México: así no

Entre amigos no se recurre al chantaje y menos aún entre hermanos. O empezaremos a pensar que, en realidad, estamos ante un ‘show’ reivindicativo

El rey Felipe y Andrés Manuel López Obrador en una composición fotográfica.AP

Las alegrías nunca suelen rematarse, algo viene a menudo a estropearlas y, ahora que Felipe VI había recuperado la relación con la presidencia de la Generalitat, quebrada durante el procés por la propia esencia de la monarquía como garante de la unidad de España, falla otra importantísima y de forma sonora: la que tenemos con México. En este caso, sin embargo, se aconseja tranquilidad. Mucha tranquilidad.

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Las alegrías nunca suelen rematarse, algo viene a menudo a estropearlas y, ahora que Felipe VI había recuperado la relación con la presidencia de la Generalitat, quebrada durante el procés por la propia esencia de la monarquía como garante de la unidad de España, falla otra importantísima y de forma sonora: la que tenemos con México. En este caso, sin embargo, se aconseja tranquilidad. Mucha tranquilidad.

Los países europeos podemos y debemos revisar el relato de nuestra historia, sí, pero nunca como resultado de un chantaje populista por parte de quienes, 500 años después del Encontronazo (el mal llamado Descubrimiento), heredaron los apellidos de los que llegaron y no de los que estaban. El matiz no es fundamental, pero no deja de arrojar sorna y de restar autoridad a una reclamación un tanto endeble.

Europa debe revisar el relato y las relaciones con las excolonias y algunos gobiernos lo están haciendo, pero hay diferencias. Bélgica, cuyo monarca viajó en 2022 a Congo para manifestar su “profundo pesar” por los abusos coloniales, cortó las manos a los recolectores de caucho que no alcanzaban la cuota asignada y dejó un severo y brutal genocidio en África hasta entrado el siglo XX. Qué decir del Reino Unido, que masacró a rebeldes, expolió, esclavizó a muchachos y expropió tierras y aldeas a mayor gloria de Su Majestad, una reina a la que apenas acabamos de enterrar. En los años sesenta, que históricamente es equivalente a antes de ayer, sus agentes coloniales estaban quemando documentos incriminatorios en piras visibles a kilómetros a la redonda en puntos de todo el planeta, desde Nueva Delhi a Nairobi. Fue la Operación Legacy, que aún permaneció en secreto hasta el hallazgo reciente de miles de archivos en Londres. Muchas víctimas aún viven. También Alemania pidió perdón en 2023 por los excesos cometidos en África hasta el siglo XX.

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España también saqueó, mató y cometió terribles excesos y hay que reconocerlo, aunque, sinceramente, terminaron hace ya más de dos siglos. Desde entonces Francia nos ha invadido, por ejemplo, sin que por ello dejemos de invitarles a una toma de posesión por lo que hizo Napoleón. Ni dejaremos de invitar a los ingleses a pesar de Trafalgar. Todos hemos vuelto a ser amigos.

Fuera de bromas. Nada de todo lo que hicieron nuestros antepasados ocurrió sin consecuencias y las nuevas generaciones debemos abordarlo. Pero no con chantajes. No como resultado de discursos facilones en busca de crear un enemigo exterior. Entre amigos, exigir una petición de perdón a cambio de la invitación a una fiesta es un reto humillante. Entre iguales eso no se hace y menos aún entre hermanos. O empezaremos a pensar que, en verdad, estamos ante un show reivindicativo. ¿Lo hablamos?

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