El reinado de Francisco Rico

Si hubo un elegido para reinar en la filología hispánica del último medio siglo, sin duda fue él

Francisco Rico, retratado en 2022 en su casa de Sant Cugat del Vallés.Vicens Gimenez (© Vicens Gimenez)

Antes de que algunos de sus amigos lo convirtieran en personaje de novela, Francisco Rico ya era una leyenda. Empezó a forjarse a principios de los sesenta, cuando de día estudiaba románicas en la Universidad de Barcelona y por las noches deslumbraba en los bares con una sensibilidad que fascinó a lectores tan superdotados como Gabriel Ferrater o Jaime Gil de Biedma. “A ver, Pacolete, dinos cuál es el verso que da el tono”. Señorito gamberro y provocador, fue ...

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Antes de que algunos de sus amigos lo convirtieran en personaje de novela, Francisco Rico ya era una leyenda. Empezó a forjarse a principios de los sesenta, cuando de día estudiaba románicas en la Universidad de Barcelona y por las noches deslumbraba en los bares con una sensibilidad que fascinó a lectores tan superdotados como Gabriel Ferrater o Jaime Gil de Biedma. “A ver, Pacolete, dinos cuál es el verso que da el tono”. Señorito gamberro y provocador, fue un genio precoz. “Sus maestros Riquer y Blecua proclamaban, llenos de gozo, urbi et orbi, que estaban incubando un filólogo de gran magnitud”, escribió Lázaro Carreter. Con veinte añitos insultantes era capaz de llevarle la contraria a Riquer en el aula —ese día lo expulsó, como merecía—, dialogaba de tú a tú sobre La Celestina con María Rosa Lida o se atrevía a interpelar al venerable Menéndez Pidal en un congreso de medievalistas para plantearle una hipótesis de interpretación sobre el romance de los Infantes de Lara. Corría el año 1964. En aquella semblanza sobre el fundador de la moderna filología española, y que recuperó en el autorretrato profesional que es una Una larga lealtad, quedaba perfectamente claro que Rico amaba aquella tradición y no era difícil intuir que su proyecto de vida sería enriquecerla mientras fumaba un cigarrillo detrás de otro.

Porque si hubo un elegido para reinar en la filología hispánica del último medio siglo, sin duda fue él. Mientras remataba su tesis sobre el Diálogo de la dignidad del hombre, preparaba su primera edición de las obras mayores de la picaresca: desde entonces revolucionó la comprensión del género y el ensayo La novela picaresca y el punto de vista ha magnetizado a generaciones y generaciones de estudiantes. Más. Incluso antes de impartir sus lecciones de latín medieval, había empezado a traducir a Petrarca: con el tiempo esa dedicación profesional le convirtió en uno de los principales especialistas mundiales en la vida y la obra de uno de los poetas e intelectuales esenciales de la cultura occidental. Quien haya leído la síntesis que es su Petrarca de despedida, publicado hace pocos meses, lo sabrá. Más. ¿Qué filólogo no ha deseado escribir sobre literatura con su estilo? Nunca olvidaré la fascinación que me provocó un ensayo sobre El libro del buen amor que acaba con un quiebro inesperado para identificar las bases filosóficas del Roman de la Rose. Si Borges hubiese sido profesor de literatura clásica, habría escrito artículos académicos como los de Rico

Como el patriarca Menéndez Pidal, el príncipe Francisco Rico partía del conocimiento técnico de la literatura española medieval y del Renacimiento para expandirlo a las letras románicas de aquellos períodos. Así pudo adquirir una perspectiva riquísima sobre cómo se había ido configurando la noción moderna del sujeto en tratados y obras literarias. De acuerdo, editó el Quijote y fue un catedrático temido y un brillante miembro de la Real Academia, estuvo condenado a ser brillante en sus declaraciones y realizó cameos inolvidables en la ficción como los de Negra espalda del tiempo, pero no nos confundamos. El díptico que forman El pequeño mundo del hombre (1970) y la obra maestra que es El sueño del humanismo (1993) constituye una de las cumbres del ensayismo español porque, al mostrar cómo se transformó la noción del hombre a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento, hizo desde la filología una aportación colosal al conocimiento del núcleo de la tradición cultural europea. Podría escribirse sobre Rico lo que él escribió sobre Riquer: “Tiene un universo intelectual propio, como tiene su método particular: atenerse a su gusto, no traicionar su personalidad”. Así ha reinado y así ha sido su Victoria.

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