Solo muerte y ruinas en Gaza

El objetivo de arrasar el norte de la Franja para colonizar el territorio es cada vez más evidente a pesar de los desmentidos

Decenas de palestinos se agolpan para intentar hacerse con algo de pan en medio de una profunda escasez de alimentos, este jueves en Deir Al Balah, en el centro de la Franja de Gaza.Ramadan Abed (REUTERS)

Una nueva ronda de negociaciones para obtener una tregua y la liberación de los rehenes en Gaza se abrirá en las próximas horas en Qatar. Nada se consiguió en todo el año antes de la muerte de Yahia Sinwar, el dirigente de Hamás que se resistía a las condiciones exigidas por Benjamín Netanyahu, y será difícil que se consiga algo ahora, cuando ni siquiera se sabe quién dirige al grupo terrorista para ordenar la liberación de los rehenes. Todo es cíclico en esta catástrofe bélica, las negociaciones y las declaraciones, las expectativas y las decepciones, menos el ritmo continuo de destrucción, sufrimiento y muerte que no cesa.

Siguen secuestrados más de un centenar de rehenes, de los que quizás solo la mitad sobrevive. Más de 42.000 son los muertos en la Franja (entre ellos cientos de trabajadores humanitarios y decenas de periodistas) y se acercan a 100.000 los heridos. El 90% de la población ha sido obligada a desplazarse varias veces. Están en ruinas el 80% de los edificios e infraestructuras, y los que aguantan en pie apenas sirven como refugio provisional. Parte de estas cifras provienen de organizaciones vinculadas a Hamás y son discutidas desde Israel, pero el temor generalizado es que el balance real, todavía oculto bajo las ruinas, sea mucho peor.

Escasean las noticias debidamente comprobadas y documentadas de lo que está sucediendo en Gaza, y especialmente alrededor del campo de Yabalia, en el norte. Es lógico que sea así, sin prensa internacional autorizada por Israel, y con los periodistas palestinos sometidos al mismo trato que el resto de la población, y en algunos casos, como el de seis reporteros de Al Jazeera, amenazados y acusados de pertenecer a organizaciones terroristas. Como aves carroñeras en las proximidades del campo de batalla, algunos políticos de extrema derecha del Gobierno israelí han señalado sus intenciones respecto al norte de Gaza: obligar a los gazatíes, mediante la carencia de alimentos, sanidad y cualquier suministro y los bombardeos de rigor, a que abandonen el territorio para construir colonias israelíes.

No es esta la política oficial, según la respuesta de Netanyahu al secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, pero las actuaciones del ejército de Israel desmienten al primer ministro. Washington ha exigido a Israel la entrada masiva de ayuda humanitaria para aliviar la extrema situación, bajo la amenaza de empezar a retirar la ayuda militar el 15 de noviembre, diez días después de las elecciones en Estados Unidos. Tienen muy escasa credibilidad tanto las declaraciones como las amenazas, sean de Netanyahu o de Blinken, ambos pendientes del resultado electoral. Con Trump en la Casa Blanca, el primero podrá cambiar de política oficial y el segundo retirarse sin haber conseguido parar la catástrofe. Tal como ha declarado B’Tselem, la más destacada organización israelí en defensa de los derechos humanos, lo que sucede en Gaza es una “limpieza étnica en curso que el mundo debe parar inmediatamente”.

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