Quién lo iba a decir. Tras años de lucha feminista, ¡vuelve el amor romántico! ¿Cómo analizar este último giro de guion? ¿Qué registro se impone, el cómico o el dramático? ¿Y qué nos dice la Ciencia Política? O Netflix, por si hay alguna serie a la que podamos acudir, que los libros son aburridos ¿Baron Noir, House of Cards, Los Bridgerton? Mientras escuchaba a Sánchez pensé en aquella frase con la...
Quién lo iba a decir. Tras años de lucha feminista, ¡vuelve el amor romántico! ¿Cómo analizar este último giro de guion? ¿Qué registro se impone, el cómico o el dramático? ¿Y qué nos dice la Ciencia Política? O Netflix, por si hay alguna serie a la que podamos acudir, que los libros son aburridos ¿Baron Noir, House of Cards, Los Bridgerton? Mientras escuchaba a Sánchez pensé en aquella frase con la que la periodista y sufragista italiana Anna Garofalo describió la histórica mañana en la que 12 millones de mujeres (católicas, socialistas, comunistas) conquistaron el derecho al sufragio para construir la nueva Italia de posguerra: “Agarramos nuestras papeletas como si fueran cartas de amor”. Lo cuenta de forma sencilla y hermosa Siempre nos quedará mañana, la ópera prima de Paola Cortellesi que ha conquistado los cines de Italia. Frente a la sumisión patriarcal del amor romántico, reivindicaban su racionalidad. Porque aquí el contraste es casi desgarrador: agarrarse a la emocionalidad y salir indemne es un privilegio masculino.
No sé si Sánchez saldrá indemne del todo, pero el relato seriéfilo de lo que ha pasado en nuestro país estos días parece un guion melodramático: un hombre fuerte y solo que, arrinconado por la guerra sucia contra él y su familia, nos confiesa con voz tenue y quebradiza su amor. A la vez un western y un anti-western. Y es inevitable no reparar en el contraste: imaginen a Jacinda Ardern o Sanna Marin sobreviviendo como primeras ministras a una confesión como esa: “Estoy profundamente enamorada de mi esposo y por eso me quedo”. Tal vez sea difícil imaginarlo porque hacer que todo el mundo se haga cargo de tu estado de ánimo y volver como si nada es un símbolo de antiliderazgo. Salvo si eres un hombre guapo. El “puto amo”, como ha dicho Óscar Puente.
Lo que no esperábamos era que la aparente defensa de ese lado sensible y humano se combinara con las más viejas técnicas del poder, con la política como secreto, como thriller y melodrama. Generar un estado de suspense, acaparar toda la atención mientras te mantienes impenetrable e inasible es algo que solo consigue el Vaticano. ¿Fumata blanca o fumata negra? Tanto da, lo importante es mantenernos atentos a las pantallas. Ese es el secreto último del poder. Sánchez nos ha dicho que la fumata era blanca tras comunicar al jefe del Estado su no decisión, pero no ha hablado de las impolutas medidas de regeneración o resistencia democrática para que todos, ustedes, yo y aquellos a los que amamos estemos protegidos. Lo que sí ha provocado es una reflexión, aunque el recorrido de esta meditación colectiva quizás sea más bien corto porque Sánchez sí ha sabido movilizar a sus bases y alinearlas para las próximas campañas. ¿Acaso no somos polvo, mas polvo enamorado? Quién sabe: en las próximas elecciones, tal vez agarremos nuestras papeletas como si fueran cartas de amor.