Manda la estabilidad en el precio del dinero
La Reserva Federal y el Banco Central Europeo mantienen el optimismo económico pese a las turbulencias geopolíticas
De este turbulento 2025 quedan apenas dos meses. Está siendo un año marcado por dramáticos giros de guion geopolíticos a la vuelta de cada esquina. Por eso no deja de ser paradójico que, con ese escenario de fondo, la macroeconomía y las finanzas ofrezcan, sobre todo en la zona euro, una imagen de estabilidad propia de otras eras. La semana pasada celebraron reuniones el Banco Central Europeo (BCE) —que mantuvo los tipos de interés en el 2%— y la Reserva Federal —que los rebajó un cuarto de punto hasta el 3,75%—, hubo además cumbre Trump-Xi y las grandes tecnológicas publicaron sus alucinantes cifras de beneficios e inversiones en Inteligencia Artificial. Ninguno de esos eventos alteró el blindado (el tiempo dirá si excesivo) optimismo de los mercados, que siguieron circulando.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, quiso dejar el camino despejado al insistir en la metáfora de que el banco está “en un buen lugar” (esta vez desde Florencia, lo que sin duda ayuda). Celebró con contención el buen dato de PIB de la eurozona (sorprendió el dinamismo de Francia) y apuntó que algunos de los riesgos para el crecimiento se han moderado. Una forma de despejar balones de cara a próximas reuniones: el mercado es consciente de que el BCE no tiene prisa alguna por mover ficha, por más que la propia presidenta admitiera que hay divergencia de opiniones en el consejo del banco, como cabe esperar.
Es una vía, quizá contraintuitiva, de adaptación a un mundo que ha acortado sus plazos: si estamos cómodos (y el BCE lo está en términos de inflación y crecimiento) y todo va más rápido, es preferible ser prudentes. A la espera de acontecimientos que, con toda seguridad, llegarán.
También se aprecia estabilidad en las perspectivas de la Reserva Federal, si bien su presidente, Jerome Powell, en lugar de enfriar las apuestas, las ha calentado. El mercado daba como segura, casi al 100%, la bajada de tipos de diciembre. Ahora ya no. Y no porque haya mejores datos económicos: la primera economía del mundo carece de estadísticas oficiales a causa del cierre gubernamental. Mientras la Fed calibra si prima el riesgo de inflación (estimulada por los aranceles) o de desempleo (sesgado a la baja por las redadas contra los inmigrantes), gana tiempo.
Un cuarto de punto arriba o abajo es, en todo caso, cuestión secundaria cuando está en riesgo algo más trascendental. El ataque de Donald Trump contra la independencia de la Reserva Federal se resolverá en los próximos meses, que serán críticos para el equilibrio de poder y, por tanto, para el devenir futuro de la institución. Y este preciso escenario está en la lista de las cosas que no han ido mal pero puede ir mal. Una Fed dependiente de los volcánicos designios de Trump es una Fed sesgada, donde la economía estará en un segundo plano y los riesgos serán más acuciantes. Sobre todo, por el lado de la inflación, el más dañino para el mundo financiero. Entretanto, manda la estabilidad.