Emprendedoras africanas de largo aliento
El continente cuenta con un potente motor: sus 650 millones de mujeres. Siete de ellas, de distintos países, y con recorrido en el mundo empresarial y político explican cómo han aplicado su experiencia y conocimiento para intentar contribuir a la mejora de sus sociedades
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Desde las plantas de reciclaje de la periferia de una gran ciudad, desde las escuelas rurales en pleno campo, desde remotas comunidades masái... pero también desde organismos internacionales e instituciones gubernamentales. Ellas han convertido su empleo en su trinchera para luchar por los derechos de las africanas. Como empresarias, como creadoras y, sobre todo, como mujeres que son todas, Jaccqueline, Joyce, Faith, Mireille, Lamatu, Awa y Mame Bousso explican en este articulo qué les ha impulsado a hacer lo que hacen y qué le piden al feminismo en este año que entra. No se conocen entre ellas, pero juntas están contribuyendo al desarrollo de un continente, África, que no sería nada sin sus 650 millones de mujeres. Estos son sus testimonios, recabados gracias a la ONG Kubuka, que trabaja en Kenia, Zambia y España.
Jacqueline Nduku: donde hay una mujer, hay un gran cambio
Jacqueline Nduku es la coordinadora del proyecto Kleanbera Reciclyng de Kubuka en Kibera (Kenia), el segundo asentamiento informal más grande de África. En este lugar, rodeado de basura, Nduku intenta sensibilizar a la vecindad sobre la importancia del reciclaje. Ella empezó a trabajar a los 13 años debido al fallecimiento de su padre y llegó a Kibera en el 2000 con una hija pequeña y sin estudios. “No fue fácil porque todavía era joven, no tenía trabajo y, con mi hija a cuestas, nadie estaba dispuesto a darme empleo. Pero tuve que enfrentarme a la vida y empecé a trabajar en la comunidad. Los líderes empezaron a ver mi pasión por mi trabajo y empezaron a involucrarme en diferentes formaciones como liderazgo, cuestiones de salud comunitaria y desarrollo”.
En la actualidad, posee una pequeña tienda de alimentación en este asentamiento, también ha puesto en marcha un negocio de artesanía con otras mujeres, pertenece un grupo vecinal llamado NNDC donde lidera iniciativas de todo tipo para el beneficio de la comunidad y es miembro de la junta directiva de Kleanbera Sacco (cooperativa de crédito y ahorro). Todo ello, siendo madre de cuatro hijas y apoyando a todo el mundo que tiene a su alrededor.
“Mi actitud hacia el trabajo con la comunidad hizo feliz a mucha gente, sobre todo a los líderes, y muchas oportunidades empezaron a llamar a mi puerta, y la vida empezó a cambiar, pude matricular a mi hija en la escuela y poner comida en la mesa tres veces al día”, recuerda. Explica, no obstante que el camino no siempre ha sido sencillo. “A veces a los hombres no les gusta que los dirijan las mujeres, y tuve que luchar para que entendieran que lo que estoy haciendo es por el desarrollo, y seguí luchando hasta que, a día de hoy, todos están contentos y apoyan lo que estoy haciendo”.
Nduku piensa que si ha logrado salir adelante es porque cree en sí misma. “Donde hay una mujer, hay un gran cambio”, afirma. Ahora, dice ser feliz porque ha conseguido bastantes de sus objetivos en la comunidad y porque le gusta trabajar en ella, ya que ha aprendido mucho. Su mensaje para otras niñas y mujeres es claro: “Tienen que esforzarse, trabajar duro, luchar y construir algo para su familia y su comunidad. Las mujeres pueden hacer mucho más que los hombres, pueden ser amas de casa y al mismo tiempo empresarias y trabajar por los suyos”.
Sus deseos para el futuro son la igualdad en el empleo por parte del Gobierno y resto de empresas; el empoderamiento tanto financiero como laboral y que se valoren las capacidades femeninas; crear una buena plataforma para tratar sus problemas, y “ser amadas por la comunidad y los miembros de la familia”, concluye. “Las mujeres deberían tener las mismas oportunidades que los hombres y la opción de tomar sus propias decisiones, sin importar su cultura o creencias”.
Joyce Mudenda Kanimba: cuando se educa a una niña, se educa a toda la familia
Joyce Mudenda Kanimba tiene 61 años y es cofundadora y directora de Kubuka en Livingstone, Zambia. Fundó la organización porque quería contribuir que los alumnos del Colegio Comunitario Mwandi, donde fue profesora y directora durante más de 20 años, pudieran continuar con su educación después de haber terminado el ciclo de Educación Primaria. “De hecho, fundé la ONG Kubuka porque ayudar forma parte de mí y porque sentía la necesidad de apoyar a personas que no tienen la oportunidad de formarse en Zambia. A partir de aquí la organización ha crecido y ahora nos enfocamos también en el emprendimiento y apoyamos especialmente a mujeres con nuestro programa de microcréditos”, describe.
