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Construir derechos lleva décadas

Las lectoras y los lectores escriben de los jóvenes y la ultraderecha, la legalidad internacional, el consumismo en estas fechas y la Navidad.

Llevo 15 años viviendo fuera de España, y eso te permite tener un perspectiva, en mi opinión, muy sana de lo que allí ocurre. A lo largo de los años he observado como el país iba avanzando en derechos sociales —casi siempre bajo gobiernos progresistas— y como se convertía en un referente a nivel global en materia de políticas que promovían la igualdad de género. Y con la esperanza de que cada nueva generación sería una oportunidad para dar un nuevo impulso hacia una sociedad más justa. Pero observo con mucho desconcierto y preocupación cómo una parte importante de las nuevas generaciones se mueve hacia posiciones de extrema derecha. Y mis hijos me recuerdan siempre que son solo una parte. Pero que haya un 25% de los jóvenes —sobre todo varones— que se sientan cómodos defendiendo esas ideologías querrá decir que no solo las futuras generaciones vivirán peor por no tener acceso a la vivienda, vivirán peor porque heredarán una sociedad con menos derechos. Construir vivienda nueva lleva años. Construir derechos lleva décadas.

Miguel Campo Llopis. Bruselas

Volver a la legalidad

Parece que el voluntarismo político toma posición frente al Estado de derecho y las normas de derecho internacional. Kant decae frente a Schopenhauer, y Trump es uno de los principales ejecutores de la “nueva política” frente a la parálisis de la comunidad internacional. Ejecuciones de tripulantes de embarcaciones, asaltos a petroleros venezolanos y las amenazas imperiales a otros paises, el trato a personas migrantes o el genocidio en Palestina forman parte de una tragedia de nuestros dias cuya forma y contenido debemos evitar que se extienda. El imperio de la ley y el respeto a los derechos fundamentales deben prevalecer frente a esta ofensiva que nos puede destruir como sociedad.

José Luis Garrido García. Valladolid

Excesos

Son fechas de celebraciones y más celebraciones. Nos reunimos con familiares o amigos, celebramos estos días con más o con menos espíritu navideño o con más o menos espiritualidad religiosa. Sea como sea, al final lo que importa es compartir y disfrutar. Sin embargo, todas estas celebraciones en una sociedad de consumo como la nuestra llevan aparejado excesos que a menudo rozan el derroche. Los adultos, en mayor o menos grado, somos conscientes de ello, pero ¿nos hemos planteado cómo influye todo esto a los más pequeños? Flaco favor hacemos a los niños cuando los saturamos de regalos. Por lo pronto están aprendiendo que las cosas son fáciles, que no tienen valor.

Eladio Jiménez Cervera. Paiporta (Valencia)

Una tortura

Normalicemos que para muchos la Navidad es una pesadilla. Es violencia emocional camuflada. Nos inculcan la felicidad en estas fechas sin importar si quieres ser partícipe de la celebración a bombo y platillo. La Navidad es nostalgia, al menos para muchos, jornadas insufribles de trabajo, sin casi tiempo para permitirnos derramar alguna lágrima de tanto hastío emocional. Normalicemos por favor que la Navidad sea para muchos una tortura.

Paula Canabal García. Vigo

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