Escrito en la cara

Pienso si a todos los Leo y a todos los Acuario de España les habrá ocurrido algo parecido. Sería extraordinario, pero por qué no

Crispin la valiente (Getty Images)

Leo mi horóscopo (Acuario) a primera hora de la mañana. Dice que me sentiré ofendido por una persona que está pasando una mala racha emocional. Esa misma tarde, al cruzar un paso de cebra, un conductor me llama gilipollas porque voy muy despacio. A punto ya de responderle con un “cabrón”, me acuerdo del horóscopo y le pregunto si está pasando una mala racha emocional. Inquiere, asombrado, cómo lo sé y le descubro mi fuente de información. Resulta que él ha leído también su horóscopo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Leo mi horóscopo (Acuario) a primera hora de la mañana. Dice que me sentiré ofendido por una persona que está pasando una mala racha emocional. Esa misma tarde, al cruzar un paso de cebra, un conductor me llama gilipollas porque voy muy despacio. A punto ya de responderle con un “cabrón”, me acuerdo del horóscopo y le pregunto si está pasando una mala racha emocional. Inquiere, asombrado, cómo lo sé y le descubro mi fuente de información. Resulta que él ha leído también su horóscopo (Leo), donde se le anunciaba un encuentro inesperado con alguien dispuesto a entenderle. Total, que el hombre mete su coche en un aparcamiento cercano y nos vamos a tomar una copa.

Tras las presentaciones y mientras nos dirigimos al bar, pienso si a todos los Leo y a todos los Acuario de España les habrá ocurrido algo parecido. Sería extraordinario, pero por qué no. Ocupamos la mesa de una terraza al aire libre. Él pide un gin-tonic y yo un té verde. Me cuenta que se ha separado de su mujer y que está sacando sus cosas de la vivienda que hasta ahora compartían. Le pido que me enumere “sus cosas” y lo primero que nombra es una bicicleta estática. “Este hombre es tonto”, me digo, pero le sigo dando cuerda porque el horóscopo no puede adivinarlo todo. Pago yo, porque ese es mi destino, pagar, y cuando me dispongo a largarme me pide que lo lleve a su casa, pues no quiere arriesgarse a conducir con un gin-tonic encima.

Su coche es eléctrico, carísimo, y funciona como una seda. Se ha ido a vivir a un apartamento céntrico de una torre moderna. Se ve que es millonario. Una vez guardado el coche en el garaje, a punto despedirnos, me ofrece dinero para un taxi. Salgo a la calle anonadado y tropiezo con un tipo que grita si estoy borracho o qué. Instintivamente, me intereso por su salud emocional y me pregunta cómo he adivinado su estado de ánimo. Le digo que lo lleva escrito en la cara y me largo antes de enredarme en otra historia.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Más información

Archivado En