Marfil, rinocerontes y criminales organizados: el mundo responde

El tráfico de especies silvestres es una inmensa y creciente industria criminal. Que mueve en el mundo, con impunidad, más de 20.000 millones de dólares al año

Un rinoceronte camina en la concesión de Kuzuko del Parque Nacional de Elefantes de Addo, en Sudáfrica.Mikael Drackner (Getty Images)

Cada 15 minutos se mata un elefante, por su marfil. Cada día, dos rinocerontes, por su cuerno. Los grupos delictivos organizados contra la fauna y la flora silvestres operan a tal escala industrial que, especies amenazadas como los elefantes o los rinocerontes, deben estar bajo vigilancia armada las 24 horas del día.

¿Impunidad total? No. Hay un marco de derecho internacional claro y que debiera servir como disuasiv...

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Cada 15 minutos se mata un elefante, por su marfil. Cada día, dos rinocerontes, por su cuerno. Los grupos delictivos organizados contra la fauna y la flora silvestres operan a tal escala industrial que, especies amenazadas como los elefantes o los rinocerontes, deben estar bajo vigilancia armada las 24 horas del día.

¿Impunidad total? No. Hay un marco de derecho internacional claro y que debiera servir como disuasivo y respuesta sancionatoria. Por ejemplo, la clara y precisa Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, adoptada en noviembre del 2000, establece las obligaciones de cooperación judicial y policial internacional entre los Estados contra esas modalidades de delincuencia. Los grupos criminales organizados contra la fauna y la flora silvestres que vienen operando son, precisamente, el foco de la Convención.

Hay algunas dificultades operacionales. Pero la verdad es que, pese a las limitaciones, hay respuestas relevantes. Destaca la colaboración entre los Estados concernidos con organizaciones de la sociedad civil. Como las que viene impulsando, con energía y eficacia, por ejemplo, la Wildlife Justice Commission (WJC, o Comisión de Justicia para la Vida Silvestre) con sedes en los Países Bajos y EE UU.

Esta convergencia de actuaciones ilustra bien sobre algunos de los caminos más eficaces para golpear con contundencia a las redes del crimen organizado en torno a especies protegidas.

Especies “protegidas”… pero en el papel

El tráfico de especies silvestres es una inmensa y creciente industria criminal. Que, se calcula, mueve en el mundo, con impunidad, más de 20.000 millones de dólares al año. Estas redes delictivas atraviesan naciones y continentes parte incluyen, muchas veces, funcionarios de aduana y de policía.

Solo el tráfico de drogas, seres humanos y armas constituyen estructuras de crimen organizado más poderosas.

En las complejas redes operativas que se extienden por diferentes países, encontramos un extremo marcado por la conducta pasiva de indolentes y corruptos funcionarios aduaneros de países proveedores de especies silvestres en extinción, como Nigeria o Sudáfrica, que optan por “mirar al costado” y dejar que su bien aceitada indolencia deje salir de su país valiosos colmillos de elefante o escamas de pangolín.

En el otro extremo de la cadena de este comercio ilegal, están individuos anhelantes del valioso y bello marfil. Pero en lo que destacan, más allá de quienes buscan marfil para el “ornato”, compradores de la tercera edad, a la búsqueda de un mítico equivalente del “viagra”, supuestamente contenido en los cuernos de rinocerontes sacrificados. El precio del cuerno de rinoceronte, en el mercado negro, llega a los 60.000 euros por kilogramo. Más que la cocaína. En países como China o Vietnam hay quienes piensan que el cuerno convertido en polvo, cura, desde la resaca hasta el cáncer.

Aunque sobre el papel, existen especies “protegidas”, como los rinocerontes, en la práctica están siendo liquidadas sistemáticamente, dejando cualquier atisbo de protección en el olvido. Muchos de ellos son sacrificados, incluso, en parques nacionales, teóricamente protegidos, como el parque nacional Kruger en Sudáfrica. Después de ser liquidados, los rinocerontes pasan, después, por ávidos intermediarios, operando muchas veces desde Vietnam, poniendo al acceso, y disfrute teórico, de ancianos chinos, anhelantes de mayor vigor sexual, las supuestas “virtudes” del cuerno de rinoceronte.

Casi todos los Estados cuentan con leyes contra los delitos contra la vida silvestre y el blanqueo de capitales, el fraude, la evasión fiscal y la corrupción asociados a ellos. Y son Estados parte de tratados internacionales concebidos, precisamente, contra la criminalidad organizada o para impedir el comercio ilegal de especies silvestres. Pero este comercio sigue diezmando nuestro patrimonio natural.

Tiburones: en peligro de extinción

Los hábitats frágiles están amenazados y las comunidades y los medios de vida desestabilizados. Y no solo en África, sino hasta en los mares del Pacífico sudamericano.

El ataque inmisericorde a la vida silvestre tiene que ver no solo con mamíferos en proceso de extinción (como elefantes o rinocerontes). También afecta a especies marinas, como los tiburones, que estuvieron en la cima de la cadena alimenticia por millones de años. Al esparcir nutrientes y absorber carbono, mantienen los ecosistemas marinos en balance, desde adentro. Su eventual exterminio afecta el conjunto de ecosistemas marinos.

La tragedia incontrastable es que los tiburones y sus ecosistemas se encuentran hoy en grave peligro en países como Perú, con grandes zonas de presencia marítima. Las aletas de tiburón son objetivos apetecidos para pescadores pues pueden venderse por un precio alto y sirven como un símbolo de estatus en culturas orientales y son utilizadas en un plato popular en la China (sopa de aleta de tiburón).

Según Naciones Unidas, casi 100 millones de tiburones son matados cada año. La disminución de la población de tiburones en Perú, por ejemplo, puede conducir a consecuencias no deseadas en ecosistemas marinos, tales como el colapso de poblaciones de peces que son importantes tanto a nivel comercial como económico, además de contribuir al cambio climático global.

