 2021. “Existe todo un sistema de gobierno y un liderazgo ejercido por Sudáfrica y Noruega, que están yendo como peregrinos a los países para solicitar apoyos y están haciendo un gran trabajo”, relata Vanni. En el horizonte se vislumbra la Cumbre Mundial de la Salud, el 21 de mayo, de la que se esperan más países que apoyen y más fondos que lleguen.
El balance final en este año de guerra contra la covid-19 se resume en una prioridad: lograr la equidad, una equidad totalmente dispar, según demuestran los datos recabados, que se ve en ejemplos como el que relata Carmona. Que mientras que él, en Ginebra, puede ir a una farmacia y coger cinco test rápidos gratis, en otros países solo un 11% de la población ha tenido acceso a estas pruebas. “La única manera de salir de esta crisis es responder en todos los frentes optimizando el uso de las herramientas que tenemos, distribuyéndolas de manera justa y colocando a las personas y comunidades en el centro”, insiste Vanni.
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