Kamala Harris: las ventajas de un apellido corto
La aspirante demócrata aviva la ilusión de que las mujeres de EE UU frenen a la ultraderecha como han hecho en Europa
Si hubiéramos pedido a ChatGPT un candidato idóneo para hacer frente a Trump, el resultado habría sido Kamala Harris. Antes habríamos solicitado que fuera mujer, con dosis de multiculturalidad y experiencia judicial en la defensa de la ley y los derechos humanos. La némesis. Tiene incluso un apellido corto, una demanda que habríamos introducido los periodistas en busca del algoritmo perfecto, con la legítima ambición de que nos cupiera en el título. No imaginan las dificultades que nos planteaban apellidos como Berlusconi o Schwarzenegger, de cuya imposibilidad para convertirse en presidente n...
Si hubiéramos pedido a ChatGPT un candidato idóneo para hacer frente a Trump, el resultado habría sido Kamala Harris. Antes habríamos solicitado que fuera mujer, con dosis de multiculturalidad y experiencia judicial en la defensa de la ley y los derechos humanos. La némesis. Tiene incluso un apellido corto, una demanda que habríamos introducido los periodistas en busca del algoritmo perfecto, con la legítima ambición de que nos cupiera en el título. No imaginan las dificultades que nos planteaban apellidos como Berlusconi o Schwarzenegger, de cuya imposibilidad para convertirse en presidente nunca nos alegraremos lo suficiente. Trump tenía y sigue teniendo al menos esa virtud: su apellido cabe y es fácil de encajar.
Ahora en serio:
¿Imaginan que la candidata a la presidencia de EE UU eligiera como segunda a una mujer progresista y afroamericana? ¿Que los hombres blancos quedaran excluidos, así, de la representación máxima en la Casa Blanca? Más aún: ¿Se imaginan que estuviera condenada penalmente por falsificar documentos para tapar su relación con un actor porno? ¿O imputada por instigar el asalto al Capitolio y por intentar revertir el recuento en Georgia?
Cualquiera de estas circunstancias debilitaría a Kamala Harris, pero ese es exactamente el perfil de su oponente, Donald Trump, que ya quisiera poder esgrimir cualquiera de esos argumentos para derribarla en campaña. Él y su partido tendrán que romperse la cabeza para inventar y atribuirle grandes maledicencias, como hacen con Joe Biden, en ese baile alucinado con las mentiras que su público ha comprado sin titubeos.
Lo cierto es que la suerte ha colocado a la némesis de Trump para hacerle frente cuando apenas quedan tres meses para las elecciones: frente a un candidato malhumorado, enfadado y gritón, el mundo contempla una mujer risueña, de carcajada contagiosa; frente a un delincuente ya convicto, tenemos una fiscal de mano dura; frente a un hombre blanco excluyente y representante así de la élite que ha gobernado el país y el mundo durante milenios, emerge una mujer de origen jamaicano e indio, promesa de la multiculturalidad que enriquece nuestra realidad; frente a un líder que ha propiciado el retroceso en los derechos reproductivos y el aborto, he aquí una probada combatiente por la libertad. Ni la inteligencia artificial habría elaborado un mejor perfil.
Ahora, les toca a los votantes, pero podemos adivinar que serán sobre todo las mujeres, zarandeadas por la forma en que el Partido Republicano las ignora y veta sus derechos, quienes pongan coto al ultraderechismo de Trump, como han hecho en Europa y otras partes del mundo. La ilusión ha vuelto. Y muchos le habríamos perdonado hasta un apellido largo que dificultara el perfecto titular en portada: “Harris, primera presidenta de EE UU”. Así sea.