Francia: el caos de las elecciones anticipadas
La jugada de Macron ha hecho que a los odios viscerales entre los partidos se sume algo peor: la prisa
En menos de una semana, la política francesa ha entrado en un escenario caótico. El presidente Macron, arrollado por la extrema derecha en las europeas, adelantó el pasado domingo las legislativas al 30 de junio y el 7 de julio. Según él, para que se aclaren las cosas. Pero está consiguiendo que a los odios viscerales entre formaciones se sume algo todavía peor para la campaña: la prisa.
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En menos de una semana, la política francesa ha entrado en un escenario caótico. El presidente Macron, arrollado por la extrema derecha en las europeas, adelantó el pasado domingo las legislativas al 30 de junio y el 7 de julio. Según él, para que se aclaren las cosas. Pero está consiguiendo que a los odios viscerales entre formaciones se sume algo todavía peor para la campaña: la prisa.
De un extremo a otro, los partidos se están moviendo a todo correr. El presidente de Los Republicanos, Éric Ciotti, intentó hacer implosionar la derecha y 40 años de cordón sanitario al sugerir un acuerdo electoral con los ultras de Le Pen, pero los suyos le han echado a patadas. Quieren proteger la herencia gaullista y no aliarse con sus enemigos históricos. Sin embargo, ahora tienen que decidir cómo defender sus propios colores, porque desde 2010 han estado poniendo el foco en los mismos temas que el Reagrupamiento Nacional: inmigración, seguridad e identidad nacional.
A la izquierda solo le une querer evitar lo peor. Han montado un “nuevo frente popular” después del fracaso de su alianza electoral anterior, la Nupes. Así que nuevamente ecologistas, socialistas, comunistas y los ‘insumisos’ de Mélenchon, radicalmente incompatibles en muchos aspectos —por ejemplo, hay euroescépticos y hay socialdemócratas pro UE— tienen que trabajar juntos en tiempo récord en un acuerdo de programa y en conciliar sus líneas rojas. Veremos si la unión puede todavía hacer la fuerza.
Lo que quiere Macron es una alianza de socialdemócratas, centristas, ecologistas, democristianos y conservadores moderados que deje fuera a la ultraderecha de Le Pen y a la ultraizquierda de Mélenchon. Es un cálculo arriesgado, teniendo en cuenta que hoy la mitad de los franceses vota a los extremos. El presidente confía en que en las europeas la gente haya querido castigarlo, pero que en las legislativas valoren las consecuencias de un gobierno de ultraderecha, con fallas profundas en el análisis social y económico de su país y cuyas ideas catapultarían a Francia a un escenario opuesto a sus valores constitucionales.