Cada vez más calorazo, y sin sombra donde cobijarse

París es el ejemplo de que una gran ciudad puede transformarse y reverdecerse para paliar la crisis climática. Ojalá nuestros ayuntamientos copien a los franceses en eso

Un hombre sentado en una de las pocas zonas con sombra de un parque en Madrid.Mariscal (EFE)

La cuarta ola de calor del verano —o el primer tsunami, según se mire— hizo que el fin de semana pasado se superaran los 41 grados en Miranda de Ebro, donde la temperatura media en agosto suele ser de 28 y lo extraordinario es alcanzar los 35. La alerta de la Aemet en la red de Elon Musk anunciaba, como es habitual durante estos episodios, peligro extremo en numerosas localidades. Era llamativo el nuevo mapa del Ministerio de Sanidad, que avisa de las zonas en las que la temperatura supone un riesgo para la salud, donde casi toda la mitad norte del país se encontraba en el nivel 3, el más alto posible.

Las temperaturas elevadas provocan o agravan trastornos de salud en las personas, sobre todo en mayores y niños. Estos días hemos sabido que en 2023 murieron 47.000 personas a causa del calor en Europa, no todas por una subida puntual de la temperatura, sino por una acumulación durante días. 2023 fue el año más caluroso registrado, y los expertos prevén que sea desbancado por 2024. Por lo pronto, julio ya ha dejado la temperatura media diaria más alta jamás registrada en todo el planeta.

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¿Qué podemos hacer para que la temperatura no suba tanto? Como ciudadanos individuales, podemos cambiar nuestros hábitos de consumo y apostar por dirigentes cuyas políticas busquen frenar las emisiones, el uso de combustibles fósiles y la deforestación. Mientras, quienes gestionan y planifican los lugares que habitamos pueden tratar de que el sufrimiento por las altas temperaturas sea el menor posible. ¿Cómo? Adaptando las ciudades al calor.

Envidio a los franceses por sus ciudades. Están apostando por transformar las ciudades creando sombras en las que cobijarse del calor, zonas verdes en las que poder sentarse a descansar sin consumir, ciudades amables para que la gente pueda caminar o circular en bicicleta sin miedo a ser atropellada. Lo está haciendo un país que no está acostumbrado a las altas temperaturas que sufrimos en España. Aquí, algunos ayuntamientos son más de quitar árboles y llenar todo de asfalto, lo que hace que se registren temperaturas de hasta 65 grados en algunas superficies, como denunciaba a principios de agosto Greenpeace en un vídeo grabado con una cámara térmica.

No soy el único al que le gustaría que copiáramos a nuestros vecinos del norte. @mariagonzalezga tuiteó recientemente: “Estos días en Niza estamos viendo cosas muy locas. Entre ellas, árboles grandes en calles estrechas y parterres con vegetación. Ojalá los hubiera en Murcia”, donde vive y donde salir a la calle en verano es solo para valientes. En Calor. Cómo nos afecta la crisis climática (Debate), Miguel Ángel Criado recuerda que las ciudades son fábricas de calor porque sus materiales, asfalto y hormigón, retienen más la temperatura por su ínfimo efecto albedo —capacidad de reflejar la radiación—. Y pone de ejemplo París, que tras sufrir un par de olas de calor su ayuntamiento se puso manos a la obra para crear la Fraîcheur de Paris, “una especie de frigorífico gigante colocado en el subsuelo de la ciudad con una docena de plantas que bombean agua del Sena y, por medio de tuberías, refrescan el subsuelo”. Pero no se quedaron ahí: planearon crear hasta 300 nuevas hectáreas de zonas verdes antes de 2026. París es la muestra de que una gran ciudad puede transformarse y reverdecerse para paliar la crisis climática, lo hemos visto en los últimos Juegos Olímpicos.

Los fenómenos meteorológicos extremos y las subidas drásticas de temperaturas irán a más si seguimos sin tomarnos en serio los problemas del clima y dando voz a quienes niegan la emergencia climática y que nuestro modelo de desarrollo económico la agrava. Y ojo, si queremos copiar a nuestros vecinos franceses, deberíamos hacerlo ya, pues hay que cuidar un árbol durante muchos años para poder recibir sus frutos.

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