Carta de Pedro a los hispanos

Es hora de reconocer que todos hemos contribuido a la crispación. Queremos acabar con este ambiente tóxico y polarizado, pero todos hemos echado nuestro granito de veneno

Varias personas siguen la comparecencia de Pedro Sánchez desde un bar en Madrid.Álvaro García

Si no tengo amor (a mi mujer y a todo el país), de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo (como el inglés), y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy un metal que resuena, o címbalo que retiñe (como mínimo, para la media España que no me vota). Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que tengo (con políticas sociales sensatas, como el ingreso m...

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Si no tengo amor (a mi mujer y a todo el país), de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo (como el inglés), y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy un metal que resuena, o címbalo que retiñe (como mínimo, para la media España que no me vota). Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que tengo (con políticas sociales sensatas, como el ingreso mínimo vital, que defienden muchos observadores imparciales). De nada me sirve dedicarme en cuerpo y alma a ayudar a los demás (que es mi meta legítima; y no la ambición de poder, como corean en la oposición. Ellos también necesitan releer la Primera epístola a los corintios, que copia esta carta).

El amor es paciente y bondadoso (no puedo acusar a toda la derecha de activar la máquina del fango, cuando está llena de gente bienintencionada, como el PSOE o Sumar, que desean lo mismo que nosotros: mejorar su país). El amor no es envidioso ni jactancioso; no es rencoroso, recordando lo malo que otros le han hecho (como el acoso que, desde hace 10 años, sufre mi familia; pero no olvido que, también hace 10 años, le dije cosas a Rajoy que no debía y en mi partido hemos cuestionado una inexistente ayuda de la Xunta a la esposa de Feijóo).

Es hora de reconocer que todos hemos contribuido a la crispación. La derecha y la izquierda. Todos queremos acabar con este ambiente tóxico y polarizado, pero todos hemos echado nuestro granito de veneno. Estos cinco días han sido una prueba.

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En lugar de reflexionar sobre nuestra responsabilidad, hemos blindado dos narrativas maniqueas. Desde el primer día de mi mandato, los guionistas de la derecha han elaborado un personaje maquiavélico de mí: un cínico narcisista, que, desprovisto de humanidad y escrúpulos democráticos, nos está conduciendo por la senda autoritaria, colonizando las instituciones públicas y vendiendo España a los independentistas. No es verdad. Como tampoco lo es la caricatura que nosotros hemos pintado de la derecha: un complejo mediático-judicial que, desde las cloacas del Estado a los vertederos de internet, busca despojarnos del Gobierno. El diagnóstico de ambos relatos es que la democracia española corre peligro, porque, para unos, vamos camino a una república bolivariana, y, para otros, a un neofascismo trumpista.

Aun así, tened fe. Un día aceptaremos nuestra parte de culpa y daremos la mano al prójimo político. Las profecías se acabarán y las lenguas dejarán de hablarse. Pero el amor jamás dejará de existir. Lo dijo Pablo y os lo repite Pedro.

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