Ese reptil que somos
Hay que preguntarse qué tal se llevarán juntos la inteligencia artificial y nuestro cerebro, que gobierna nuestros miedos, nuestros símbolos, nuestros dioses
Puede que la inteligencia sea la característica más noble del ser humano, la que en principio lo distingue de los demás animales, pero no es la cualidad determinante de su conducta. Aposentada en el córtex la inteligencia tiene debajo el cerebro de los sentimientos y emociones, y aún más abajo el cerebro reptiliano, que gobierna los instintos básicos, el hambre, la sed, el sexo, el territorio, esas necesidades por las que el ser humano mata a su prójimo. Hay gente tan reptiliana que pese a que la ves caminar de pie, de hecho, lo hace arrastrándose por el suelo como una serpiente. Hay gente tan...
Puede que la inteligencia sea la característica más noble del ser humano, la que en principio lo distingue de los demás animales, pero no es la cualidad determinante de su conducta. Aposentada en el córtex la inteligencia tiene debajo el cerebro de los sentimientos y emociones, y aún más abajo el cerebro reptiliano, que gobierna los instintos básicos, el hambre, la sed, el sexo, el territorio, esas necesidades por las que el ser humano mata a su prójimo. Hay gente tan reptiliana que pese a que la ves caminar de pie, de hecho, lo hace arrastrándose por el suelo como una serpiente. Hay gente tan emotiva que es capaz de tragarse cualquier clase de veneno en forma de creencia, patria o bandera servida por una inflamada arenga de cualquier líder tronado a quien la masa seguirá ciegamente como el ganado de ovejas sigue al choto. Estamos en la era de tránsito de la realidad analógica a la digital. Los jóvenes se hallan ya en ese bosque en el que no eres nadie si no piensas mecánicamente con los dedos y no tienes las orejas verdes puntiagudas. Los más avanzados están a punto de penetrar en la nueva realidad de la inteligencia artificial mientras media humanidad se encuentra rezagada en el mundo analógico, pero llegará un día en que esta vieja forma de ser y de pensar quedará atrás con nostalgia porque será como un paraíso perdido en el que fuimos tan felices. Me pregunto qué tal se llevarán juntos la inteligencia artificial y nuestro cerebro de reptil, y con el que gobierna nuestros miedos, nuestros símbolos, nuestros dioses. Cuando el ser humano esté instalado en la nueva realidad donde lo cierto y lo falso tendrán la misma sustancia puede que algún día su médico, que le había pedido una analítica completa, sentado en su despacho con el rostro muy grave tendrá en las manos el resultado. “Tengo que comunicarle una verdad insoslayable”—le dirá. En ese momento las luces de la inteligencia artificial se apagarán. Solo ese reptil que somos se pondrá en alerta.