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Carlos Mazón, quinto milenio

¿Qué poderosa fuerza abdujo al presidente valenciano? ¿Se trató de una siesta? ¿Pasó del Ventorro al Siestorro? Lo entiendo, porque hay tardes en que vuelvo de la siesta como de otro planeta

El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón.Mònica Torres

Pues mire, sí, tengo nostalgia. Nostalgia de las películas del espacio de entonces, espacio pulcro, resplandeciente, sostenible, y también de aquellos misterios sin resolver que proponía el sabio de lo paranormal Jiménez del Oso. Hombres como mi padre se sobreexcitaban con las caras de Bélmez, la chica de la curva y, cómo no, el Triángulo de las Bermudas. Allá por 1974, una generación empachada de los milagros de la iglesia católica abrazaba la idea de que hubiera seres de otro planeta entre ...

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Pues mire, sí, tengo nostalgia. Nostalgia de las películas del espacio de entonces, espacio pulcro, resplandeciente, sostenible, y también de aquellos misterios sin resolver que proponía el sabio de lo paranormal Jiménez del Oso. Hombres como mi padre se sobreexcitaban con las caras de Bélmez, la chica de la curva y, cómo no, el Triángulo de las Bermudas. Allá por 1974, una generación empachada de los milagros de la iglesia católica abrazaba la idea de que hubiera seres de otro planeta entre nosotros. ¿Es que no es infinito el universo para que los terrícolas aceptemos compartirlo? Los niños de mi quinta escuchábamos fascinados esas especulaciones. A mí, que mi padre creyera en eso me volaba la cabeza. Cruzábamos la Mancha en el Seat 1430, atentos por si de pronto un ovni aterrizaba ante nosotros, de la misma forma que hoy se te cruza un jabalí. Al otro lado del océano y una década anterior, el niño Steven Spielberg contempló con su padre una lluvia de meteoritos y eso alimentó una imaginación que fructificaría en Encuentros en la tercera fase. Ahí es donde mi fantasía sideral se quedó voluntariamente anclada. En cuanto al misterio del Triángulo de las Bermudas, ese espacio entre las islas Bermudas, Puerto Rico y Miami donde barcos de la envergadura de un carguero o aviones de transporte desaparecían como tragados por el agua o abducidos por el más allá, a mí me daban ganas de rezar por los desaparecidos. Lo edificante de estas historias es que eran una prolongación de los cuentos al amor de la lumbre: la luz del día restablecía la realidad y cada mochuelo regresaba a su olivo. Eran misterios que a los adultos les permitían volver a la infancia.

Yo creía ilusa que estas fantasías se daban por zanjadas, pero Iker Jiménez las actualizó envueltas ahora en un celofán político que de alguna manera las envilece. Los marcianos de entonces nos invadían para hacer el Mal o el Bien, pero los de ahora te dan la charla antivacunas, votan a Trump o son terraplanistas. Eso sí, quien ha revitalizado con inusitada fuerza el misterio irresoluto del Triángulo de las Bermudas ha sido Carlos Mazón. En este caso, contamos con un espacio pequeño y menos convulso, en el que los tres lados delimitan un triángulo entre el Ventorro, la Generalitat y el Cecopi. Del Ventorro a la Generalitat hay un paseíllo, de la Generalitat al Cecopi, unos veinte minutos en coche. Pero no nos dejemos engañar por un lugar tan casero y manejable: nuestro triángulo patrio también se traga a hombres que luego, como si volvieran de otra dimensión, no saben decirnos dónde han estado. La historia da para un libro mejor que el que escribiera Charles Berlitz en los 70 porque lo extraordinario es que, en teoría, hoy estamos permanentemente geolocalizados, nuestros pasos andan registrados por cámaras omnipresentes, nuestro móvil da cuenta de nuestros movimientos, y si no es a través del nuestro queda marcado en el de nuestros amigos. Siendo así: ¿qué poderosa e inexplorada fuerza abdujo a Mazón? ¿Se trató de una siesta? Del Ventorro al Siestorro, cosa que me explico porque hay tardes que salgo de la siesta como de otro planeta. ¿O fue lo que se llama “un dormir la mona”? Lo cual integraría el misterio en el saco de las sagradas costumbres mediterráneas. Un subgénero paranormal-cañí que puede dar mucho juego.

La otra noche en el programa 59 segundos el actor Miguel Rellán, invitado para hablar de la pandemia como superviviente del virus, se saltó inesperadamente el tema y de pronto, como poseído, preguntó: pero… ¿y por qué no hablan con la periodista que comió con Mazón? Se produjo un silencio incómodo. Yo comprendo a Rellán. A menudo, cuando se habla de rearme, aranceles o Ucrania, me gustaría gritar, pero, coño, antes tendremos que saber en qué punto del triángulo se encontraba Mazón. Si no resolvemos el enigma nos quedaremos atrapados, como en el agujero del gusano.

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