Golpes severos al tráfico ilegal

El mes pasado, Olivia Swaak-Goldman, directora ejecutiva de la WJC, anunció golpes severos en Nigeria al tráfico de especies africanas protegidas. Antes de incorporarse a la WJC, Swaak-Goldman, entre otras responsabilidades, fue jefa del Grupo de Trabajo de Relaciones Internacionales de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional.

En el anuncio resaltó el éxito de la asociación de la WJC con el Servicio de Aduanas de Nigeria (NCS). Precisó que se efectuaron varias detenciones en una investigación conjunta dirigida contra las redes de proveedores ilícitos de fauna y flora silvestres.

Durante la operación, el NCS incautó nada menos que cinco piezas de colmillos de marfil, con un peso total de 25 kilogramos y un valor aproximado de 16.000 dólares. Con ello, el número total de detenidos desde el inicio de la colaboración institucional asciende a 27; las incautaciones ascienden a casi 10 toneladas de escamas de pangolín y más de una tonelada de marfil.

En medio de este panorama, plagado, usualmente, de desaliento, como se ve en este ejemplo, los sistemas de seguridad logran asestar golpes severos a quienes trafican con especies protegidas. No es cosa de todos los días. Pero entran en ese listado, por ejemplo: elefantes y sus valiosos colmillos de marfil, rinocerontes y su cotizado colmillo o las, también valiosas escamas de pangolín.

Por iniciativas como estas, el tráfico de estas especies ha alcanzado su nivel más bajo en cinco años. También ha permitido desplazar el tráfico de marfil y escamas de pangolín de Nigeria a otros países.

La crucial Wildlife Justice Commission

Hechos criminales como estos se encuentran, plena y sólidamente documentados por organizaciones como la WJC. Que sustenta, conceptualmente, sus análisis en tesis jurídicamente sustentadas cómo que nuestra fauna y flora silvestres no pueden estar a la venta al mejor postor, y que deben protegerse de los traficantes que convierten las especies amenazadas en baratijas y joyas.

Tengo el honor de integrar la WJC y participar en sus trabajos como integrante del llamado Panel de Revisión Independiente. He tenido el privilegio de contribuir en los últimos años al papel fundamental de ese Panel y de la WJC en el examen objetivo y evaluación de los expedientes sobre casos concretos de afectación de la vida silvestre.

El espacio de la WJC no es el de un foro académico de reflexión y análisis. Más bien, lleva a cabo actividades muy concretas y operacionales de investigación exhaustiva en el terreno. Así, hay investigadores que trabajan de incógnito para sacar de las sombras a los delincuentes contra la fauna y flora silvestres. Su objetivo es poner fin, así, a este negocio sucio, que mueve miles de millones de dólares.

Sobre esa base, la WJC colabora estrechamente con autoridades locales con valiosa información para enfrentar la criminalidad organizada con las normas internacionales vigentes.

Agenda pendiente: especies amazónicas

El tráfico ilegal de especies, es un problema grave que también afecta a la biodiversidad y el equilibrio ecológico de la región amazónica, aunque sin la “espectacularidad” de la matanza/tráfico de elefantes o rinocerontes africanos. Es una amenaza creciente el comercio ilegal de animales, plantas y sus productos derivados obtenidos de manera ilegal de la selva amazónica, para su venta en el mercado nacional e internacional, ya sea como mascotas exóticas, objetos de colección, ingredientes para la medicina tradicional, o incluso como alimentos.

Este tráfico ilegal tiene consecuencias devastadoras para el ecosistema amazónico. Pone en peligro la supervivencia de especies animales y vegetales, interrumpiendo las cadenas alimenticias y desequilibrando los ecosistemas. Además, contribuye a la pérdida de biodiversidad y puede propagar enfermedades entre especies, incluyendo a los humanos.

Para abordar el problema del tráfico ilegal de especies silvestres amazónicas, es necesario un enfoque integral que incluya la aplicación efectiva de las leyes ambientales, el fortalecimiento de la vigilancia y el control en las áreas protegidas, la educación ambiental y la sensibilización pública, así como la cooperación internacional

Las organizaciones gubernamentales, las ONG ambientalistas y la sociedad civil desempeñan un papel crucial en la protección de la biodiversidad amazónica y en la lucha contra el tráfico de especies silvestres, mediante la promoción de políticas de conservación, el apoyo a proyectos de investigación y monitoreo, y la denuncia de actividades ilegales. La amenaza a enfrentar en la protección de especies amazónicas es muy poderosa. No proviene de un grupete improvisado de delincuentes sino de redes transnacionales de crimen organizado. Concurren dos variables fundamentales.

Primero, una materia criminis de mucho valor. Que pueden ser especies africanas animales protegidas y en proceso de extinción, como elefantes o rinocerontes. O, pasando a otros ejemplos , el oro de origen ilegal en Perú, que se exporta a espacios como Suiza o la India. Segundo, una criminalidad organizada que torna las fronteras y las aduanas en cómodos espacios de tránsito para que pasen por allí millones de dólares en colmillos de elefante u otros bienes protegidos.

Dentro de ese marco, es de resaltar lo crucial de hacer uso de tratados internacionales, como la Convención de la ONU contra la Delincuencia Organizada Transnacional, para contrarrestar la lenidad delictiva de funcionarios de aduanas que optan por mirar al costado y dejar pasar toneladas de marfil.

Recientes acciones particularmente efectivas contra proveedores ilícitos de fauna silvestre han constituido un factor de aliento. Resaltando la trascendencia del trabajo de organizaciones internacionales privadas por poner fin a ese comercio ilegal y la impunidad reinante.

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