Es urgente reformar la ONU

El derecho a veto de las potencias que ganaron la Segunda Guerra Mundial ha vuelto obsoleta una institución que ya no representa los equilibrios del mundo actual

Sesión del Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York.Presidencia de Colombia

La reunión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada esta semana en Nueva York en medio de los conflictos que asolan el mundo, especialmente en Oriente Próximo y Ucrania, ha supuesto de nuevo la triste constatación de que esa institución es incapaz de poner fin a la violencia. El encuentro del año pasado, marcado por la invasión rusa de Ucrania, ya puso de manifiesto la impotencia de Naciones Unidas para resolver los nuevos retos internacionales. La destrucción de Gaza, que ha costado la vida a más de 40.000 personas tras los atentados perpetrados por Hamás contra civiles israelíes en octubre de 2023, no ha hecho más que ahondar en la ineficacia del principal brazo político de la ONU, el Consejo de Seguridad.

La idea del Occidente como garante de un orden mundial basado en reglas intentó trasladarse al resto del planeta con la invasión de Ucrania, pero dicha imagen se hizo añicos tras constatar el doble rasero de las potencias occidentales a la hora de detener los crímenes del Gobierno de Benjamín Netanyahu en Gaza. Aunque rechazaran las sanciones contra Rusia, muchos países agrupados bajo la rúbrica del Sur Global consideraron lógico, en nombre del derecho internacional, condenar la invasión de Ucrania. Por eso no entienden que no se haya aplicado el mismo principio contra las acciones de Israel. Hoy, en mitad de la ofensiva israelí en Líbano, ese doble rasero vuelve a mostrar su rostro más vergonzante en el hecho de que el grueso del arsenal israelí procede de EE UU y Alemania.

Muchos Jefes de Estado y de Gobierno han tenido la oportunidad de subir a la tribuna de Naciones Unidas para denunciar esta situación. Lamentablemente, son palabras que caen en saco roto. Aunque la Asamblea General ha aumentado el número de resoluciones que requieren de la mayoría de sus miembros para ser adoptadas y sus dirigentes luchan por jugar un papel en la resolución de conflictos, es obvio que no tienen ningún efecto real.

Por eso la reforma del Consejo de Seguridad es más apremiante que nunca. La arquitectura internacional creada tras las Segunda Guerra Mundial está agotada y ya no es representativa de la actual relación de equilibrios y fuerzas globales. Hace mucho que los países de Latinoamérica, Asia y África se quejan de que el núcleo permanente del Consejo —compuesto por cinco miembros permanentes con derecho a veto: EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia y China—, pasa por alto el papel actual de potencias como India, Brasil o Japón y nada menos que todo el continente africano.

El contexto de inestabilidad y la falta de voluntad política de los países privilegiados por el statu quo hacen difícil la renovación, pero las guerras en marcha y los nuevos desafíos globales —que ni siquiera estaban en el radar hace 80 años, como señaló António Guterres— la han vuelto más necesaria que nunca.

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