El disciplinamiento feroz de Milei

Cabe preguntarse si personas cercanas al presidente argentino tuvieron información sobre los antecedentes de los involucrados en el escándalo $Libra, pero callaron para evitar consecuencias personales

Javier Milei, durante en el último día de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) en National Harbor, Maryland, el 22 de febrero de 2025.JIM LO SCALZO (EFE)

Motosierra, ejecutados, guillotina, ensobrados, econochantas y un nutrido lote de otros epítetos conforman el lenguaje cotidiano que ha impuesto el presidente argentino Javier Milei. Si bien esta modalidad de comunicación lleva apenas un año, ya es posible hacer un análisis de sus consecuencias, al menos, inmediatas. Su desembarco en la Casa Rosada tiene mucho que ver con el enojo de la población hacia una clase política ineficiente y cor...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Motosierra, ejecutados, guillotina, ensobrados, econochantas y un nutrido lote de otros epítetos conforman el lenguaje cotidiano que ha impuesto el presidente argentino Javier Milei. Si bien esta modalidad de comunicación lleva apenas un año, ya es posible hacer un análisis de sus consecuencias, al menos, inmediatas. Su desembarco en la Casa Rosada tiene mucho que ver con el enojo de la población hacia una clase política ineficiente y corrupta que no daba respuestas a los crecientes problemas de la sociedad. Salió de entre ellos y lideró con una mezcla de aciertos y vulgaridades con las que el público se identificó. Desde entonces, se viene desarrollando una política de mano dura sobre el pensamiento que fue en aumento.

La lista de ejemplos es larguísima. Muchos hacen estadísticas de cuántos funcionarios son despedidos por día y el número alarma; pero no es solamente la cantidad, sino también la forma y el motivo. Porque que el mismísimo presidente diga en televisión que un ministro “se está enterando ahora” de su remoción, o por un tuit es una humillación innecesaria. Pero ese es el estilo; el que cae en desgracia es despedido con deshonra y ni se le agradecen los servicios prestados, un formato universalmente acordado a menos que mediara una afrenta o falta gravísima, cosa que hasta el presente, no ocurrió.

No parece que la tendencia vaya a cambiar, sino que se profundiza. El reciente episodio con la fallida criptomoneda que empezó con un inocente tuit y en cuestión de horas se transformó en un escándalo internacional podría y debería ser el inicio de un rotundo cambio de estrategia en dos ámbitos igualmente sensibles: la selección de funcionarios e “íntimos” y la gestión comunicacional. Manuel Adorni es contador; Santiago Caputo, bachiller; Karina Milei, licenciada en marketing. Tal vez sea hora de reconocer que el ejercicio de la primera magistratura requiere de una especialización en el área que, hasta ahora, descansa sobre amateurs.

Los primeros movimientos sugieren que insistirán por ese camino y con “la mano” que le den los periodistas amigos; sin embargo, en este momento de volatilidad no solo de los mercados, sino, por primera vez, del prestigio presidencial, no basta solo con pontificar sobre las bondades de la meritocracia. La cuestión es la consecuencia de esta política de sumisión que se ha venido practicando. ¿Cómo estar seguros de que los colaboradores que se consiguen están consustanciados con las ideas o simplemente tienen temor a ser despedidos? La otra pregunta que cabe hacerse es ¿al gobierno realmente le importa el aporte de las personas que suma a sus equipos o solo son figuras decorativas que hacen mientras el poder y las decisiones pasan por otro lado?

El disciplinamiento feroz provoca parálisis y mediocridad; nadie que haya accedido a un cargo querrá ser removido, para lo cual guardará silencio y evitará tomar medidas que provoquen el desagradado del presidente, o sea, se cultivará la inmovilidad. Pero así, el deterioro de la calidad de colaboradores también resultará forzoso, pues no habrá quien se arriesgue a que su prestigio, construido con años de trayectoria en el área que fuera, sea revoleado por una ventana al son de un par de insultos.

Cabe preguntarse, por ejemplo, si algunas personas cercanas tuvieron información sobre los dudosos antecedentes de los involucrados en el affaire $Libra, pero callaron y prefirieron evitar un encontronazo con el “triángulo de hierro” y las consecuencias personales que eso acarrearía. Hubo expectativas de que el ejercicio del poder aplacaría el temperamento explosivo de Milei, tal vez inspirados en que pasar de su origen humilde a presidente de la república saldaría sus deudas con la vida. Sin embargo, fue lo contrario. Aquel niño destratado mostró que sus heridas aún estaban abiertas. Porque, en política, se tienen adversarios, no enemigos; y hasta el día de la elección.

Luego, el sistema se nutre tanto de las coincidencias como del disenso y la división de poderes reparte y limita por igual a quienes ejercen cargos de relevancia dentro de la burocracia estatal. Luego está la prensa, que irrita a los gobernantes en general y a los gobernantes autoritarios en particular. Eso, sumado a que, en países como la Argentina, la concentración de la riqueza provoca una seria distorsión en las relaciones entre el poder político y el económico. El empresariado conquista un rol de jugador significativo con peso político propio que desemboca, inexorablemente, en relaciones prebendarias.

Todos estos males son anteriores al peronismo, pero se consolidaron con él como una forma de ejercer la función pública. En 2023, el gran público entendió que “el león” venía a barrer con esos y otros privilegios enquistados. Pero resultó que solamente se fue, y no del todo, el kirchnerismo explícito y fue reemplazado por el menemismo, ese peronismo light de los ‘90 de buenos modos y malos hábitos. Sin embargo, justo es reconocer que la ira no es una condición menemista. A la política y las personas de aquella década se le ha sumado un clima de beligerancia permanente que solo admite la sumisión absoluta y la descalificación de cualquier opinión que se corra un milímetro del relato oficial. Nadie parece interpretar que el debate de ideas ilumina, mejora y perfecciona.

En los últimos días quedó demostrado que es preciso detener este modo de comunicación. Los excesos alcanzaron para llegar, pero el clima de enfrentamiento que promueve el propio gobierno se ha vuelto irrespirable, más ahora, cuando su cualidad de impoluto se ha astillado.

Más información

Archivado En