Además, en la actualidad tiene un negocio de cría de pollos en su casa para colaborar en la economía familiar y lidera varios grupos de mujeres en la iglesia, con las que realiza labores de captación de fondos a partir de pequeños negocios particulares. “Como mujer, tengo que ser activa, lucho por serlo, levantarme por la mañana, cuidar a mi granja, dedicarme a mi casa… y también dedico parte de mi vida a ayudar. Además, soy la líder de un grupo llamado Compasionate, de mi iglesia, que se ocupa de los asuntos de las viudas, los huérfanos y las personas vulnerables en general. Para ayudar, tenemos que crear negocios que ponemos en práctica en la iglesia, como la gestión de un jardín, la compra y venta de alimentos, etcétera, y con este dinero conseguimos pagar las tasas escolares de los huérfanos, comprar alimentos para las viudas mayores...”.
En la ONG, Mudenda codirige un programa de microcréditos y también el huerto. Tiene dos hijas, dos nietas y es la matriarca de su gran familia. Una mujer alegre y vigorosa que es el alma de la ONG en Zambia. Ella sueña conque las mujeres tengan espíritu y conciencia de ayudarse mutuamente. “Tengo un lema que siempre intento llevar a la práctica: ‘Tratemos de hacer el bien a todos en todo momento’. En la Biblia, en el capítulo 6, versículo 9, se dice: ‘No os canséis de hacer el bien, porque al final el Padre que está en el cielo os recompensará”, instruye.
Esta mujer cree en la educación de las niñas ante todo. “Cuando se educa a una niña, se está educando a toda la familia, porque la mayoría de ellas tiene esa empatía para ayudar a los demás”. Siguiendo estos pensamientos, la educación es la clave para la futura felicidad de estas. “Creo que se están haciendo grandes esfuerzos en todo el mundo para educar a las niñas y a las mujeres. De hecho, estamos muy comprometidos con la educación, contamos con un proyecto denominado ‘Safe House’ con 15 estudiantes a las que se les da la oportunidad de vivir en un entorno seguro y formarse en Secundaria. Este proyecto me ha hecho darme cuenta de lo importante que es alentarlas a estudiar y evolucionar. Las mujeres pueden ser personas importantes en el mundo, como hoy en día, en Zambia y en los Estados Unidos hay dos vicepresidentas, y eso es un gran paso para nuestro empoderamiento”.
Faith Pashile: no solo trabajar por la igualdad, también creer en ella
Faith Pashile es masai. De niña, dedicaba su tiempo al pastoreo de ganado y a las labores propias de una mujer de su etnia, vinculadas especialmente a los cuidados. A pesar de tener poco tiempo, sabía que ir a la escuela le iba a labrar un futuro. Gracias a su tesón, consiguió llegar hasta la universidad. Hoy, con 33 años, es licenciada en Sociología por la Universidad de Moi, Kenia y trabaja para el Gobierno, ayudando a empresas kenianas a internacionalizarse. Pero además, es la fundadora de Wanawake Kenia, una plataforma que promueve la igualdad de género, lucha por los derechos de las niñas y las mujeres y combate las dos prácticas nocivas que sufren las de su cultura: la mutilación genital femenina y los matrimonios infantiles. Gracias a su labor, decenas de mujeres y niñas tienen una oportunidad de alzar su voz y de decidir sobre sus vidas, a través de las alternativas laborales y de la educación, respectivamente. “Quiero ser una voz para las que no tienen voz. Quiero que la violencia de género se erradique en mi comunidad. Este deseo me impulsa a apoyar a las mujeres y niñas y no dejaré de ser esa voz hasta que logre mi sueño: un mundo libre de violencia contra las mujeres y las niñas”, asegura.
