A pesar de todo, hemos conocido buen cine africano en 2020
Con una selección de diez cintas de diferentes países de nuestro continente vecino nos acercamos a 2021. Punto y seguido a un año de fronteras cerradas y demasiada vida e imágenes online
No vamos a abundar en caracterizaciones sobre este año maléfico, sino rescatar lo que sí ha llegado a estrenarse, a pesar de todo, y lo que nos ha llamado la atención del nuevo cine africano. Con las salas cerradas aún en Marruecos, Senegal o Congo Brazzaville, por nombrar algunos países del continente en los que el confinamiento está siendo largo, muy largo, estos títulos que destacamos tuvieron sus retrasados lanzamientos en algunos cines, en 2020, o se vieron únicamente en festivales y plataformas online. Es una selección de lo que no hay que perderse:
1. Ar condicionado (Angola)
Los críticos la nombraban como una de las películas más interesantes de la pasada edición del Festival de Rotterdam. Ar condicionado es la opera prima de Fradique (el seudónimo de Mário Bastos, nacido en 1986). En Luanda (Angola), se caen los aparatos de aire acondicionado: literalmente, se desprenden de sus agarres y se desploman sobre los transeúntes en una ola que no cesa. Y ahí anda Matacedo –interpretado por José Kiteculo– uno de esos hombres tranquilos que han visto todo y, sin embargo, está obligado a seguir viéndolo, porque jubilarse seguramente no podrá nunca. Portero de edificio en edificio, sube bombonas por escaleras de paredes desconchadas, charla sin mover los labios con los vecinos y espera, desde el balcón de un edificio portugués, el próximo desprendimiento, mientras le da una pausa a sus hombros cansados, botellín en mano. Cada plano es una obra de arte –con Ery Claver como director de fotografía– y la música que los acompaña, misteriosa y bella, fue escrita por Aline Frazao.
2. Adam (Marruecos)
Tuvo algún pre-estreno en 2019, pero recién pudo estrenarse en salas en el tercer trimestre de este año marcado por la covid-19. Adam es la notable primera película dirigida por la actriz y guionista marroquí Mariam Touzani (producida por Nabil Ayouch) y protagonizada por una excepcional Nisrin Erradi. Con una contención tan precisa como la de muchas mujeres que tienen que ejercer a diario la desconfianza en la sociedad musulmana, Touzani habla del estigma de la madre soltera en su país. En la medina de Casablanca, dos mujeres viven lacónicamente el desgraciado proceso de un embarazo que crece sin padre a la vista. Una es más pobre y está más desamparada que la otra, pero la misericordia siempre puede nacer, incluso hacerse alegría compartida, a ratos.
3. 143 rue du désert (Argelia)
Hassen Ferhani (Argel, 1986), el director de esta película con nombre de dirección (Calle del desierto número 143) ya nos sorprendió muy gratamente con su anterior filme Fi rassi rond-point, sobre la juventud argelina que se mata a trabajar sin horizonte alguno. Esta vez, la protagonista del documental es una señora mayor, que vive sola en una casita-quiosco-bar en medio de ninguna parte, en el Sahara, y sale adelante poniendo un par de cafés cada dos días o haciendo de comer a los camioneros y otros pocos intrépidos que transitan por esos caminos que tapan las dunas. Para sumergirse en ese horizonte hondo del desierto, desde la mirada de una mujer que no va a moverse de allí. No hay que perderle el rastro a Ferhani.
4. This is not a burial, it’s a resurrection (Lesotho)
En este caso, se trata de una obra de ficción, pero también protagonizada por una potente mujer de 80 años, que se ha quedado sola tras perder a todos los seres más importantes de la vida. A ella, en cambio, la muerte no le hace caso, por lo que tiene que seguir viviendo y presenciando la vileza de la especulación en su pueblo, Nasaretha, que pronto va a quedar sumergido bajo las aguas de una presa. Y es la amenaza sobre el cementerio en el que reposan sus seres querido lo que, paradójicamente, da a Mantoa una poderosa causa para levantarse cada mañana. La banda de sonido es excepcional y acompaña la narración de un viejo griot que da el contrapunto lírico a una película que ha sido mencionada como uno de los filmes de autor imperdibles de 2020. No es un entierro, es una resurrección es el primer largo de Lemohang Jeremiah Mosese (Lesotho, 1980) y pasó por la Mostra de Venecia.
5. Tlamess (Túnez)
Se vio nada más y nada menos que en la Quincena de Realizadores de Cannes. El filme de Alaeddine Slim relata la huida hacia adelante de un soldado que no quiere ser soldado. El dolor de perder a la madre y los mil y un caprichos sufridos en un cuartel empujan al protagonista a desertar. Lo que sigue es ese deambular perplejo (y mudo) por los arrabales de las ciudades tunecinas, entre el clamor de las mezquitas, los mercados y las injusticias en primerísimo primer plano.
6. Cigarre au miel (Francia, Argelia)
Esta película habla de un sector nada desdeñable de la diáspora norafricana en París, como es el de los profesionales liberales de clases burguesas que viven en barrios acomodados y dan la mejor educación europea a sus hijos, pero que intentan mantener sus estrictas reglas de apariencia moral entre la comunidad de pertenencia. Es la primera película de la directora Kamir Aïnouz (hermana del actor argelino-brasileño Karim Aïnouz) y elige mostrar a mujeres que van eligiendo lo que quieren, mientras esquivan como pueden el chantaje de las tradiciones férreas y el teleteatro masculino del honor. La protagonista adolescente está encarnada por la bellísima Zoe Adjani (sobrina de la gran Isabelle Adjani y, por lo tanto, nieta de argelinos).
7. Talking about trees (Sudán)
“El optimismo más fuerte nace de la desesperación”, reza el cartel final del documental Hablando de árboles, del Suhail Gasmelbari, que narra con picardía la tozudez de un grupo de jubilados del cine que ansían reabrir una sala, tras años sin cines en Jartum. Esta es apenas una de las consecuencias de la sucesión de dictaduras que ha padecido Sudán, y ahora resulta que congregar a un grupo de ciudadanos para realizar cualquier actividad cultural parece más difícil que lanzar un cohete al espacio, porque toda reunión de gente está bajo sospecha de confabulación cívica.
8. Morirás a los 20 (Sudán)
Sudán vuelve a tener la palabra, en esta fábula de Amjad Abu Alala sobre un chico condenado desde su infancia a cumplir una maldición en su contra. Una bonita metáfora sobre esto de poder escaparse del propio destino. Ganó el premio mayor de la última edición del Festival de Cine Africano Tarifa-Tánger (FCAT).
9. Moffie (Sudáfrica)
Un conocido de los certámenes internacionales, Oliver Hermanus, se revuelve en esta película contra la cruel homofobia que se solapó con el racismo del apartheid, en su país. Se basa en una novela autobiográfica del escritor afrikáner, André Carl van der Merwe, que desgrana sus días aciagos en el servicio militar, a principios de los 80.
10. Bab Sebta (Marruecos)
Es un corto o, más bien, una pieza de videoarte, pero se ha exhibido y ganado premios en festivales de cine alrededor del mundo, en este año de fronteras cerradas. Se trata de una recreación artística del trasiego pobre en la puerta (aduana) de Ceuta, que transmite todos los contrasentidos de la existencia fronteriza y la malasangre del contrabando hormiga entre España y Marruecos, ese mismo que fue prohibido un año atrás y dejó sin sustento a cientos de familias marroquíes. Su directora es la tangerina Randa Maroufi.
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