Cuando salen hombres chungos en el bancal
A Sánchez le aburre dar explicaciones sobre por qué dio tanta confianza y poder a estos personajes, y por qué las militantes y trabajadoras del PSOE vieron ignoradas sus denuncias durante meses
El lenguaje es estructural. No elijo mi idioma materno, con el que escribo esta columna, y me someto a su sintaxis, su ortografía y su léxico. Escribo y hablo con herramientas impuestas cuyas normas no he votado ni puedo discutir. Unas me las insertaron en la escuela y otras las absorbí por contagio con otros hablantes, y apenas soy consciente de lo mucho que me influyen. No elijo mi lengua ni sus flexiones, pero sí mis palabras y...
El lenguaje es estructural. No elijo mi idioma materno, con el que escribo esta columna, y me someto a su sintaxis, su ortografía y su léxico. Escribo y hablo con herramientas impuestas cuyas normas no he votado ni puedo discutir. Unas me las insertaron en la escuela y otras las absorbí por contagio con otros hablantes, y apenas soy consciente de lo mucho que me influyen. No elijo mi lengua ni sus flexiones, pero sí mis palabras y mis silencios. Elijo la textura y música de las frases, y también el tono y la precisión. Puedo ser ambiguo o claro, agresivo o dulce, melodramático o cómico, insultante o halagador. Lo estructural del lenguaje no me exime de la responsabilidad ante mis palabras. Si me acusan de brutalidad verbal no puedo excusarme en que el castellano es rico en insultos.
El machismo también es estructural. El presidente Sánchez dijo una perogrullada cuando usó ese adjetivo como defensa ante toda esa escandalera que atufa a farias y secuela de Torrente. El machismo es estructural, como la lengua, la tasa de paro juvenil, el mal gusto, la diabetes, el alcoholismo o la impuntualidad de Renfe, pero lo estructural no es determinista ni un comodín de la baraja. Nada ni nadie nos obliga a rodearnos de machistas, ni de acosadores sexuales, ni de individuos que van por la oficina con la bragueta abierta.
A cualquiera le puede salir un hombre chungo en el bancal, como en la película de José Luis Cuerda, pero si brotan una docena, el problema es de quien ha sembrado el bancal; no puede culpar a la tierra o a la sequía. Cosecha hombres chungos porque ha sembrado hombres chungos. Los ha elegido, como se eligen las palabras y las compañías, y sospecho que fueron escogidos precisamente por esos atributos y no a pesar de ellos. El poder, de manera estructural, atrae a los abusadores y a los chulos.
Al presidente le aburre dar explicaciones sobre por qué dio tanta confianza y poder a tanto hombre chungo, y por qué las militantes y trabajadoras del PSOE vieron ignoradas sus denuncias durante meses. Quizá le aburra porque todo este asunto suena demasiado obvio, la película está muy vista. Los escándalos son clichés de novela mediocre: el jefe abusador, el corrupto putero, el recadero que soborna, el asqueroso tocaculos… Aburre de puro previsible, pero no es estructural: son el argumento y el reparto que escogió para su propia función política. Cuesta mucho creer que se haya enterado de quiénes eran los personajes leyendo las reseñas de la prensa tras el estreno. Como poco, algo sospecharía ya en los ensayos.