Primer desafío a Trump
Forzar el cierre de la Administración por falta de fondos es una estrategia arriesgada para los demócratas
Unos 750.000 empleados federales de Estados Unidos se ven afectados desde el miércoles por el cierre de la Administración debido a que el Congreso no le otorga los fondos necesarios para operar con normalidad. La negativa de los demócratas, cuyo voto es imprescindible, a dar carta blanca a los republicanos ha provocado el primer cierre del Gobierno en siete años y, a diferencia de otras ocasiones, este amenaza con tener consecuencias duraderas. No solo por la dificultad del acuerdo, sino porque el presidente Donald Trump puede utilizar la coyuntura para reducir el tamaño del sector público con despidos generalizados en organismos federales.
El Congreso debía aprobar las leyes de gasto para financiar el Gobierno antes del 1 de octubre, inicio del año fiscal en EE UU. Los demócratas, arrollados en estos meses por una Casa Blanca que disfruta de mayorías acríticas en la Cámara y en el Senado, quieren aprovechar esta inusual posición de fuerza. En vez de una enmienda general a las prioridades de Trump, exigen en concreto que se asegure la prórroga de las ayudas a la sanidad, que el presidente quería dejar extinguir a finales de año. Los republicanos se niegan a entregar esa baza y han respondido con argumentos falaces, muy del gusto de sus bases extremistas, como que sus rivales quieren ampliar la sanidad a inmigrantes irregulares.
El impacto del cierre sobre los trabajadores federales y el conjunto de la economía depende de su duración, si es de unos días o de semanas (el último se prolongó algo más de un mes). Por lo pronto, cientos de miles de familias han dejado de percibir desde este miércoles sus salarios, incluso aquellos que por ser considerados servicios esenciales (como el personal militar, los agentes de inmigración o los trabajadores de emergencias) deben acudir cada día a su puesto de trabajo. Por cada semana que la Administración permanece en esa situación, el crecimiento económico del país puede verse afectado, aunque normalmente recupera su ritmo al trimestre siguiente. La tesitura puede, eso sí, retrasar la publicación de datos clave de la economía, como los relacionados con el empleo que debían publicarse este viernes y que ayudan a la Reserva Federal a monitorizar la evolución de la actividad. A fuerza de repetirse, los inversores han aprendido a ignorar en gran medida el drama del cierre, considerándolo más un escenario político que un riesgo fundamental del mercado. Salvo que la situación se prolongue en el tiempo y surja el fantasma de la desconfianza en la estabilidad política de la primera economía mundial.
Los demócratas sufrieron un desgarro entre sus bases y cargos el pasado marzo cuando aceptaron dar a la Casa Blanca seis meses de respiro presupuestario. Esta vez tienen razones para dar la batalla y negarse a aparecer como mansos ante una embestida autoritaria sin precedentes en la historia estadounidense. Es hábil concentrar la negociación en un punto que suscita amplio consenso en la sociedad como los subsidios a la sanidad.
La maquinaria de propaganda trumpista intentará hacerlos responsables de despidos y cierres de oficinas, por lo que los demócratas tendrán que ser fieles a su palabra y negociar de buena fe si los republicanos aceptan debatir ese punto. Será una importante victoria para empezar a reconstruir una alternativa parlamentaria al disparate actual de cara a 2026. Pero el bloqueo por el bloqueo no se puede normalizar como estrategia política, pues degrada todo el sistema.