El viaje insostenible de un pantalón usado
La conciencia ciudadana es tan necesaria como la política pública para optimizar el reciclaje de ropa
Una investigación desarrollada por este periódico durante casi un año ha puesto números al coste social y ambiental que tienen el hiperconsumismo de ropa barata y la ineficacia en su reciclaje. EL PAÍS ha seguido la pista mediante dispositivos de geolocalización a 15 prendas depositadas en contenedores de 12 ciudades españolas. En estos 11 meses, siete de ellas salieron de España y han recorrido en total 65.000 kilómetros hasta acabar en Reino Unido, Marruecos, Costa de Marfil, Sudáfrica, Emiratos Árabes Unidos y Pakistán. A ellos hay que sumar otros 36.200 kilómetros desde su lugar de fabricación hasta Madrid. La enorme huella de carbono que supone esta doble contaminación no es el único problema que la basura del primer mundo termina causando en países del sur global.
El modelo de economía circular que la UE pretende favorecer en pos de una mayor sostenibilidad flaquea ante un consumo que desdeña ese principio. La Unión generó en 2022 unos 6,94 millones de toneladas de desechos textiles, de los que solo un 15% se depositó en puntos de reciclaje. Unas 900.000 toneladas (datos de 2021, los últimos disponibles) corresponden a España, donde el 88% acaba en basureros. Europa no tiene capacidad de gestionar todos esos residuos y opta por exportar ropa usada a terceros países, principalmente africanos y asiáticos. En muchas ocasiones termina en vertederos, lo que multiplica la generación de basura o sosteniendo opacas redes comerciales cimentadas en la explotación. En las últimas dos décadas, se ha triplicado la exportación de ropa usada desde la UE: de 550.000 toneladas en 2000 hasta casi 1,7 millones en 2019.
Pese a ello, y al desconocimiento sobre el destino final de una camiseta que tiramos a un contenedor, se debe seguir apostando por el reciclaje (y la reutilización) como principal camino hacia una sostenibilidad que no es una mera apuesta ideológica, sino un pilar básico del futuro del planeta. La concienciación de los consumidores es clave. Pero sus esfuerzos siempre resultarán escasos si no van acompañados de las necesarias políticas públicas.
El Consejo Europeo y la Eurocámara alcanzaron la semana pasada un primer acuerdo sobre la directiva marco de residuos para favorecer una gestión más eficiente de los productos textiles. Uno de sus puntos fundamentales es que ampliará la responsabilidad de las empresas sobre todo el ciclo de vida de sus productos, incluida la gestión de sus desechos. Diez grandes marcas que operan en España se han aliado para trabajar en ese sentido. Desde el 1 de enero, todos los ayuntamientos españoles deben realizar la recogida separada de los residuos textiles, que ya funciona en muchas grandes ciudades. Son avances necesarios para no comprometer a las generaciones futuras. Y no solo a las occidentales, también a las de países que no nos pueden servir de basurero.