Mamdani y la fórmula anti-Trump
El alcalde electo de Nueva York es el póster perfecto de todo lo que excita a la derecha radical: cosmopolita, universitario, ‘woke’ e inmigrante musulmán
Como progresista, recelo de Mamdani. Dudo si el recién elegido alcalde de Nueva York es el mejor antídoto contra el trumpismo o su mayor energizante. En los cuarteles generales republicanos empatan los asustados por la onda expansiva del “socialista” Zohran Mamdani y los que se frotan las manos ante un político que es el póster perfecto de todo lo que excita a la der...
Como progresista, recelo de Mamdani. Dudo si el recién elegido alcalde de Nueva York es el mejor antídoto contra el trumpismo o su mayor energizante. En los cuarteles generales republicanos empatan los asustados por la onda expansiva del “socialista” Zohran Mamdani y los que se frotan las manos ante un político que es el póster perfecto de todo lo que excita a la derecha radical: cosmopolita, universitario, woke e inmigrante musulmán que quiere subir los impuestos y controlar los precios de las verduras y los pisos.
Antes de descorchar el champán (o el chai latte), los estrategas progresistas, tanto dentro como fuera de EE UU, deberían separar las lecciones provechosas que dejaron las elecciones de la semana pasada de las tentaciones peligrosas. Mamdani tiene virtudes y defectos tanto en su personalidad política como en su programa.
A nivel personal, lo más valioso no es lo que simboliza (y más se enfatiza de él: que es la voz de los marginados), sino lo que hace: Mamdani es un genio de la comunicación. En la política actual, la clave es llegar al mayor número de gente de la forma más directa. Es el secreto de Trump. Y Mamdani, con un magistral uso de las redes sociales, ha sido capaz de aparecer en nuestras pantallas de móvil o televisión, de Nueva York a Valdemorillo. Su éxito es difícil de entender hasta para los expertos. No parece obedecer a una determinada táctica en el uso de las tecnologías más modernas (cientos, si no millares de jóvenes intentan lo mismo desde hace años), sino a la más antigua cualidad de los líderes desde la polis griega: el carisma. Mamdani tiene esa capacidad para atraer la atención ciudadana porque sí. Los demócratas deben usarlo. Y punto.
Pero Mamdani no es símbolo de las personas marginadas. Hijo de reputados intelectuales y alumno de las escuelas más exclusivas, es más inverosímil que Mamdani se presente como un campeón de la clase trabajadora que el propio Trump. Ambos políticos son neoyorquinos de buena cuna y, si los padres de Trump eran más ricos, los de Mamdani tenían mayor nivel educativo —lo que casi determina más cómo te irán las cosas—.
Y, a nivel de sus políticas, ocurre lo contrario: lo destacable de Mamdani no es lo que quiere hacer, sino lo que simboliza. Sus propuestas concretas son dudosas (como el control de los alquileres) o costosas (como la gratuidad del transporte o las escuelas infantiles), pero representan lo que importa de verdad a América (y a Europa): la asequibilidad. La vida es impagable. Y esa intuición de Mamdani no tiene precio.