¡Ya está bien!

Si la carta de Sánchez es solo la confesión de un mortal que duda, funciona. Y si es la estrategia de un presidente que llama a la resistencia frente a las derechas, también es eficaz

Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso.Claudio Álvarez

La noticia llegó a cada rincón en pocos minutos. El mundo entero, por medio de una carta personal —de usted a usted, sin intermediarios— sabe a estas horas que el presidente da un puñetazo en la mesa. ¡Hasta aquí podíamos llegar!

En la que ya es se...

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La noticia llegó a cada rincón en pocos minutos. El mundo entero, por medio de una carta personal —de usted a usted, sin intermediarios— sabe a estas horas que el presidente da un puñetazo en la mesa. ¡Hasta aquí podíamos llegar!

En la que ya es seguro la carta personal más leída de la historia de nuestra política reciente, Sánchez logra varias cosas.

Reitera la identificación de sus adversarios, que son los enemigos de la España de bien. Aquella fachosfera se personaliza ahora: los ultras de Manos Limpias, “la constelación de cabeceras ultraconservadoras” y Feijóo y Abascal, “colaboradores necesarios” en una burda “operación de acoso y derribo”.

Podría haberse quedado ahí y no le habríamos hecho tanto caso. Sin embargo, el presidente sabe que la noticia son su duda y su fragilidad, más aún cuando proceden de un gobernante de paradigmática resiliencia.

A rastras de esa novedad —que el gobernante, “profundamente enamorado” de su esposa, es un ser que duda, sufre y ama—, lleva a la trinchera electoral a la España demócrata frente a la que falsea, la burda, la de la derecha y la ultraderecha.

Y nos pone a esperar hasta el lunes. Nos deja a todos hablando entre nosotros sobre él. Nos obliga a suponer lo que pasaría sin él, que quizá a muchos no les guste.

Si es solo la confesión conmovedora de un mortal que duda y de un esposo y padre que se refugia de los ataques a la familia, la carta funciona. Y si es más bien la estrategia de un presidente que una vez más llama a la resistencia frente a las derechas más violentas, también es eficaz.

Por lo demás, ¿quién dijo que ambas intenciones son mutuamente excluyentes?

Si se queda, los suyos y los templados se sentirán aliviados y saldrán a votar en mayor número que ayer.

Si anuncia que se va —ya mismo o en cierto plazo— entenderemos mejor sus motivos, tan humanos.

No se le ve a la carta, a esta viral y emocionante advertencia, objeción alguna, sea cual sea su desenlace: ni como franca confesión de un presidente, ni como táctica electoral, que son ambas compatibles.


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