Ahora que de casi todo hace 50 años
Las propuestas feministas y ecologistas entraron con fuerza en los setenta, pero también se impusieron los expertos en comunicación que convirtieron la política en un puñado de mensajes
Alguna vez dijo el poeta Jaime Gil de Biedma que “ahora que de casi todo hace veinte años”, pero su observación ya no sirve. Su ahora funciona de otra manera en el ahora de este momento en que de casi todo hace 50 años. El tiempo va demasiado rápido, y de pronto ha pasado medio siglo y ya está: como un parpadeo o un soplido intrascendente. El 11 de septiembre de 1973, ...
Alguna vez dijo el poeta Jaime Gil de Biedma que “ahora que de casi todo hace veinte años”, pero su observación ya no sirve. Su ahora funciona de otra manera en el ahora de este momento en que de casi todo hace 50 años. El tiempo va demasiado rápido, y de pronto ha pasado medio siglo y ya está: como un parpadeo o un soplido intrascendente. El 11 de septiembre de 1973, un golpe de Estado derrocó a Salvador Allende en Chile. Ese mismo año estalló la guerra de Yom Kipur entre una coalición de países árabes e Israel, y el 20 de diciembre un atentado hizo volar a Carrero Blanco por los aires. En 1971, David Bowie publicó Hunky Dory; Marvin Gaye, What’s Going On; Janis Joplin, Pearl. Las canciones de esos álbumes, incluso para los que llegaron más tarde, todavía siguen vivas, pero lo que sorprende es que después de lo que ha pasado siga influyendo en la política de ahora la Constitución que aprobó la dictadura de Pinochet y que los chilenos no encuentren la manera de quitársela de encima. También está presente ETA en la conversación, y el horror actual en Gaza muestra como si la guerra aquella se repitiera en la misma región con otros ropajes y otros personajes.
Medio siglo ya, y resulta curioso cómo hay cosas de los setenta que se repiten ahora mismo, que suenan igual, que tocan los mismos registros, que riman. Pueden verlo en la primera temporada de Power Play (Filmin), que cuenta los avatares de los laboristas noruegos a lo largo de esa década. La propuesta está llena de humor y todo resulta excesivo: las jaquecas que padece el primer ministro Odvar Nordli; el lumbago que masacra a Reiulf Steen, el presidente de la formación; las juergas de jefes y militantes celebrando un triunfo o en plena campaña electoral.
Fue entonces, en los setenta, cuando las cuestiones feministas y las reivindicaciones de los ecologistas empezaron a cobrar importancia en la agenda laborista en Noruega. En buena medida gracias a una joven médica, Gro Harlem Brundtland, que se hizo conocida peleando a favor del aborto y a la que, sin embargo, los caballeros del partido prefirieron darle en 1974 la cartera de Medio Ambiente. La serie gira en torno a sus batallas, pero sobre todo relata con extrema sutileza las múltiples estratagemas que utilizan sus compañeros para cortarle las alas. En 1981, se convirtió en la presidenta del partido y primera ministra (repetiría otras dos veces): ahí termina la temporada.
Hay por lo menos otros dos asuntos que conectan a la Noruega de entonces con nuestra época. Uno es la importancia que adquieren esos asesores que trabajan en la sombra, y que colaboran con determinados políticos para que consigan conservar el poder. Las filtraciones a la prensa, la construcción de los relatos, el tejido de mantras y mensajes, el desprestigio de los adversarios: todo eso. Y luego algunos periodistas, esos que de pronto dan el salto y se convierten en funcionarios del poder. Para hacer, en buena medida, lo mismo que los asesores. Entonces y ahora, queda la esperanza. En la serie la encarna Gro Harlem Brundtland. Es una mujer que consigue imponer otro estilo en un mundo de hombres y que reniega de trampas y atajos. Y lo consigue.