Pashile sueña con que las niñas tengan las mismas oportunidades que los niños en términos de educación, que ellas vayan a la escuela y obtengan una educación como los niños y puedan terminar sus estudios. “Creo que la educación es una necesidad básica como persona y una gran herramienta para el futuro, y dar a las mujeres y las niñas las mismas oportunidades que los hombres y los niños, y poder decidir así su destino, puede cambiar el mundo”. Esta emprendedora tiene la esperanza de que algún día, todos los problemas a que se enfrentan las mujeres, por serlo, desaparezcan. Esto es lo que alimenta su empeño para seguir adelante y hacer lo que considera correcto: dar fortaleza a las mujeres a través de la educación.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, Pashile pide un deseo: que las mujeres pudieran darse poder unas a otras y aspirar a lograr la igualdad. “Las mujeres no solo debemos trabajar para lograr la igualdad, sino que debemos creer en ella”, reflexiona. Y en cuanto a mejoras a corto plazo, lo tiene claro: “No quiero que los sueños de las niñas se rompan por la pobreza o las prácticas culturales perniciosas. Quiero que alcancen sus sueños, que tengan grandes avances económicos. No quiero que sean sometidas a matrimonios abusivos porque tienen miedo a escapar dado que son pobres y no pueden mantenerse por sí mismas”, enumera.
Mireille Gnammi: desarrollarse y exponer opiniones sin miedo ni vergüenza
Mireille Gnammi es la responsable de los proyectos de Políticas Sociales de OAN International en Nikki, Benín. Trabaja con cooperativas de mujeres para la comercialización del fruto de su trabajo, la manteca de karité. Además, coordina el programa de acceso a microcréditos de emprendedoras de su comuna para contribuir a su emancipación mediante el acceso a la actividad económica empresarial. A ella le mueve lograr ver a sus compañeras bien fortalecidas, seguras de su poder. “Que puedan desarrollarse y exponer sus opiniones sin miedo ni vergüenza”, suspira. Por eso, este 8 de marzo ha decidido pasarlo debatiendo acerca de temas relevantes para el feminismo y también hacer una fiesta para pasar el día.
En cuanto a las mejoras a corto plazo que más le gustaría ver, piensa en la independencia económica. “Querría desarrollar pequeñas actividades que nos permitan tener un sustento y también mejorar en materias relacionadas con la salud de la mujer”, pide.
Lamatu: las mujeres hacen todo lo posible para que los demás estén bien
Lamatu, beninesa y animadora del proyecto de Nikarit de OAN International, trabaja con cooperativas de mujeres que a través de la producción y venta de la manteca de karité, obtienen recursos para sus familias y así logran mejorar su acceso a la alimentación, educación o salud. “Trabajo con las mujeres que viven allí en varios proyectos. Traduzco sus preocupaciones y sus consultas, y les doy consejos. Me encanta mi trabajo, y todo lo hago por mis hijos, para que su vida sea mejor que la mía. A mi hija nunca la voy a forzar a casarse con el hombre que yo quiera, no. Ella va a casarse con quien quiera. Lo único que quiero es que mis hijos tengan paz en su vida y que encuentren su amor, eso es todo para mi. Es imposible abrir mi corazón, pero si pudieras verías lo feliz que estoy cuando mi hija logra sus objetivos, es una alegría enorme”, relata.
Siendo madre, ha luchado siempre por transmitir los valores de igualdad a sus cuatro hijos y, además, trabaja como animadora y traductora en el Centro Louis Amigo de recuperación nutricional para niños de las Hermanas Terciarias Capuchinas, donde acompaña a las madres e hijos. “Mi madre solo tuvo hijas y mi padre decía: ‘¿Qué van a darme las niñas en el futuro?’ Antes se decía que las mujeres no pueden hacer nada. Pero ahora, aunque soy mujer, hago todo lo que quiero. El trabajo que hace un hombre, yo lo hago. Otros dicen que si la mujer trabaja y gana algo ya no obedece más a su marido. Pero no es eso ¿Por qué? Porque la mujer, en cuanto tiene un poco no piensa solo en ella misma, piensa en los que están a su lado e incluso en los que están lejos. Las mujeres hacen todo lo posible para que los demás estén bien. Adoro ser mujer y le agradezco a Dios serlo”.
Awa Dianor: la covid-19 ha resaltado las capacidades de resiliencia, creatividad e innovación de las mujeres
Awa Dianor tiene un curriculo muy extenso: es responsable de la ONG socia de la Fundación Xaley en el programa Mi Proyecto de Vida, que acompaña a las niñas desescolarizadas. Además es exdirectora del Ministerio de la Mujer, la Familia y la Infancia dentro del Ministerio de Desarrollo Social de Senegal. Es concejala municipal y muy activa en los movimientos feministas; de hecho, también está a cargo del comité de mujeres y de la red de grupos de mujeres de Biscuiterie y es presidenta de la Red para la Familia y la Solidaridad que cada año ofrece consultas gratuitas a las personas mayores, sobre la promoción del consumo local, la asistencia a los niños talibés en donaciones y a las familias desamparadas.
