No es tan raro Milei

¿Por qué está loco el nuevo presidente argentino cuando habla de la compraventa de bebés, pero no nuestro ordenamiento jurídico que permite la inscripción de los nacidos por alquiler de vientres en el extranjero?

Una embarazada, el 27 de febrero de 2023 en Buenos Aires (Argentina).JUAN IGNACIO RONCORONI (EFE)

Me sorprende que nos sorprendan algunas de las propuestas del nuevo presidente argentino. Los valores que defiende están bien presentes en el mundo desde por lo menos los tiempos de Reagan y Thatcher. ...

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Me sorprende que nos sorprendan algunas de las propuestas del nuevo presidente argentino. Los valores que defiende están bien presentes en el mundo desde por lo menos los tiempos de Reagan y Thatcher. El personaje nos parece excéntrico porque se presenta como antisistema, pero todo liberalismo extremo en lo económico lo es por definición porque su objetivo es acabar con cualquier estructura que sea un freno al mercantilismo puro y duro.

La jornada electoral argentina me pilló leyendo El Sueño de la aldea Ding, del escritor chino Yan Lianke, que trata sobre un pueblo cuyos habitantes deciden, para salir de la miseria, ponerse a vender su propia sangre. La solución parece funcionar: algunos mejoran su situación económica, pero pronto se descubre que muchos se han infectado de una nueva enfermedad sin cura, el sida. El texto, de una enorme belleza, nos recuerda que traspasar los límites de lo que se puede explotar comercialmente suele tener consecuencias.

Milei se mostró claro cuando se le preguntó sobre la compra venta de niños. Todos se llevaron las manos a la cabeza, pero esas indecentes transacciones ya se están dando en las pulcras y civilizadas democracias del mundo libre bajo el disfraz de la sanitaria expresión “gestación subrogada”. Cierto es que a las mujeres no se les extirpa el útero (aún no) para venderlo, pero se hace algo incluso peor: convertirlas en simples incubadoras, como si las implicaciones físicas y emocionales de gestar y parir un hijo fueran distintas cuando se firma un contrato en el que se renuncia a él, en el que te conviertes en un servicio. El cuerpo de la mujer no hace el proceso de forma distinta sólo porque el embrión sea de otros; un embarazo es un embarazo y sólo el lenguaje aséptico deshumanizador consigue que aceptemos esta barbaridad tan anarcocapitalista y tan típicamente patriarcal.

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Algunos de nuestros famosos más simpáticos, incluso algunos que se dicen de izquierdas y feministas, hace tiempo que se piden bebés paridos por otras para satisfacer su deseo de convertirse en padres, madres o abuelas-madres de hijos difuntos. ¿Por qué está loco Milei, pero no nuestro ordenamiento jurídico, que permite la inscripción de los nacidos por alquiler de vientres en el extranjero? Milei es el loco de la motosierra. A mí personalmente me resulta más espeluznante la famosa capaz de arrancarle a una madre el fruto de su vientre pagando lo que haga falta para luego explotar y exponer sin escrúpulo alguno el precioso producto que ha adquirido.

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