Columna

Todos en manos de Dios

Trump atribuye al Todopoderoso su salvación y Biden también se aferra a él para decidir. Pero solo al Partido Demócrata le toca hacer el milagro

La supuesta vidente Gisella Cardia, en un programa de televisión italiano.Mondadori Portfolio (Mondadori Portfolio via Getty Im)

Ya tenemos solución para los bulos y la ha encontrado el Papa. El Vaticano está actualizando la consideración de apariciones y milagros que había dejado circular durante décadas porque, al fin y al cabo, las vírgenes suscitaban vocaciones. Una nueva guía moderniza ahora las antiguas normas y la Santa Sede tiene la última palabra.

Es así como, hace pocos días, Gisella Cardia, una vidente italiana que se comunicaba con una supuesta virgen que multiplicaba las pizzas y los ñoqu...

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Ya tenemos solución para los bulos y la ha encontrado el Papa. El Vaticano está actualizando la consideración de apariciones y milagros que había dejado circular durante décadas porque, al fin y al cabo, las vírgenes suscitaban vocaciones. Una nueva guía moderniza ahora las antiguas normas y la Santa Sede tiene la última palabra.

Es así como, hace pocos días, Gisella Cardia, una vidente italiana que se comunicaba con una supuesta virgen que multiplicaba las pizzas y los ñoquis (y no los panes y los peces) ya ha sido declarada estafadora. A uno de sus seguidores le había sacado 123.000 euros. La misma suerte ha seguido alguna otra.

Hay otros milagros que necesitarán más tiempo. La acción que Donald Trump atribuye a Dios al permitirle salvar la vida requerirá un análisis conjunto que incluya la que tome el mismo Todopoderoso sobre Joe Biden. Hablamos de un mismo dossier para el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, que es quien se ocupa de estas cosas, ya que ambos candidatos se aferran al peso de esa voluntad divina para la misma cita electoral: Trump, para sobrevivir; Biden, para mantenerse. El presidente, de hecho, apeló a que “el Señor Todopoderoso bajara y dijera: ‘Joe, sal de la carrera” para tomar la decisión de irse. Y todo lo que sabemos es que, al día siguiente, dio positivo en covid, un pronunciamiento médico que no sabemos si tiene validez como señal del cielo.

Tenemos, así, a una de las mayores democracias del mundo en manos de la divinidad y no seremos nosotros, pobres mortales que amamos la racionalidad, la laicidad y el Estado de derecho basado en nada más que el voto, quienes elevemos plegarias para que el Señor se incline por uno u otro; pero la tentación está ahí. Puesta en bandeja.

Entre el candidato que emerge con carisma y vigor de un atentado (Trump) y el que confunde a Zelenski con Putin o se pierde en sus propias frases con una senilidad lastimosa (Biden), la elección es fácil. Pero veámoslo desde otro lado: entre el líder corrosivo que quiso retorcer los resultados cuando perdió en 2020, que alentó el asalto al Capitolio y que está procesado o condenado por una gran paleta de delitos y el partido que ha perdonado las deudas a estudiantes y alentado un gran impulso económico, la cosa cambia.

Más allá de la decisión que se tome en instancias divinas, acaso el Partido Demócrata se decida ya a hacer lo que sabe que tiene que hacer: sustituir a su candidato. Porque su sucesora podría tener la oportunidad de batir a Trump en votos. Pero Biden no. Y ese milagro no le toca a Dios.

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