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Una traición moral a la ciudadanía

Las lectoras y los lectores escriben sobre la corrupción con material sanitario durante la pandemia, la memoria de la represión franquista y la condena al fiscal general

Escribo para expresar mi profunda y absoluta indignación ante las nuevas noticias sobre políticos que se han enriquecido de manera vergonzosa con la venta de material sanitario durante los momentos más duros de la pandemia. Mientras miles de familias sufrían pérdidas incalculables y nuestra sanidad pública se encontraba al límite, estos individuos sin escrúpulos veían una oportunidad de negocio en el dolor colectivo y la necesidad imperante. Este comportamiento no es solo corrupción; es una traición moral a la ciudadanía que juraron servir. La codicia demostrada es un insulto a todos los que hicieron sacrificios, a los sanitarios que arriesgaron su vida y a las víctimas de esta crisis. Mi único deseo es que la justicia actúe con firmeza y que aquellos que se lucraron del sufrimiento ajeno no puedan disfrutar jamás ni un solo céntimo de lo robado. Es hora de exigir una ética inquebrantable a nuestros representantes

Jesús del Río Moro. Valladolid

Dispérsense

Si no sientes un temblor en la médula al oír el imperativo “dispérsense” es porque no conociste la represión franquista. Si crees que el aceite de ricino es un cosmético y no lo asocias a “lavado de boca” y diarrea es porque no viviste o no te contaron la represión franquista. Si no entiendes por qué la botella de aceite de oliva se invierte para rescatar hasta la última gota es porque no sufriste o no te contaron el hambre en el franquismo. La brutalidad, el terror y el hambre del franquismo impregnaron eficazmente todos los ámbitos de la vida, desde lo más público hasta los más pequeños gestos privados. Si desconoces esos gestos es porque heredaste “la victoria” o la silenciosa obediencia del desarrollismo en los años sesenta. Si vestías pañales en los años setenta del siglo pasado o no ni siquiera habías nacido, no tienes ni idea de qué es una dictadura, ni del miedo íntimo que provoca. Así que, por favor, no ofendas nuestras canas reivindicando la brutalidad pasada, ni nos insultes frivolizando con que ahora vivimos una dictadura, porque en “una buena dictadura” ya te habrían “lavado la boca”.

Carmen Campello Antón. Valencia

Condena sin sentencia

Unos esperaban una sentencia absolutoria y otros una sentencia condenatoria, pero una sentencia, al fin y al cabo, una sentencia razonada que justificara plenamente la condena o la absolución del fiscal general del Estado. Pero no, el procedimiento, en este caso, ha sido condenar con prisas, y luego ya habrá tiempo para pensar en la redacción de una sentencia que justifique la condena. La condena será todo lo justa que sea, pero la sensación que da esta manera de proceder es que el procesado ya estaba condenado de antemano. Antes, incluso, de ser juzgado. Primero la condena, después un juicio de puro trámite en el que al parecer unos testimonios son fidedignos y otros no, y finalmente la sentencia, a la que aún estamos esperando. Ejemplo de un Tribunal Supremo para el resto del mundo. Así es como funciona aquí la justicia. Enhorabuena al vencedor de pelo blanco y mis condolencias al periodismo y al condenado.

Sebastián Fernández Izquierdo. Petrer (Alicante)

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