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La peligrosa enfermedad de la soberbia

Tras sembrar durante años dudas sobre las vacunas, el secretario de Salud de Trump cuelga en X fotos con los padres de niños que han muerto por hacerle caso

Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud de Donald Trump pese a carecer de cualquier cualificación médica —es abogado— y ser un reconocido antivacunas, tuiteó el domingo, tras la muerte de Daisy Hildebrand, una niña de ocho años, por una enfermedad perfectamente controlable en un país desarrollado lo siguiente: “La forma más eficaz de prevenir...

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Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud de Donald Trump pese a carecer de cualquier cualificación médica —es abogado— y ser un reconocido antivacunas, tuiteó el domingo, tras la muerte de Daisy Hildebrand, una niña de ocho años, por una enfermedad perfectamente controlable en un país desarrollado lo siguiente: “La forma más eficaz de prevenir la propagación del sarampión es la vacuna”. El mensaje en la red social de su colega Elon Musk supera los 6.400 comentarios, muchos de ellos criticando a Kennedy por rectificar y vinculando las vacunas, como él ha hecho durante años, con el autismo.

Imposible deshacer en un solo tuit una hemeroteca llena de bulos sobre la falta de seguridad de las inyecciones. Ya hay un ejército más papista que el Papa, y uno de sus generales es Del Bigtree, quien fue director de comunicación del propio Kennedy en la campaña presidencial y productor de un documental antivacunas. Otros tuiteros recordaron al sobrino de JFK que en el prólogo de un libro publicado en 2021 escribe que las grandes farmacéuticas —contra las que pleiteaba como abogado— y la Administración habían “engañado” a los padres haciéndoles creer que ese virus, uno de los más contagiosos, podía ser mortal y que las vacunas eran seguras y efectivas. También recetó vitamina A y aceite de bacalao para los que lo contrajeran y llegó a asegurar que pasar la enfermedad protegía contra el cáncer.

El post de Kennedy después de morir Daisy recuerda que otro pequeño, Kayler Fehr, de seis años, falleció en febrero por la misma enfermedad y que el “brote de sarampión” suma 642 casos confirmados en 22 Estados, 499 de ellos en Texas. Su mensaje en X tras las trágicas y evitables muertes de ambos niños tiene 252 palabras y repite hasta en seis ocasiones “yo”: “Yo vine hoy al condado de Gaines, Texas, para consolar a la familia Hildebrand”; “yo conocí a la familia de Kayler”; “yo desarrollé un profundo afecto por otros miembros de la comunidad en este difícil momento”... Nada parecido a un “yo estaba equivocado, pido a los padres que me disculpen y que olviden todo lo que he dicho”.

La desinformación y las teorías conspiranoicas encuentran a menudo un gran aliado en la soberbia. Frente a los consensos, incluso cuando son científicos, el arrogante obtiene en los bulos, por ridículos que sean, la posibilidad de creerse más listo que nadie o que casi todos —la eficacia de la vacuna del sarampión asciende al 97%—. Mientras el humilde siempre está dispuesto a escuchar, especialmente a los que saben de aquello de lo que él desconoce —enfermedades, por ejemplo—, el soberbio cerrará los ojos ante la evidencia y se agarrará a la oportunidad de sentirse superior, rebelde, antisistema.

Ese juego de gratificaciones al ego explica buena parte de los liderazgos que hoy traen al mundo de cabeza. En la de Trump, la guerra comercial resulta una excelente idea; la OMS es una “estafa corrupta” que había que abandonar inmediatamente y la covid, algo que podía tratarse con lejía o luz solar. Por ahí andaba también Robert Kennedy Jr., entonces abogado raso, pidiendo formalmente a la Administración que no autorizase las vacunas contra el coronavirus que salvaron miles de vidas y permitieron al mundo recuperar la normalidad.

En su fanatismo ególatra han inventado un concepto tan absurdo como “la ideología de la salud” por la cual quienes vigilan por el bienestar de la población son, en realidad, agentes políticos al servicio de intereses oscuros. Trump llegó a asegurar que el Gobierno de Joe Biden había destinado ocho millones de dólares para crear “ratones trans”. En realidad, se trataba de estudios para investigar sobre distintas enfermedades y su tratamiento para transexuales y para el resto de la población. La enfermedad más peligrosa, a veces, es la soberbia. En lugar de rodearse de los mejores, Trump ha elegido un Gabinete a su imagen y semejanza, colocando a pirómanos a apagar los incendios, hombres como Robert F. Kennedy Jr., que, tras sembrar dudas durante años sobre las vacunas, ahora cuelga en su cuenta de X fotos con los padres de los niños que han muerto por hacerle caso.




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