El temor de caminar sola

Un tuitero pregunta si alguien más adelanta en la calle a una chica si la nota nerviosa por su presencia y recibe más de un millar de respuestas en pocas horas

Una joven pasea su perro por la calle de una ciudad.Álvaro Hernández Sánchez (Getty)

Las hijas de una compañera solían llamarla por el móvil cuando volvían solas a casa por la noche para conjurar el temor que les infundía la presencia cercana de un hombre. Una amiga reconoce que regresa casi corriendo cuando oye los pasos de una figura que parece masculina, tras salir de tomar algo. Otra admite que se agobia cuando oscurece y camina por una calle solitaria. Lo que no hacía ...

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Las hijas de una compañera solían llamarla por el móvil cuando volvían solas a casa por la noche para conjurar el temor que les infundía la presencia cercana de un hombre. Una amiga reconoce que regresa casi corriendo cuando oye los pasos de una figura que parece masculina, tras salir de tomar algo. Otra admite que se agobia cuando oscurece y camina por una calle solitaria. Lo que no hacía antes, tal vez por vergüenza, porque no quería quedar mal, ahora sí que lo hace: cambia de acera para sentirse más segura. Lo de cambiarse de acera y hacerse la disimulada es una práctica extendida. Son muchos los testimonios de mujeres en este sentido. Lo que no es tan habitual es que los hombres hablen de ello y de su forma de actuar para evitar ser percibidos como una presencia amenazante.

Esto es lo que ha sucedido con un mensaje del periodista Bérnar en su cuenta de X, en el que formula la siguiente pregunta: “¿No os pasa a veces que camináis detrás de una chica, la notáis nerviosa por tener detrás una presencia masculina y la adelantáis para que se tranquilice?”. En pocas horas, ha despertado más de un millar de comentarios, la mayor parte de ellos masculinos. No se trata de criminalizar al hombre, ni de considerarlo un agresor o violador en potencia, sino de plantear un problema real y que así percibe también la otra parte. Quien lo dude, que pregunte a su alrededor, pero fuera de la zona de confort en la que uno reafirma sus convicciones.

“Sí, me paro, cambio de acera, avanzo”, responde un tuitero. “Sí. Empecé a hacerlo cuando todas mis amigas me dijeron que, cuando eso ocurre, lo agradecen, porque se quedan más tranquilas. Me parece tan injusto y me genera tanta impotencia que tengan que ir por la calle con miedo”, apunta otro. “O parar a mirar un escaparate y que ella siga”, propone un tercero. Luego se deslizan múltiples variaciones sobre el mismo asunto: “Aunque más que adelantarla aminoro mi velocidad para dejar más distancia”. “O cruzar para la otra acera y así también se queda tranquila. Si aceleras el paso para adelantarla también se intranquiliza más”. “Si viene de frente de noche en sitio oscuro, saco mi móvil y disimulo que voy a lo mío para que no se asuste”. O “yo a veces pienso que, si voy más rápido de repente por detrás, se puede poner más nerviosa todavía y me termino poniendo nervioso yo”. Hay también contrapuntos masculinos, de carácter burlón, críticos con Bérnar, al que acusan de tener probablemente “mala pinta”, de darse “golpes en el pecho” o de ponerse “un pin en redes por algo lógico y de empatía básica”.

No hay, por el contrario, expresiones de temor masculino por sentir cercana la presencia de una mujer, sino sarcásticas. Tampoco se conoce un grito crudo, reivindicativo, proferido por los hombres como el que se popularizó ya hace unos años en las marchas feministas del 8 de Marzo: “Sola y borracha, quiero volver a casa”. Un grito ridiculizado y estigmatizado por determinados sectores que suelen equiparar el machismo y el feminismo. Su réplica en un tuit por el Ministerio de Igualdad echó más leña al fuego siempre vivo contra la ministra Irene Montero.

Los mensajes de las mujeres, incluidos los irónicos, también han sido numerosos: “Nosotras agradecemos este post”. “Es que por desgracia es necesario”. “¡Gracias! Es una pena que lleguemos a sentir miedo y que sientas la necesidad de tener que hacer eso para que nos sintamos más seguras. Espero y deseo que llegue el día que no tengamos esas sensaciones ninguno de los 2″. “Es que somos delicadas flores y vemos a un tío y temblamos como un flan”. O “por favor, no la adelantes, porque entonces es cuando empiezas a infartar, cruza la calle. Plis”.

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