Lo que no se entiende

PSOE y Sumar son incapaces de aplicar en su propia casa la facultad de la que presumen para llegar a inéditos acuerdos con otros partidos

Rueda de prensa tras el Consejo de Ministros de este martes. De izquierda a derecha, la ministra de Transición Energética, Sara Aagesen; la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz; y el ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy. Mariscal (EFE)

Yolanda Díaz dijo hace muy poco que en la coalición de gobierno resuelven sus conflictos con amor y han decidido darse un San Valentín a lo grande: aireando su pelea en la misma mesa del Consejo de Ministros. Se agradece, porque así al menos nos ahorramos el trámite de tener que ir citando a fuentes de unos y otros que se reprochan en privado lo que de verdad piensan y que luego se negarán cuando se tengan de frente.

Ayer todo es...

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Yolanda Díaz dijo hace muy poco que en la coalición de gobierno resuelven sus conflictos con amor y han decidido darse un San Valentín a lo grande: aireando su pelea en la misma mesa del Consejo de Ministros. Se agradece, porque así al menos nos ahorramos el trámite de tener que ir citando a fuentes de unos y otros que se reprochan en privado lo que de verdad piensan y que luego se negarán cuando se tengan de frente.

Ayer todo estaba a la vista: solo con notar lo juntas que estaban Díaz y Pilar Alegría en La Moncloa y los kilómetros que sin embargo las separaban a cuenta del mínimo exento. Pareció por un momento que lo siguiente fuera a ser imitar a Gustavo Petro y televisar en directo las reuniones del gabinete, a riesgo de que alguno de los presentes se escapase a la carrera al grito de que le habían roto por dentro.

Alguien que se sentó antes en esa mesa y que fue ministro solía quejarse del trato que le dábamos los periodistas, porque criticábamos su falta de autoridad si había debate interno y criticábamos la falta de debate interno si daba un golpe de autoridad. Se ha dicho mucho —y debe de ser verdad, si tantas veces se dice— que nos falta cultura de coalición y que, tal como están los parlamentos, conviene acostumbrarse a que avienten sus discrepancias los partidos que, pese a todo, comparten un objetivo común. Por eso gobiernan juntos: para impedir que otros lo hagan; aunque lo particular de este caso está en el volumen de la discusión, y en su momento.

El Gobierno de Pedro Sánchez aprobará este miércoles la subida de las pensiones que estuvo muerta por unos días y que hoy salva con los votos de quienes la tumbaron, el PP y Junts. Expuesto a una fragilidad constante que le obliga a correr por la orilla de la playa, al Ejecutivo le faltan votos para sacar adelante la segunda parte del decreto, la reducción de la jornada laboral o la ley de los presupuestos generales, que ya renunció a presentar el año pasado. Y es justo en este preciso instante cuando la coalición tapa con su propio ruido un avance social, que es la nueva subida del salario mínimo.

Más que eso, PSOE y Sumar han desvelado que esa facultad de la que presumen para llegar a inéditos acuerdos con otros partidos —también llamada supervivencia— son incapaces de aplicarla en su propia casa, al menos por ahora y en este asunto concreto. Se diría que la solución estaba escrita: cumplir lo acordado, debatirlo en el Consejo de Ministros y dar a los ciudadanos certidumbres sin interferencias en un contexto de caos global. En vez de eso, han preferido anticipar San Valentín, quizá llevados por una idea demasiado romántica de cómo les tienen que estar viendo sus electores.

Vendrán luego con la tan traída batalla del relato y las razones internas de cada lado, pero existe un principio fundamental que lo mismo sirve para la política como para las cuitas de la pareja: las cosas que no se entienden no se pueden explicar.

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