Una semana de tragedia
Hay que lamentar que el presidente valenciano se lance a culpar ahora al Gobierno central de sus propios errores
Cuando se cumple una semana de la mayor catástrofe que ha sufrido España en más de medio siglo, hay que evitar por todos los medios el peor escenario: la falta de unidad entre las administraciones implicadas en remediar sus consecuencias. Lo último que necesitan los valencianos, que precisan mucha ayuda y mucha intervención pública porque tienen todavía su vida en el aire, es una trifulca política.
Después del estallido de comprensible rabia de los vecinos de Paiporta el domingo —al margen de la minoría de ultras que buscan sacar partido del dolor— lo deseable hubiera sido que todos los políticos tomasen nota, es decir, que la contención y la cabeza fría fuesen las dominantes. Y, en general, así ha sido, menos por parte de quien tiene la mayor responsabilidad de gestión en estos aciagos momentos: el presidente valenciano, el popular Carlos Mazón.
Tanto el Gobierno central como el presidente Mazón exhibieron unidad y colaboración en los días inmediatos a la devastación provocada por la dana. Es lo que se espera en una situación crítica. Sin embargo, el presidente autonómico, la máxima autoridad del Estado en su comunidad, cambió este lunes bruscamente de estrategia para culpar al Ejecutivo de algunos de sus propios errores. En dos entrevistas, Mazón endosó al Gobierno responsabilidades que eran claramente suyas, tanto en la activación de las alertas en las fatídicas primeras horas del temporal como en el despliegue inicial de miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Horas después se encontraba con los desmentidos de los organismos públicos aludidos, tanto la Confederación Hidrográfica del Júcar como del general jefe de la UME, Francisco Javier Marcos.
El presidente valenciano inicia un camino autoexculpatorio que los hechos conocidos hasta el momento contradicen y rompe unilateralmente el consenso público con el Gobierno de España que él mismo había alabado insistentemente hasta hoy.
En un día lleno de paradojas, el líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo, el primero que criticó a Pedro Sánchez nada más desencadenarse la tragedia, le ofreció su apoyo si declara el estado de emergencia nacional, es decir, si le quita el mando de la gestión de la catástrofe a su compañero de partido y lo asume La Moncloa. Las palabras de Feijóo desautorizan, no sabemos si de forma calculada o involuntaria, la actuación de Mazón, que se ha resistido desde el primer momento a pedir esa declaración de emergencia nacional pudiendo hacerlo. El Gobierno de Sánchez volvió a rechazar esa posibilidad —que también le pide Podemos— e insistió en que la mejor manera de afrontar la emergencia es colaborando con la administración que mejor conoce el territorio. Tampoco hizo acuse de recibo público del giro del presidente valenciano e insistió en reclamar unidad frente a la desgracia, también a los grupos parlamentarios a los que presentó el paquete de medidas para Valencia que este martes aprobará el Consejo de Ministros.
Una semana después de que el cielo se abatiera en forma de tromba de agua sobre los valencianos, y ante la magnitud del desastre, harán bien todos los representantes públicos en evitar las escaramuzas políticas porque resultan insoportables viendo a los ciudadanos sufrir. Hace falta coordinación y eficacia, pero también hacerse cargo de la ola emocional que recorre España.