#NotAllMen y la trampa del tipo genial

“No todos los hombres son así” es el escudo de quienes evitan una conversación sincera sobre la estructura de la violencia machista

Gisèle Pélicot, con su abogado, este lunes en el tribunal en Aviñón (Francia).Manon Cruz (Reuters)

Algunos titulares leídos entre los días 2 y 5 pasados: ”Muere la atleta olímpica Rebecca Cheptegei asesinada por su pareja: la roció con gasolina y le prendió fuego”. ”Francia juzga a 51 hombres por violar a una mujer inconsciente en encuentros que organizaba el marido”. ”Detenido el futbolista del Valencia CF Rafa Mir por presunta agresión sexual”. “La Policía rescata en Alicante a una mujer retenida y agredida por su expareja, quien tenía orden de alejamiento”. Un hombre mata a su pareja en Castellón y se entrega en Barcelona”. ”Una mujer menos para maltratar”: la violencia machista se instala en ‘La Casa de los Famosos”. ”Condenado a 18 años de cárcel el hombre que asesinó a su pareja y socia en un bar de Pamplona”. Cuatro días, ni una semana para procesar esto.

Ejercer de espectadora de la narrativa mediática sobre la violencia de género es como verse colocada bajo una gota malaya. Amarrada de pies y manos, con la cabeza sujeta porque en este tormento nos quieren sometidas y quietas, un recipiente derrama, titular a titular, una realidad tan tenebrosa como ubicua. Hartas de no querer normalizar esta tortura, muchas señalamos su mecanismo, buscamos descubrir a los demás los andamiajes de su estructura.

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Las más privilegiadas lo vocearán en los medios. El resto hará lo que pueda: mandará mensajes exaltados a sus grupos, publicará tuits que lanzará al vacío podrido del algoritmo o lo denunciará en encuentros con sus personas queridas: qué horror, ya está bien, hasta cuándo vamos a permitir esto. Muchas estamos cansadas de que esta sea una queja segmentada, emitida únicamente desde el bando de las condenadas. Sabemos que no todo el mundo quiere afinar el oído para atender a lo que pasa. Nos rebelamos contra la idea de que ese goteo nos vuelva majaras solo a nosotras, taladrándonos el cráneo poco a poco mientras los esencialistas hacen ver que esto no es más que la consecuencia de haber sido criadas como víctimas designadas.

En esta última semana de los horrores, otra más, no me sorprendió que en X la tendencia destacada sobre estos casos fuese #NotAllMen. La etiqueta responde a un meme popularizado en la última década como reacción al discurso feminista, cuando la frase “not all men are like that” (”no todos los hombres son así”) se convirtió en comodín de la defensa masculina en las discusiones virtuales sobre misoginia, agresiones y abusos cometidos por hombres, para argumentar que existen hombres libres de culpa. #NotAllMen es el escudo en el que se refugian quienes evitan afrontar una conversación sincera sobre la estructura de la violencia machista. Es un manto protector con distintos niveles de opacidad: puede ir desde los que te dirán “la violencia no tiene género; ¿o es que acaso no hay mujeres asesinas?” hasta los que presumen de aliados y de haber visto la luz de la igualdad, pero oportunamente siempre callan en semanas como esta y te contesten lo de “sí, lo he visto y estoy horrorizado, pero yo no soy un canalla; a mí no me metas en ese saco de manzanas podridas”.

Acogerse al #NotAllMen es tan tramposo como aferrarse a ”la heteroexcepción”: cuando, creyendo haber encontrado a un hombre bueno, ese amor profesado bloquea la capacidad crítica de ciertas mujeres. Esa fe excepcional les impedirá entender el conjunto. Son las que te dirán “sí, qué mal, pero mi marido lee cuentos feministas a mis hijas” o “sí, pero por suerte mi novio no es celoso”. Son las que se niegan a entender que, aunque su relación sea aparentemente sana, ahí afuera hay una realidad incómoda, asfixiante, durísima. Por eso, no dejo de pensar en las tres palabras de Gisèle Pélicot cuando le preguntaron cómo consideraba a su marido antes de ser consciente de las atrocidades que ese hombre orquestó sobre su persona: “Un tipo genial”.

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