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La mesa donde empezó mi libertad

Los lectores escriben sobre la cultura de la tolerancia, la pobreza laboral, los beneficios del ejercicio y la posición proisraelí de Isabel Díaz Ayuso

Me fui a París por trabajo, sí. Pero fue aquí donde entendí que algo en mí ya pertenecía a esta cultura: la conversación como arte, el pensamiento como forma de compartir. En Francia, disentir no incomoda: se celebra. Y entonces lo supe. Yo ya venía de ahí. De una mesa con cinco voces —mis padres, mis hermanos y yo— compartiendo croquetas e ideas sin fin, donde aprendí que pensar distinto no es una amenaza, sino una oportunidad de siempre descubrir algo más. Que las palabras no se usan para vencer, sino para vincular. Porque eso es la libertad: no la ausencia de conflicto, sino la presencia luminosa del pensamiento. Yo vengo de una casa donde se debatía por el puro deseo de escuchar al otro, donde los silencios eran excepción y las preguntas, lo más sagrado. Por eso, cuando encontré París, no encontré una patria nueva. Encontré la lengua de mi infancia: esa en la que hablar era también comprender. Y disentir la forma más honesta de seguir aprendiendo.

Begoña González. París

Estoy cansada

Tengo 31 años y estoy cansada de trabajar y ser pobre; cansada de llevar la misma vida que cuando era universitaria, pero esta vez perdiendo la salud trabajando precariamente. Me siento junto a mi pareja en el sofá, después de una larga jornada, a soñar con los hijos que no podemos tener, la boda que no podemos celebrar, el alquiler que no podemos pagar. Y, aun así, soñamos. Todavía podemos permitirnos tener sueños y olernos, en un abrazo de consuelo, el uno al otro.

Ana García Navarro. Fuengirola (Málaga)

Cuidado con el cuerpo

“Resulta que a todo el mundo le da por hacer ejercicio ahora”, resuena en mi cabeza tras escucharlo de algún ser (copa en mano) en alguna barra de algún bar. “Es una secta en toda regla, no hablan de otra cosa”. Verá usted, querido ciudadano: en mi caso particular, el deporte me salvó no solo el cuerpo, sino la mente, y provocó cambios en mí que pretendo perduren mucho tiempo (por mi propio bienestar personal). Ahora bien, si usted prefiere el alcohol, el tabaco, y el hablar por hablar, no se extrañe si, llegado el momento, la vida le devuelve el golpe de una forma no necesariamente metafórica.

María Latores. Riosa (Asturias)

Nadie nos lo ha pedido

“Sobre el asunto de Israel pienso que (…) España se va quedando cada vez más aislada e intenta ponerse a la cabeza de un asunto que nadie le ha pedido”, ha dicho la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Quiero decirle que sí, que alguien y algo se lo ha pedido, a España y al mundo entero. Nos lo pide entre llantos el representante de Palestina ante la ONU. Nos lo piden a gritos, bajo las bombas, o en silencio por el hambre, miles de seres humanos. Nos lo piden sentimientos y valores tan propios de nuestra condición como la compasión, la empatía o el respeto a la vida. Nos lo piden la obligación, necesidad o deseo de actuar ante tan flagrante violación de la mayoría de los derechos humanos universales. Y usted, ¿no lo oye? A usted, ¿nada ni nadie se lo pide? Quizás sea usted, y no España, la que se está quedando cada vez más aislada.

Mónica Esteve Sanz. Madrid

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