El oro y el éxito

Una carrera de años quizá obtenga la recompensa de la gloria olímpica, pero quedarse fuera del podio no debería ser un vacío

Deportistas en la villa olímpica de París.Benoit Tessier (REUTERS)

Algunas personas se crecen ante los retos más difíciles, pero lo normal es ponerse nervioso y dudar. Lo más humano es que te tiemble una pierna, o las dos, si te toca tirar un penalti o un tiro libre o correr los cien metros ante un estadio repleto de público, y sentir que el tiempo se detiene y que toda esa gente, en ese momento, no va a hacer otra cosa más que mirarte y juzgarte. Eso es también el deporte: la soledad con que te enfrentas a un reto para el que te has preparado mucho tiempo sin que eso te garantice una victoria; la sensación de que tienes tan cerca el triunfo como el fracaso. ...

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Algunas personas se crecen ante los retos más difíciles, pero lo normal es ponerse nervioso y dudar. Lo más humano es que te tiemble una pierna, o las dos, si te toca tirar un penalti o un tiro libre o correr los cien metros ante un estadio repleto de público, y sentir que el tiempo se detiene y que toda esa gente, en ese momento, no va a hacer otra cosa más que mirarte y juzgarte. Eso es también el deporte: la soledad con que te enfrentas a un reto para el que te has preparado mucho tiempo sin que eso te garantice una victoria; la sensación de que tienes tan cerca el triunfo como el fracaso. Porque es injusto, pero es: algunas carreras de años se miden por un instante y nada más.

El viernes se inauguran los Juegos Olímpicos de París y, en cuanto empiecen las competiciones, nos veremos animando a deportistas conocidos y otros muchos que no lo son. Aplaudiremos disciplinas cuyo funcionamiento nos es extraño. Será entonces cuando conozcamos mejor otros deportes y sus atletas y repararemos en el sacrificio y las horas que han invertido para llegar hasta allí.

Tendrán nuestro ánimo y admiración y no dejaremos que estén solos en ese momento crucial en que todo su esfuerzo se vaya a medir en unos pocos segundos: en su primera carrera, en su ejercicio sobre la barra o en el primer tiro con arco. Pero sabemos de qué están hechos las opiniones y el mundo, y serán las medallas las que determinen el éxito. Y, por tanto, el fracaso.

Han cambiado algunas cosas en los últimos años. Entre ellas, la salud mental. Somos una sociedad más desprejuiciada que habla sin mucho problema de las terapias, la angustia y la ansiedad. Pero mencionar un problema no implica entenderlo. Implica señalarlo. En la idea que tenemos del mundo y en aquello que nos exigimos a nosotros mismos tiene mucho que ver lo que todavía entendemos por éxito y por fracaso, que no siempre puede medirse con las medallas que se ganen o se pierdan. De hecho, es discutible que pueda medirse.

Una carrera de años quizá obtenga la recompensa de la gloria olímpica, pero quedarse fuera del podio no debería ser un vacío. Antes de saber cómo vamos a quedar en el medallero estaría bien preguntarse cómo van en renuncias, lesiones y desvelos esos deportistas a los que, si ganan, llamaremos héroes. Conviene tenerlo en cuenta para cuando vibremos desde el sofá mientras empiezan a llegar los oros, que se esperan muchos. Ojalá que también muchos éxitos.

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