Ir al contenido

‘Cerebritos’ en un país de alcohólicos

El creciente número de abstemios pone en evidencia la tóxica relación con la bebida de otras generaciones de españoles

Un vaso de 'cerebrito'.Brent Hofacker / 500px (Getty Images/500px Plus)

No hace mucho quedé con un muchacho culto, educado y jovial, bastante más joven que yo. Solo cuando pedí la tercera caña me atreví a preguntarle por qué él iba aún por el primer agua. “No bebo”, me dijo. Giré los ojos e hice el típico chascarrillo de mujer madura que ejerce como tal pero aún no se considera vieja: “Yo a tu edad…”. Yo a su edad no hubiese podido afrontar la idea de quedar con un desconocido atractivo sin contar con la reconfortante garantía que ofrecen las barras y su producto líquido: la de que en media hora uno podrá estar ligeramente anestesiado, en una relajado, en dos clar...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

No hace mucho quedé con un muchacho culto, educado y jovial, bastante más joven que yo. Solo cuando pedí la tercera caña me atreví a preguntarle por qué él iba aún por el primer agua. “No bebo”, me dijo. Giré los ojos e hice el típico chascarrillo de mujer madura que ejerce como tal pero aún no se considera vieja: “Yo a tu edad…”. Yo a su edad no hubiese podido afrontar la idea de quedar con un desconocido atractivo sin contar con la reconfortante garantía que ofrecen las barras y su producto líquido: la de que en media hora uno podrá estar ligeramente anestesiado, en una relajado, en dos clarividente y en tres, lanzado. No recordé hasta el día siguiente, cuando me levanté con una resaca considerable, que también le había contado que mi primera borrachera fue a los 15 años (“una noche me escapé sin permiso a las fiestas del pueblo de una amiga y al amanecer su madre tuvo que tenderme en el suelo del baño de su casa para rociarme con el teléfono de la ducha y hacerme recuperar el conocimiento”), que en la universidad conocí a un campeón autonómico en ingesta de cerebritos (“era un cóctel en el que se recrean las volutas encefálicas echando crema irlandesa en una mezcla de vodka y granadina, ¿nunca lo has visto?”) o que al salir de mi primer trabajo, durante años, frecuenté con mis compañeros un bar de viejos en cuyo rótulo, entre un dibujo de un cruasán y otro de un vaso de tubo, se podía leer sin ironía: “O rei do cubata. Desayunos”. Esta última es una anécdota que siempre genera grandes risas entre los amigotes y amigotas que hemos formado parte de la cultura etílica española, tan definitoria del ocio de los últimos 50 años. A él, sin embargo, le llevó a decir con una calma que se parecía mucho a la pena: “Con razón tenéis todos el hígado graso”. Me dolió ese “todos” porque supe exactamente a qué se refería: a todos los que lo único que recordamos de nuestro primer beso es que sabía a alcohol.

Sobre la firma

Más información

Archivado En