Entonces, ¿Israel es de los buenos?

En otros tiempos, había gendarmes planetarios que ayudaban a elegir bando. Ahora, en su ausencia, nos hemos puesto a huir de nosotros mismos

Soldados israelíes, este martes cerca del cuerpo de un militante palestino en Kfar Aza, en el sur de Israel, en la frontera con la franja de Gaza.THOMAS COEX (AFP)

“Desconcertada, la ciudadanía exige a los periodistas que aclaren si los buenos son los israelíes o los palestinos”, tuitea el diario satírico El Mundo Today. El contenido de la noticia es ficticio, como todos los suyos, pero recoge una tendencia real: la necesidad de elegir bando ante la guerra desatada entre Israel y Hamás. En este sentido, el bando que más triunfa en Occidente es el de la ecuanimidad, una postura de privile...

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“Desconcertada, la ciudadanía exige a los periodistas que aclaren si los buenos son los israelíes o los palestinos”, tuitea el diario satírico El Mundo Today. El contenido de la noticia es ficticio, como todos los suyos, pero recoge una tendencia real: la necesidad de elegir bando ante la guerra desatada entre Israel y Hamás. En este sentido, el bando que más triunfa en Occidente es el de la ecuanimidad, una postura de privilegio muy codiciado en cualquier guerra. El periodista David Jiménez resume a la perfección la posibilidad de estar contra todo para conquistar la paz con uno mismo. “Es posible y no contradictorio: Estar en contra de la ocupación de Palestina y de los terroristas de Hamás. Estar en contra de la masacre de israelíes y de su Gobierno de pirómanos fundamentalistas”, resuelve. Con todo, la atmósfera social está cada vez más irrespirable, densa por el humo de las bombas y por el humo de las justificaciones, análisis y opiniones de los abanderados.

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Que es un conflicto muy complejo parece ser la única idea sobre la que hay quórum. Sin embargo, ojalá la vida fuera tan sencilla como lo es la guerra. Los culpables son los que matan y son ellos los que tienen que vérselas con su conciencia. Y cuanto más alto entonan el himno de la patria y de su misión, más culpables son. Pero, en realidad, el asunto de la guerra no es la cuestión fundamental a la hora de elegir bando en este caso, por más que lo parezca.

Lo fundamental es distinguir quiénes han permitido que se llegue hasta aquí sabiendo lo que sabíamos. Sabiendo, por ejemplo, que la franja de Gaza era un campo de refugiados de 40 kilómetros de largo por seis de ancho, instalado en el territorio que antiguamente pertenecía a esos mismos refugiados. Y esos son, en primer lugar, las potencias que han estado manejando el cotarro y haciéndose pasar por pacificadores neutrales, y en segundo lugar la ONU, que no ha estado a la altura cuando debía, por mucho que ahora António Guterres, su secretario general, tuitee lecciones de primero de Derecho Humanitario. “Si bien reconozco las legítimas preocupaciones de seguridad de Israel, también recuerdo a Israel que las operaciones militares deben realizarse en estricta conformidad con el derecho internacional humanitario. Los civiles deben ser respetados y protegidos”, ha escrito, como si acabara de conocer a Netanyahu.


En tercer lugar, estamos todos los demás, que también sabíamos lo que estaba pasando y no hicimos nada. Aunque si lo piensas, los tres grupos forman uno solo: todos en el bando equivocado. El de los que sabiendo, elegimos no hacer nada con lo que sabemos. Pues bien, a este bando mayoritario se le castigará más que a ninguno. O eso mostró Jesús de Galilea (por citar a un experto de la zona) en la parábola de los talentos.

En otros tiempos, había gendarmes planetarios (Estados Unidos, la URSS) que ayudaban a elegir bando. Eran malos tiempos. Pero ahora parecen incluso peores, porque ante la ausencia de gendarmes ha surgido un efecto inesperado y algo ridículo: nos hemos puesto a huir de nosotros mismos. Es decir, nos hemos puesto a huir de nuestra responsabilidad y de nuestro deber. Y esto me vale para esta guerra, la crisis climática o el porno violento que consumen nuestros niños. Nos hemos convertido en prófugos de la justicia en un mundo sin guardianes. Lo único decente a estas alturas sería tener el pico cerrado y, como muestra de contrición, hacer algo con lo que sabemos. Para variar.

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