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Condena de cárcel para Sarkozy

La sentencia por corrupción contra el expresidente francés desmonta a un icono de la derecha francesa

La justicia francesa emitió este jueves una sentencia histórica al condenar al expresidente Nicolas Sarkozy a cinco años de prisión por asociación ilícita en la causa que investiga la financiación ilegal por parte del sanguinario dictador libio Muamar el Gadafi de la campaña electoral que en 2007 llevó al Elíseo al político conservador. Sarkozy se impuso entonces por un estrecho margen a la candidata socialista, Ségolène Royal.

Se trata de una resolución inédita y de la máxima relevancia en la historia de la V República porque será la primera vez que un exjefe del Estado entre en la cárcel. El Tribunal de París le comunicará la fecha de ingreso en las próximas semanas, y aunque Sarkozy recurra la sentencia, solo podrá pedir la libertad provisional una vez sea encarcelado.

Con esta decisión, a la que se ha llegado tras 10 años de investigación, el sistema judicial francés ha despejado cualquier duda sobre su independencia, y lo ha hecho con una figura que aún conserva una gran influencia entre los círculos económicos del país vecino. El Tribunal considera probado que durante su ejercicio como ministro del Interior (2005-2007) Sarkozy permitió que sus colaboradores más cercanos maniobraran para obtener apoyo financiero del régimen libio para sufragar su campaña a la presidencia. Según la acusación, a cambio del dinero recibido, Sarkozy facilitó, entre otras cosas, el regreso de la dictadura de Gadafi a la escena internacional tras años de embargo y sanciones.

La sentencia se suma a una extensa lista de condenas ya impuestas al expolítico. Se trata del quinto proceso que Sarkozy ha afrontado desde 2020. El pasado diciembre fue sentenciado a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencias en el llamado caso de las escuchas. Un fallo ya de por sí histórico, pues se trató de la primera condena que impuso arresto domiciliario a un expresidente. También en febrero de 2024, Sarkozy fue condenado a un año de prisión por financiación ilegal de la campaña electoral de 2012 en el llamado caso Bygmalion, un asunto de facturación falsa en eventos de campaña.

Pese al revés sufrido en las primarias de la derecha en 2016, en las que no superó siquiera la primera vuelta, Sarkozy sigue siendo un personaje clave para los conservadores franceses. También para el macronismo. El expresidente fue la primera persona con la que el nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, se reunió tras su nombramiento hace apenas dos semanas. Y parte de la derecha no parece dispuesta a renegar de su herencia: la de un discurso duro, responsable de haber recuperado y legitimado el programa ultra sobre seguridad y anti-inmigración del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen.

Nada justifica ya que la derecha francesa siga considerando uno de sus referentes a un político que enarboló de forma grandilocuente la bandera de la honradez, el orden y la lucha contra la delincuencia como espina dorsal de su ideario y ha terminado condenado por corrupción. Se trata de una oportunidad para regenerar un sistema amenazado por la ultraderecha a solo un año y medio de las elecciones presidenciales.

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