La foto que ilustra la entrevista con Santiago Abascal que Roberto Benito publicó el domingo por la noche en El Mundo es preciosa. Esa mirada afilada, ese perfil, esa luz. Ese aire a emir omeya. Derrite. Un líder con una visión de futuro guiando a su pueblo. Puro arte hagiográfico. Chapeau. Ahora, acompáñenme por el tobogán por el que se deslizan Benito y Abascal de la mano.
El líder de Vox empieza soltando la retahíla contra los migrantes. Sin un dato que al menos aliñe la ensalada, habla...
La foto que ilustra la entrevista con Santiago Abascal que Roberto Benito publicó el domingo por la noche en El Mundo es preciosa. Esa mirada afilada, ese perfil, esa luz. Ese aire a emir omeya. Derrite. Un líder con una visión de futuro guiando a su pueblo. Puro arte hagiográfico. Chapeau. Ahora, acompáñenme por el tobogán por el que se deslizan Benito y Abascal de la mano.
El líder de Vox empieza soltando la retahíla contra los migrantes. Sin un dato que al menos aliñe la ensalada, habla de “inmigración que no se puede ni se quiere adaptar”, que “da problemas de convivencia, que satura los servicios sociales”. Y entonces empieza con los bulos ante el silencio del entrevistador, que no repregunta. Dice Abascal que los gobiernos “tienen el deber de apostar por la natalidad” y que “hay países donde la natalidad está repuntando, como Hungría”. El periodista pasa a otra cosa.
Pero la natalidad no está repuntando en ningún país europeo, tampoco en Hungría. Desde que el primer ministro húngaro Viktor Orbán empezó sus programas para fomentar los nacimientos, la tasa de natalidad (nacimientos registrados por cada mil habitantes en un tiempo determinado, normalmente un año) ha seguido bajando. Fue de 9,8 en 2021, de 9,3 en 2022 y de 9,1 en 2023. En 2021, nacieron en Hungría 94.003 niños; en 2022, nacieron 89.669, y en 2023 fueron 87.671. No sube. Baja. Hacia abajo, no hacia arriba, señor Abascal. 9,1 es menos que 9,8. Es mentira que “esté repuntando”. Baja en toda la Unión Europea, sin importar el color político del Gobierno.
La entrevista sigue y aparece una pregunta espectacular: “¿Tienen votantes entre la inmigración latina?”. Responde Abascal: “Muchísimos”. Pero no tiene ninguno excepto en las elecciones municipales. Los extranjeros residentes en España no tienen derecho a voto, salvo en los casos específicos recogidos en las leyes. En las municipales pueden votar los ciudadanos de países de la Unión Europea. Y entre los de América Latina, solo los de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú. Porque son los países que, a su vez, permiten el voto de los españoles en sus elecciones municipales. Ni los argentinos, ni los uruguayos, ni los venezolanos, ni los mexicanos, ni los cubanos ni tantos otros. Pero Abascal dice en la entrevista que “lo habitual” es que en los mítines de Vox haya “venezolanos, argentinos, bolivianos, cubanos…”. La mayoría de los latinos que él ve en sus mítines no tienen derecho a voto. En autonómicas, generales y europeas ningún inmigrante latinoamericano puede votar. El entrevistador asiente.
Abascal repite varias veces que no le gusta la oposición del PP al Gobierno. Que él haría una “oposición total”, que Vox es “la alternativa” y el PP, “la continuidad”. Y entonces el periodista, muy valiente, se atreve a decirle: “Pero Vox sin el PP a día de hoy es difícil…”. Viendo los últimos resultados electorales y los sondeos, más que difícil, que Vox gobierne sin el PP parece una cosa muy loca. El subdirector de El Mundo cambia de tema y parece que nos quedamos con las ganas, pero poco después vuelve. Abascal le dice que su objetivo no es que Vox sea “la tercera fuerza política de España”, sino que aspira “a ser la primera”. Y el entrevistador se anima: “¿Cree que es cuestión de tiempo?”. Y Abascal se relaja en la camilla y cuenta que si con una vaca puede vender dos lecheras en el mercado, a lo mejor consigue dinero para comprar otra vaca y entonces vendería cuatro lecheras. Y de vaca en vaca hasta La Moncloa. Le preocupa España. Le duele, diría uno. Sobre todo, le duele que los bancos no le presten dinero, como si fuera un apestado. Pero ahí está el periodista para ponerle pomada y decirle que el suyo “es un liderazgo muy fuerte. La percepción es que el partido está unido en torno a su liderazgo”. Y que “es difícil imaginar un Vox sin Santiago Abascal, la verdad”. O que tiene “una agenda internacional impresionante”. Y uno imagina a don Santiago con la mosca detrás de la oreja: “Benito, no te pases, que esto va a parecer un masaje, no una entrevista”.