El mito de la meritocracia

Los lectores escriben sobre el malestar de los jóvenes, la sociedad instantánea, la necesidad impuesta de hacer fotografías a todo y la desconexión de WhatsApp

Varias personas a las puertas de una oficina de empleo en Valencia en mayo.Mònica Torres

Hay una juventud enojada que reclama lo que se les prometió. Ellos han cumplido su parte: estudiaron, practicaron, se esforzaron, pero no recibieron su gran premio ni su trabajo de ensueño. La juventud está enojada, pero sin saber a quién culpar, se miran a sí mismos en el espejo y encuentran el problema en ellos. Tal vez escogieron la carrera incorrecta, el camino incorrecto. ¿Será que nacieron en el continente incorrecto? Pues en un mundo capitalista, donde la meritocracia es una religión, Dios es un hombre blanco de clase alta, y no es una coincidencia que estos mismos sean los creyentes más devotos del mito de la meritocracia. Una sociedad marcada por un mito que se debe dejar de contar y, asimismo, empezar a cambiar. Pero en una sociedad donde no se ve la necesidad de un cambio, ¿cómo se puede crear uno?

Daniela Ledesma. Barcelona

Sociedad y comida basura

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Me encanta el paralelismo entre los restaurantes de comida basura y la sociedad actual. En ambos casos lo único que se busca es que te sirvan rápido para engullir en el menor tiempo posible algo que se ha elegido seguramente por la foto —siempre alterada— y cuya ingesta, aunque resulte sabrosa y sacie una necesidad casi de forma instantánea, es en realidad poco saludable. La auténtica comida no se presenta en fotos retocadas ni en campañas de publicidad. Tampoco se cocina rápido ni busca saciar ansia alguna. La comida más buena se cocina a fuego lento, se sirve con cariño y nunca quieres que se acabe.

Ignacio de la Corte Cala. Sevilla

Fotografiar todo todo el rato

Me agota la necesidad que nos han creado de fotografiar todo lo que hacemos. Salgo a correr y pienso: “Ojalá tener el móvil aquí, el cielo se ve bonito”. Salgo de fiesta con mis amigas y siempre propongo sacarnos una foto. Voy al monte y, tras haber hecho la foto, pienso: “No le hace justicia”. Hay quien dice que si no compartes lo que haces en redes sociales es como si no lo hubieras hecho. Las ansias de querer inmortalizar cada momento me hacen no disfrutarlo. Pero me he dado cuenta de que mis fotos favoritas son cuando miro al momento con mis propios ojos.

Carla Pérez Soria. Caparroso (Navarra)

Sin WhatsApp por un día

He decidido dar vacaciones por un día al WhatsApp, a ver qué pasaba. Y la verdad es que no pasa nada, nada malo, quiero decir. Al revés, la experiencia es muy enriquecedora. Ha sido como recobrar la libertad. Desde mi aislamiento virtual no podía evitar comparar a quienes me rodeaban con sus móviles con perros atados a sus correas. Y es que ese invento maravilloso se ha convertido en una correa de la que nos tiran/tiramos a decenas, cientos de contactos, las más de las veces para hacer perder el tiempo con mensajes prescindibles; un tiempo precioso que bien podríamos dedicar a observar el mundo que late delante de nuestros ojos, por desgracia ya más acostumbrados a mirar la vida a través de las pantallas que en directo. Basta ir a un concierto para comprobarlo.

Gonzalo de Miguel Renedo. Logroño

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