Dianor habla de Senegal como un país en vías de desarrollo donde el estatuto jurídico, social y económico de la mujer no es tenido en cuenta. Esto hizo que se formase en Economía Social y Familiar y se dedicase con abnegación a solucionar todos los problemas que frenan el empoderamiento de las mujeres. Desde hace unos años, los gobiernos han llevado a cabo iniciativas que han mejorado en parte la situación, pero aún queda mucho por hacer. A nivel nacional, enumera: “Eliminar las barreras estructurales de cualquier tipo que enfrentan las mujeres, orientar las prioridades hacia la prestación de servicios sociales básicos, resolver la demanda social de salud, educación y formación, infraestructura, fortalecer la protección social para los grupos vulnerables, liberar el potencial de la participación de las mujeres en la economía y movilizar recursos y apoyar iniciativas locales”.
En el ámbito local, Dianor también tiene prioridades. Para ella, es importante promover un ambiente sano y seguro para el desarrollo de las comunidades, intensificar los esfuerzos para combatir la discriminación y la violencia contra mujeres y niñas, promover el liderazgo femenino, desarrollar círculos de solidaridad y ayuda mutua dentro de las organizaciones y, ahora, en tiempos de pandemia, fortalecer la resiliencia de las senegalesas mediante la puesta en marcha de proyectos innovadores y adaptados.
Esta política cree que durante la crisis sanitaria las mujeres han demostrado todo su potencial. “La covid-19 ha resaltado las capacidades de resiliencia, creatividad e innovación de las mujeres”, defiende. Ahora su mayor deseo es la erradicación definitiva de la pandemia, y algunos más, como la aparición de nuevos talentos femeninos, la eliminación de obstáculos que dificultan el involucramiento y participación efectiva de las mujeres en la vida de sus comunidades y la desaparición definitiva de la violencia machista. “El fortalecimiento de la paz y la seguridad son las únicas garantías de un desarrollo armonioso y sostenible”, instruye. Por eso, reclama que se asegure la redistribución equitativa de la riqueza para erradicar el estado de pobreza de los grupos vulnerables y que el principio de igualdad se garantice en todos los programas y proyectos iniciados para las comunidades.
Mame Bousso Samb Diack: aplicar con rigor las penas contra abusos y maltrato
Mame Bousso Samb Diack es senegalesa y también responsable de la ONG socia de la Fundación Xaley en el programa Mi Proyecto de Vida. Además fue presidenta del FAWE (Foro de Mujeres Africanas por la Educación) que se ocupa de la educación de las niñas ofreciendo becas para la realización de sus estudios y expresidenta nacional de mujeres del partido Liga Democrática, Movimiento por el Partido del Trabajo (LDMPT). Por si fuera poco, resultó elegida en dos mandatos como miembro de la Asamblea Nacional y miembro de la Comunidad Económica de Estados Africanos ECOWAS. Actualmente se ha retirado de la política para cuidar a las mujeres y niñas de su comunidad a través de la formación y el desarrollo local. Realizó un programa para promover la salud reproductiva de las niñas a través de las TIC.
Activa en el movimiento feminista desde 1972, Samb Diack está convencida de que el futuro de los países en vías de desarrollo sigue ligado al desarrollo sostenible en el que las mujeres tienen un papel que desempeñar. Penúltima hija de una familia de ocho hijos, dos niños y seis niñas, se enfrentó desde muy temprano a la realidad de la situación de la mujer, madre y esposa. “Fui víctima de estereotipos como que debía quedarme en casa y cuidar de mis hermanos, que en la escuela podía ser víctima de ataques, que me casaría temprano, que asumiría las responsabilidades familiares...”, enumera.
A pesar de tener un padre hostil a la enseñanza estatal, sus tíos la escolarizaron después de la muerte de este. Habiendo vivido esta privación de educación, al igual que sus hermanas, tomó la decisión de involucrarse en el movimiento por los derechos de las mujeres. Ahora, reclama que, aunque exista una legislación bien definida hacia la protección de las mujeres, esta no se aplica sistemáticamente. “No se aplican con rigurosidad las penas contra los abusos y los maltratos, por lo que las mujeres se sienten desprotegidas”, afirma. Así mismo, critica que exista una ley de 2004 que asegura la educación obligatoria de 6 a 16 años que tampoco se respeta. “La ley de paridad absoluta aprobada en mayo de 2010 no se aplica plenamente para el acceso a los órganos de toma de decisiones a pesar de los avances registrados a nivel político”. Y también se refiere al impacto de la covid-19 en las mujeres de su país. “Ha acrecentado la pobreza, afectando directamente a su empoderamiento”.
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